Superdotados: así es como piensan, sienten y trabajan las personas más brillantes

La actriz Sharon Stone tiene un alto cociente intelectual.
La actriz Sharon Stone tiene un alto cociente intelectual.
GTRES
La actriz Sharon Stone tiene un alto cociente intelectual.

"Algunos se imaginan a los superdotados como Superman, pero en realidad yo soy más como Clark Kent, un tipo introvertido". Así intenta explicar el empresario Antonio Ayuso cómo es la vida de una persona con más de 130 puntos de cociente intelectual (CI). Este jubilado de 68 años es parte de ese 2% de personas que, según la Organización Mundial de Salud (OMS), tienen más capacidades intelectuales que la media. Y no, no son genios como Albert Einstein o Stephen Hawking.

"Un superdotado está por encima del percentil 98. Es decir, es más inteligente que el 98% de la población", afirma Carmen Sanz, psicóloga clínica y directora de El Mundo del Superdotado, una organización en la que valoran y apoyan a personas con altas capacidades. El método más común para descubrir una superioridad intelectual son los test, en los que un resultado más alto de 130 puntos es sinónimo de superdotación, mientras que la mayoría de las personas rondan los 100. Es el caso de Antonio, que lo descubrió casi por casualidad: "Me lo dijeron a los 19 años cuando me hicieron una prueba de orientación profesional. Luego fui a un centro privado a corroborarlo".

Antonio no es científico, sino empresario. Un hombre autodidacta, inquieto y hecho a sí mismo que se ha reinventado en innumerables ocasiones. De esta inquietud intelectual da buena cuenta su currículum. De ser un hombre tímido, pasó a ser comercial de éxito. Antes de tener sus propias empresas, Ayuso pasó por muchas profesiones: comenzó la carrera de perito industrial, que abandonó al poco tiempo, después fue visitador médico, comercial, inversor inmobiliario y, ahora, jubilado ya, estudia Derecho.

"Era una persona retraída, pero me enfrenté a mis miedos a través de una profesión como la de comercial y triunfé, quizá porque no era como los demás". En España no hay posibilidad de saber cuántos superdotados hay, incluso se sospecha que muchos casos no han sido detectados. Según el Informe 2015 sobre el estado del sistema educativo, publicado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en el curso 2013-2014 se registraron 15.838 alumnos con altas capacidades.

Un número más

El cine y la televisión han contribuido a crear falsos mitos sobre los superdotados, describiéndolos como científicos asociales y atormentados. No es real. Es solo un estereotipo. Muchos de ellos no han tenido nunca problemas de adaptación, como Miguel Kessoglou, de 40 años y miembro de la Asociación Española para Superdotados y con Talento (AEST).

Estaba en medio de una crisis personal cuando se topó sin querer con un test online: "Me enteré con 27 años. Ya tenía trabajo, me había casado y había cumplido todas mis expectativas. Mirando por internet entré en una página de juegos y llegué a Mensa (una asociación internacional de superdotados). Hice un test y me salía un cociente alto. No le di mucha importancia, pero mi mujer quería que me hiciera las pruebas".

El resultado no cambió la vida de Miguel. Para él, el CI es solo un número sin más importancia en su vida que su altura o su peso. "Alguna vez he tenido una mala primera impresión al decírselo a un amigo. Un día estábamos jugando al ajedrez y dijo que tenía que ganarme porque así vencería a un superdotado. Me hizo sentir mal. Yo no quería competir, solo pasármelo bien como habíamos hecho siempre".

Para este economista, que posee su propio despacho de asesoría, muchas de sus acciones se explican desde su rapidez mental: "A mi mujer le molesta mucho que yo acabe sus frases. Otras veces me hablan y no estoy escuchando porque tengo una idea en la cabeza y no salgo de ella", explica. Descubrir sus habilidades le ha servido para no ponerse límites. Cuando se enteró, lo primero que hizo fue retomar su pasión de la juventud: la pintura.

