Casi el 72 % de las tortugas bobas que varan en Canarias o son recogidas enfermas cerca de las islas han llegado a esa situación debido a la intervención del hombre, según demuestra el mayor estudio sobre esta especie en peligro de extinción que se ha hecho en el Atlántico Oriental.
La revista de la Biblioteca Pública de Ciencias de Estados Unidos, "Plos One", acaba de publicar un trabajo realizado por la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria a partir de los 1.860 ejemplares de tortuga boba (Caretta caretta).
Los ejemplares pasaron por el Centro de Recuperación de Fauna Salvaje del Cabildo de esta isla durante 17 años, desde 1998 hasta 2014.
La gran mayoría de las tortugas atendidas en ese período por el equipo que dirige el biólogo Pascual Calabuig se recuperó, sobrevivió y fue liberada de nuevo al mar.
Factores humanos contra causas naturales
Hace hincapié en las causas que pusieron en peligro la vida de estos animales, teniendo en cuenta que apenas un 5,5 % de ellas (103) estaba afectada por las enfermedades infecciosas a las que están expuestas en su medio natural.
El estudio, realizado por los investigadores Jorge Orós, Natalia Montesdeoca, María Camacho y Alberto Arencibia a partir de los historiales veterinarios recopilados cada año por el Centro de Fauna de Recuperación de Salvaje del Cabildo de Gran Canaria (cuyo ámbito de atención se extiende a todo el archipiélago), demuestra que casi uno de cada cuatro casos estuvo provocado por factores "humanos".
La mitad de todas las tortugas bobas atendidas en casi dos décadas por el equipo de Pascual Calabuig (945) llegó a esa situación tras haberse enredado en aparejos de pesca o plásticos; el 11,9 % (221), por haberse tragado anzuelos o sedales; el 5,2 % (97), tras haber sido golpeada por barcos; el 2,8 % (52), por haber ingerido fuel o combustible; y el 1 % (19), por haber comido plásticos.
En cambio, muy pocas estaban enfermas o lesionadas otras causas naturales, como malnutrición (24 casos, 1,3 %), ataques de tiburones (cinco casos, 0,3 %) o problemas de flotabilidad (seis, 0,3).
Atención necesaria para volver a su hábitat
La gran mayoría de las tortugas bobas que arriban a Canarias proceden de la costa occidental de EEUU, desde donde son impulsadas hacia las islas por la Corriente del Golfo.
El trabajo revela asimismo que los casos de tortugas enfermas por estar en contacto con fuel han disminuido significativamente en esta zona del Atlántico desde 2006, cuando se declaró formalmente a las Islas Canarias como área marítima de especial sensibilidad y se decretaron zonas excluidas al tráfico marítimo.
También demuestra que la gran mayoría (el 86,2 %) de las tortugas lesionadas o enfermas se cura y puede volver a su hábitat si recibe la atención adecuada, lo que pone de relieve la importancia de contar con centros de recuperación como el que existe en Gran Canaria, subrayan sus autores.
En los casos de tortugas enredadas en plásticas o aparejos o afectadas por fuel, en menos de uno de cada diez casos fue necesario sacrificar a los animales tratados en Gran Canaria durante los últimos 17 años tras reconocer que resultaban irrecuperables.
En cambio, la tasa de supervivencia fue mucho menor (una de cada dos) entre las tortugas que presentaban importantes traumas por haber sido golpeadas por hélices o cascos de embarcaciones.
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