Evgenia Arbugaeva muestra el ártico realismo mágico de Siberia

  • La fotógrafa rusa muestra en Londres los lazos sentimentales y oníricos que mantiene con su lugar natal, Tiksi, un remoto y decadente puerto en el Ártico.
  • Dueña de un lenguaje metafórico que impregna la realidad de fantasía, Arbugaeva (1985) regresó a la zona para mostrar la vida solitaria de un meteorólogo.
  • La fotógrafa prefiere las imágenes etéreas y compara su estilo sutil con el realismo mágico literario. 'En este lugar me siento como en un cuento de hadas', dice.
Una chica juega con su perro en los alrededores del pueblo de Tiksi
Una chica juega con su perro en los alrededores del pueblo de Tiksi
© Evgenia Arbugaeva - Courtesy of The Photographers’ Gallery
Una chica juega con su perro en los alrededores del pueblo de Tiksi

El espacio ártico puede ser tan fantasmal como el ambiente amenazante de una novela gótica y tan etéreo y surreal como una obra de realismo mágico tropical. Lo ha demostrado una de las fotógrafas más creativas de su generación, Evgenia Arbugaeva, nacida en 1985 en Tiksi, un remoto puerto ártico de la república rusa de Sajá, también llamada Yakutia, la mayor división territorial del mundo sin categoría de estado —mide más de 3,1 millones de kilómetros cuadrados, una superficie equivalente a seis veces la de España—.

Aunque creció y se formó lejos de la enorme, aislada, despoblada —no llega al millón de habitantes— y codiciada región —rica en petróleo, gas natural, carbón, oro, plata y diamantes (produce el 20% de todos los del mundo)—, Arbugaeva ha trenzado a posteriori con su lugar de origen, en el que dice sentirse "como viviendo dentro de un cuento de hadas", una de las más poéticas relaciones de la fotografía contemporánea.

'Historias árticas'

Dueña de un lenguaje metafórico que impregna la realidad de fantasía, la galardonada artista —ganó en la categoría de jóvenes el prestigioso Infinity Award de 2015 del International Center of Photography de Nueva York—, la artista expone ahora en Londres Artic Stories (Historias árticas), un compendio de dos de sus más deslumbrantes series, Tiksi (2010) y Weather Man (Hombre del tiempo, 2014).

La reunión de los dos cuerpos de trabajo, que se exhibe en la Photographer's Gallery hasta el 16 de enero, es una prueba incontestable de fascinación romántica por el Ártico siberiano. Mediante la combinación de los estilos documental y narrativo, tan estrecha que podríamos hablar de un híbrido donde lo real invade la ficción y viceversa, la fotógrafa aplica una mirada de candidez similar a la emoción que transmiten sus modelos, personas que parecen congeladas en la contemplación.

'Lo que se está perdiendo'

En la galería sostienen que Arbugaeva pretende mostrar "lo que se está erosionado o perdiendo por el avance de la tecnología moderna y los cambios sociales", pero esa cierta afirmación deja fuera un elemento capital en las fotos de esta cronista de grandes dotes para la crónica visual: la inmensa capacidad para construir puestas en escena que parecen fabricadas y son, al contrario, tomadas de la realidad al cien por cien.

Los habitantes de Tiksi —unos 5.000 a estas alturas y en descenso, porque el puerto ha dejado de ser una de las bases de la ruta de navegación comercial ártica de los rompehielos rusos— que aparecen retratados en la colección dedicada al pueblo parecen formar parte de un ejército de seres de ficción: una niña mira por un caleidoscopio ante el mural oceánico pintado en la cocina; otra espera la llegada de su perro desde un trozo de hielo flotante...

El último meteorólogo del Ártico

El relato de Weather Man es todavía más poderoso narrativamente: muestra la vida solitaria de Vyacheslav Korotki, Slava, un meteorólogo de 63 años que vive en Khodovarikha, un puesto de avanzada de los confines nórdicos. La serie es el resultado de una búsqueda personal y de compromiso con la niñez: el padre de la fotógrafa la llevaba de excursión cuando era niña a algunos de los puestos de control climático de las zonas más alejadas.

Cuando quiso repetir la experiencia y buscar a alguno de los lobos solitarios que recordaba de la infancia tuvo que navegar durante dos meses en un barco para encontrar 22 estaciones abandonadas o automatizadas y sin atención humana antes de dar con Slava, el último de los meteorólogos del Ártico. La serie de fotos es inolvidable, sobre todo teniendo en cuenta que la estación fue cerrada poco después.

'Un mago del clima en el borde del mundo'

Arbugaeva, que estuvo viviendo con Slava dos semanas y media en el faro y estación metereológica de la que el hombre se hacía cargo desde 13 años antes, tomó una serie de fotografías donde mandan la larga noche polar y el aislamiento. La artista utiliza los fugaces rastros de la luz para crear una mayor sensación de espacio y perspectiva. Sus íntimos retratos en el atmosférico ambiente Ártico colocan al meteorólogo en la posición, como dice la fotógrafa, de "un mago del clima en el borde del mundo".

"En mi trabajo fotografió lo real", dice Arbugaeva, "pero también trato de crear una atmósfera surrealista, onírica, en la que destaque los sentimientos. No me interesa tanto la realidad de un lugar, sino las pequeñas piezas o momentos que contribuyen a la sensación de cuento de hadas que me invade cuando estoy allí. Estoy explorando nuevos lugares en África y Asia, pero siempre volveré al Ártico, donde están mi casa y mi corazón".

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