En 1981, en Houston, Tejas, apareció una enfermedad desconocida hasta entonces que afectaba a hombres jóvenes, especialmente homosexuales, y se caracterizaba por infecciones y tumores, especialmente el sarcoma de Kaposi, que afecta a las células de la piel y cuya causa parecía ser una fuerte bajada de las defensas del organismo, especialmente los leucocitos T. Entonces, los Servicios de Vigilancia Epidemiológica acuñaron un término nuevo:

Su gravedad fue observada enseguida: el 50% de los afectados comenzaron a morir. En la actualidad se cree que puede haber de 30 a 40 millones, aunque las estadísticas verdaderas se desconocen porque en continentes como África o Asia no hay modo de saber los niveles de contagio, porque el crecimiento se mantiene constante desde su iniciación.

La rocambolesca historia del descubrimiento del causante de este terrible mal puede que ya no se recuerde. En 1983 Luc Montagnier, del instituto Pasteur de París, mandó un portaobjeto con la descripción del virus a Robert Gallo, del Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos, que poco después lo presentó a la prensa con su nombre VIH.

Hacia una vacuna

Está polémica, que parece insignificante, es muy importante porque una vez descubierto el virus se pueden conocer los anticuerpos que el organismo fabrica para defenderse de él y a través de estos se puede saber si una persona ha estado en contacto con este terrible virus y la prueba para determinar los anticuerpos supone miles de millones de euros para los laboratorios que la fabrica. El VIH es de la familia de los virus más simples: los retrovirus; pueden permanecer en estado latente durante largo tiempo y luego activarse colonizando los leucocitos y aprovechándose de ellos para crear sus propias partículas infecciosas. Dependiendo del grado de activación se pueden producir desde unas decenas de partículas hasta miles que afectaran a su vez a nuevas células.

Pero lo más importante de este organismo son sus vías de contagio. Los retrovirus son muy simples y no tienen modo de desplazarse, por lo que usan las propias células del organismo donde residen.

En el caso del VIH usan los espermatozoides como vehículo, es decir pasan a través del semen de persona a persona, y a través de la placenta de la madre al feto: esta es su manera de colonizar nuevos “planetas”. Pero los humanos hemos inventado una manera nueva, ajena a las costumbres del virus, el uso de jeringuillas que le facilitan la tarea ya que va de sangre a sangre, sin tener que hacer nada.

El entendimiento de los mecanismos de este violento ser ha permitido diseñar sustancias antivirales y medicamentos capaces de inhibir la multiplicación del virus, pero aunque se está consiguiendo que la enfermedad permanezca latente y el enfermo se convierta en una crónico, el enorme costo de este tipo de tratamiento hace que sólo el primer mundo pueda usarlo.

Por eso desde 1983 las investigaciones se centran en lograr una vacuna que acabe con la enfermedad, pero de momento no de ha dado con ella.

La prevención y el uso del preservativo

Todos los países se centran en la prevención, que tiene cuatro líneas importantes: la primera es el estricto control de la sangre usada en los hospitales; la segunda es educar a los dogrodependientes a no compartir las jeringuillas; la tercera, prevenir el contagio a los bebés; y la cuarta es promover el uso de preservativos en todo tipo de practicas de riesgo, es decir, en cualquier tipo de contacto sexual en el que haya intercambio de fluidos.

Es importante saber que los

Colocarlo también es una delicada tarea: nunca hay que usar los dientes para sacarlo de su envase, hay que tener cuidado con las uñas y apretar entre el índice y el pulgar la pequeña capucha que tiene en su extremo.Estos son cuidados más que suficientes.

Y un consejo final: una vez usado nos los dejéis tirados por cualquier sitio, ni los echéis al inodoro, lo conveniente es hacer un nudo y dejarlo en un contenedor de sólidos.

Si crees que has podido estar en contacto con el virus a través de alguna de las practicas de riesgo no dudas en hacerte la prueba. Es mejor enfrentarse a los miedos para poder defenderse de ellos y cuanto antes empieces a tratarte, más probabilidades tendrás de sobrevivir y de no contagiar a otros.

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