Daniel Patón, de 51 años, sí ha sufrido en sus carnes la frustración de no adaptarse a una sociedad que premia la igualdad de los individuos y castiga a los diferentes: "Siempre había tenido problemas con los compañeros. Cuando cambié de trabajo, me dije que iba a poner todo de mi parte y me volvió a ocurrir lo mismo. Empecé a sentirme culpable porque veía a todo el mundo diferente a mí. Fui a un psicólogo pensando que necesitaba hacer un curso para mejorar mis habilidades sociales". Este profesor universitario acudió a un especialista hace cuatro años con la autoestima por los suelos: "Me dijo que mi problema era que percibía tanto los sentimientos de los demás que me bloqueaba", comenta.

Antonio tiene una "baja inhibición latente". Es decir, su cerebro es incapaz de ignorar los estímulos del entorno, aunque sean insignificantes. «Cuando yo voy por el bosque, tengo la capacidad de oír sonidos mucho más bajos que los demás. Pero, por ejemplo, si estoy en un sitio muy ruidoso, me saturo», explica. La sobreestimulación no es con lo único que Patón ha tenido que lidiar. También ha aprendido a controlar su flujo intelectual y a ordenar sus ideas: «Estuve seis meses dándole vueltas a cómo ordenaba los cientos de posibilidades que se me ocurrían con una sola matriz de datos».

"También jugamos al fútbol"

"Antes de hacerle las pruebas de inteligencia a mi hija nos enteramos de que una de sus amigas tenía altas capacidades. Mi hija no quería jugar con ella porque creía que se iba a aburrir o que iba a parecer tonta. Entonces tuve que decirle que yo también era superdotada y que no pasaba nada", cuenta a 20minutos Eva, de 41 años, para explicar por qué nunca dice que tiene un cociente de más de 130.

Como ella, muchas mujeres prefieren 'camuflar' su inteligencia y adaptarse al entorno, una característica que los profesionales consultados achacan a los roles de género: "Las mujeres disimulamos más la inteligencia porque los estereotipos sociales hacen que destaquemos más en otras cualidades como la belleza. Pero eso está cambiando. Hemos oído mucho eso de 'qué listo es mi hijo y qué guapa es mi niña'", comenta la psicóloga.

"Siempre nos comparan con Einstein, pero realmente a él nunca le hicieron una prueba de cociente", argumenta Elena Sanz, la presidenta de Mensa España, la organización internacional de superdotados, fundada en Inglaterra en 1947 y que hoy forma a más de 120.000 personas en todo el mundo. La facción española tiene actualmente más de 1.800 socios, el más conocido es el humorista Miki Nadal. El único requisito para formar parte de ella es obtener en una prueba de inteligencia una puntuación por encima del 98% de la población general.

La mayoría de los socios se acercan a Mensa en busca de un entorno estimulante. Dentro de la asociación se organizan charlas, actividades o grupos para jugar a juegos de estrategia y "con poco componente de azar". Sanz insiste en que los ingenieros, científicos, músicos o escritores de Mensa son personas más normales de lo que se suele imaginar: "También jugamos al fútbol", bromea.

A Sergio de La Paz, de 34 años, el estereotipo de genio le pesa mucho: "Parece que si eres superdotado tienes que inventar algo revolucionario que cambie el mundo". Este joven madrileño no tuvo problemas hasta que llegó a Bachillerato: aprobaba sin estudiar. Sin embargo, en esta nueva etapa educativa fracasó estrepitosamente. "Aborrecí los estudios y me puse a trabajar. Los empleos que encontraba eran de reponedor o vigilante de seguridad. Cada vez tenía un conflicto mayor porque pensaba que estaba echando a perder mi capacidad".

La hipersensibilidad hace que los superdotados tengan un alto sentido de la justicia: "Yo, con 15 años, me veía como un caballero medieval, con unos valores que no encajaban con los demás niños de esa edad, que en ese momento pensaban en salir y emborracharse", explica Sergio. Esos férreos valores son los que hacen que sufra con la crisis de los refugiados, aunque no la viva en su piel, o que destine sus días libres a disfrazarse de payaso para ir a alegrar la tarde a los niños en los hospitales.

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