Es autárquica y no necesita a nadie para hacer fotografías que, dada su complejidad escénica, parecen tomas fijas de películas de alto presupuesto. Anja Niemi (Noruega, 1976) diseña las producciones, elige los lugares, se encarga de la ambientación, el atrezzo, el estilismo y el vestuario, cablea e ilumina el plano y hace la foto. Para completar el ciclo de autosuficiencia, es ella misma quien posa, porque todas sus imágenes son autorretratos. Si aparecen dos personajes, el segundo también es ella, duplicado por trucaje de procesado digital.

Pese a que es fácil encontrar en su mirada referencias a los momentos más absurdos y con el peligro siempre acechando de David Lynch o a la tensión descabellada y el colorido rabioso de algunas películas de Alfred Hitchcock, Niemi considera que su mirada debe más a un pintor y compatriota, Edvard Munch. Cuando la fotógrafa era aún una niña, su abuela la introdujo en el mundo de pavor inexplicable del expresionista autor de El grito.

"Aprendí que siempre es necesario, como hacía Munch, usar lo privado y la experiencia subjetiva para crear a partir de ahí experiencias universales", ha reconocido Niemi, que está preparando su desembarco en Nueva York, donde expondrá una antología titulada Photographing In Costume, anunciada por el espacio fotográfico de Manhattan Five Eleven en colaboración con la londinense The Little Black Gallery, que representa a la artista.

Con deliberadas puestas en escena que parten de situaciones simples —por ejemplo, en la aplaudida serie Do Not Disturb (No molestar) imagina qué puede estar sucediendo tras las puertas de las habitaciones de hotel de las que cuelga el socorrido cartelito para evitar interrupciones—, Niemi invita a considerar la construcción de la mujer, tanto desde un punto de vista social como personal.

La feminidad excesiva de las protagonistas de las fotos, que, no lo olvidemos, son la fotógrafa misma, con sus vestidos y peinados impecables, plantean preguntas sobre la condición y la circunstancia de las mujeres. Es casi imposible determinar si los retratos de la noruega son de personas vulnerables o poderosas, reales o ilusorias.

En Do Not Disturb utiliza el anonimato de habitaciones impecables —Niemi tiene un ojo muy fino para la ambientación, el equilibrio espacial, el encuadre y la perspectiva—, pero pobladas por una multiplicidad de roles, que van de lo cómico —la mujer tendida en cama con la cabeza dentro de una maleta— a lo abyecto —el cadáver con vestido de noche ahogado en la bañera—.

En la colección más reciente, Darlene & Me (Darlene y yo) vuelve a tocar otro de sus temas favoritos, la duplicación, la sombra y el doble, que ya había tocado en Starlets, la serie que la dio a conocer. La pareja de Darlene que ha moldeado ahora la fotógrafa —dos rubias platino que parecen casi irreales— es más cinética que nunca, con una acción que se desarrolla en el ambiente desértico-californiano de los patios, las piscinas, un gran vehículo Chrysler de la edad dorada de los automóviles y un final homicida.

La fotógrafa promete mantenerse en la autosuficiencia. "Me gusta multiplicarme para contrastar lo que muestro y lo que oculto. Tenemos tendencia a ocultar nuestros defectos y decadencia, ocultando toda la fealdad de la vida y trato de tomarme las cosas con un poco de humor al respecto", declara.

La exposición Photographing In Costume se celebrará entre el 3 de marzo y el 2 de abril, pero no es el único movimiento que prepara la activa Niemi para 2016. En la próxima edición del festival Photo London exhibirá una colección de fotos Polaroid y luego montará una retrospectiva en The Little Black Gallery.