El escéptico Ludwig Wittgentsein, en la consulta de Sigmund Freud

  • Gavin Turk, uno de los traviesos Jóvenes Artistas Británicos, lleva al filósofo austríaco a la casa-museo en Londres del fundador del psicoanálisis.
  • Una figura de cera de tamaño real de Wittgenstein se yergue misteriosamente en el centro del despacho donde Freud consultaba a sus pacientes.
  • La oposición de ambos pensadores inspira varias obras sobre la interpretación de los sueños, el inconsciente, la lógica formal, el ajedrez...
Una estatua de cera y tamaño natural de Ludwig Wittgenstein colocada por Gavin Turk en el despacho de Freud
Una estatua de cera y tamaño natural de Ludwig Wittgenstein colocada por Gavin Turk en el despacho de Freud
© Gavin Turk
Una estatua de cera y tamaño natural de Ludwig Wittgenstein colocada por Gavin Turk en el despacho de Freud

"Estamos dormidos. Nuestra vida es un sueño. Pero nos despertamos a veces, lo suficiente para saber que estamos soñando", escribió Ludwig Wittgenstein (1889-1951), el filósofo, lingüista y matemático austríaco que publicó en 1921 el libro de lógica más influyente del siglo XX, el Tractatus Logico-Philosophicus [versión digital en español], una obra que propone la composición de la vida en la totalidad de sus hechos. La frase inicial, que contradice el modo articulado de entender el mundo, es de los últimos años del pensador, que había derivado hacia el escepticismo y la perplejidad a medida que avanzaba el tiempo.

Coetáneo y paisano natal del filósofo, el neurólogo Sigmund Freud (1856-1939), no admitía la duda con demasiada facilidad y creía, según predijo en la escuela psicológica que fundó, el psiconálisis, que "es posible explicar una vida mediante la significación inconsciente de las palabras, actos, producciones imaginarias —sueños, fantasías, delirios— de un individuo". Aunque parece que la fórmula escolástica freudiana es la antítesis del descreimiento de Wittgenstein, ambos recomendaban consejos casi idénticos como higiene mental. "De lo que no se puede hablar hay que callar", decía este. "Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla", añadía Freud.

Los nazis quemaron los libros de Freud

Desde 1938, cuando decidió marcharse de Viena por la anexión nazi celebrada con entusiasmo y esvásticas por la mayoría de la sociedad austríaca, Freud, cuyos libros habían sido quemados en piras por los simpatizantes hitlerianos —cuatro de sus hermanas morirían en campos de concentración—, se radicó en una hermosa y cómoda casa en el número 20 de Maresfield Gardens, en Hampstead, un barrio de clase alta del norte de Londres. En la mansión estableció su consulta privada —incluido el mítico diván donde se recostaban los pacientes para buscar la transferencia l psicoanalítica con el médico—, acomodó sus libros y la decoró con la importante colección de dos mil objetos de arte aborigen africano y asiático que reunía desde joven.

Como Freud, Wittgenstein terminó viviendo en el Reino Unido, optando por la nacionalidad británica y muriendo en el país de acogida —ambos por dos tipos de cáncer: de paladar el primero y de próstata el segundo—. La pareja de intelectuales comparte el origen judío de sus linajes y otro vínculo chocante: Hitler, de quien Wittgenstein fue compañero en una escuela secundaria de Linz. En una foto tomada en 1901 aparecen ambos alumnos: el futuro tirano con cara de mala uva y apartado en una de las esquinas del grupo y Wittegenstein, con aspecto más tímido, una fila por debajo.

'Diálogo conceptual intrigante'

El arte reúne de nuevo ahora a los dos austríacos en Wittgenstein's Dream (El sueño de Wittgenstein), una intervención del artista británico Gavin Turk (1967) que organiza el Museo Freud, que cumple en 2016 treinta años y está ubicado en la que fuera casa y consulta del psicoanalista. La exposición, que tiene más de instalación que de muestra artística al uso, investiga el "diálogo conceptual intrigante entre los dos grandes pensadores vieneses del siglo XX", dicen desde el museo.

En el espacio sagrado y recargado del estudio de Freud, entre antigüedades egipcias y griegas, Turk ha instalado una figura de cera de tamaño real del joven Wittgenstein. La intervención, titulada [ξ, N(ξ)]'(η) (= [η, ξ, N(ξ)] —un algoritmo basado en las teorías matemáticas desarrolladas en el Tractatus—, muestra la figura inmóvil y fantasmal del filósofo con un huevo —real— sobre la palma abierta de la mano derecha. Podría tratarse de un sueño de Freud o, al contrario, de una imagen ilusoria de la mente del protagonista de la escultura.

Acercamiento 'defectuoso' de Freud a los sueños

Tratándose de Turk, uno de los traviesos Jovenes Artístas Británicos, colectivo informal surgido a finales de los años ochenta que no destaca precisamente por el cultivo de la lógica, no hace falta dedicar tiempo a la búsqueda de sentido del asunto, pero los organizadores parecen tenerlo más claro y apuntan que la obra se refiere a la "continua tensión entre las teorías de estos dos grandes filósofos": mientras Freud, explican, sostenía que los sueños "son la expresión consciente de una fantasía inconsciente a la cual el individuo no desean acceder durante la vigilia", Wittgenstein opinaba que este acercamiento era "defectuoso" porque la interpretación onírica "requiere un enfoque más lógico".

Sobre el diván de psicoanálisis cuelga Parapraxis (2013), una foto a gran escala de caprichosas formas de humo —Freud era adicto a los puros y contrajo cáncer probablemente por la afición—. Es una alusión a las asociaciones libres de patrones y formas que los humanos relacionamos con algo familiar y que los freudianos usan a destajo como potencial abrelatas del inconsciente.

El mito de Narciso

Encima de la chimenea de la biblioteca, Turk ha colocado  una versión de madera enmarcada de una captura del vídeo Mechanical Turk (2006), en el que aparecen algunas de las aficiones de los dos pensadores implicados: el ajedrez, el ilusionismo y la magia. En el comedor de la casa-museo se exhibe la foto The Metamorphosis of Narcissus (La Metamorfosis de Narciso, 2011), que traslada a lo literal —un ramo de narcisos languideciendo en un jarrón— el mito que tanto inspiró a Freud del joven engreído y enamorado de su propia belleza.

La exposición, en cartel hasta el 7 de febrero de 2016, incluye también tres esculturas de neón de Turk sobre el ego y una instalación irónica, Gavin Turk’s Desk (El escritorio de Gavin Turk, 2002-2015), que sirve al artista, que exhibe talismanes, objetos y recuerdos, para ironizar sobre la pasión de Freud por el coleccionismo.

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