Las hijas de una mujer francesa condenada a diez años de cárcel por haber matado en 2012 a su marido tras sufrir durante 47 años su violencia verbal, física y sexual pidieron hoy su indulto al presidente de Francia, François Hollande.

El caso de Jacqueline Sauvage, que cuenta con un gran respaldo popular y de numerosas personalidades y políticos, se ha convertido en un símbolo de quienes solicitan que los malos tratos puedan ser considerados como un motivo de legítima defensa.

De esa circunstancia atenuante no se benefició Sauvage, que en 2012 disparó tres tiros por la espalda al hombre que le había maltratado y violado durante años, y que fue condenada en diciembre pasado.

Las tres hijas de Sauvage -su único hijo se suicidó el mismo día en que su madre mató a su padre- aseguraron tras el encuentro con el presidente socialista que se habían sentido escuchadas.

"Nos ha dicho que entiende nuestro caso y que lo estudiará, que necesita tiempo para tomar una decisión", afirmó una de ellas ante los medios al término de una reunión de una hora.

Culpable tanto en primera instancia como en apelación por dos jurados populares, la mujer fue condenada a diez años de reclusión criminal, la que permite menos beneficios penitenciarios.

La Fiscalía señaló en ambos casos que el supuesto de la legítima defensa no podía ser invocado porque siempre pudo abandonar a su marido, cosa que no hizo.

Su caso ha despertado una gran movilización en Francia, donde 380.000 personas han firmado a través de internet para pedir su indulto, el último recurso que le queda.

Entre ellos la socialista Anne Hidalgo, alcaldesa de París, la conservadora Valérie Pécresse, presidenta de la región, y otras personalidades de diferentes sensibilidades políticas, como la ultraderechista Marine Le Pen.

Las asociaciones feministas creen que Sauvage fue víctima de una situación legal injusta y, más allá del indulto, reclaman una modificación legislativa que permitan considerar los malos tratos como legítima defensa.

Hollande sólo ha concedido el indulto una vez durante su mandato y que en el transcurso de la campaña se comprometió a no hacerlo por considerarlo una práctica monárquica heredada del Antiguo Régimen.