Madrid acoge la mayor antología de la fotógrafa chilena del estigma social Paz Errázuriz

  • Errázuriz (1944), es dueña de una de las miradas del documentalismo contemporáneo más involucradas en la dignidad de los perdedores y marginales
  • Boxeadores, travestis, enfermos psiquiátricos, personajes circenses y ancianos solitarios pueblan la obra de una reportera incansable cuya obra llega a Madrid.
  • Ganadora del premio PhotoEspaña 2015 por el rigor, la empatía y el respeto hacia los estigmatizados por la sociedad, la autora reclama que nos atrevamos a mirar.
Foto de ancianas de Paz Errázuriz
Foto de ancianas de Paz Errázuriz
Cortesía de la artista © Paz Errázuriz
Foto de ancianas de Paz Errázuriz

"Decidí entonces tener una profesión de vagabundo para buscar la verdad". Es del todo posible que el auto de fe para dedicarse a la travesía por el mundo con una cámara en las manos del gran Sergio Larraín (1931-2012), el mejor fotógrafo chileno del siglo XX —y uno de los indomables que ennoblecieron la profesión con una infinita dosis de aroma humano—, sea asumido también y al pie de la letra por su compatriota y gran admiradora Paz Errázuriz (1944), una reportera de sí misma, capaz del milagroso prodigio de aparecer autorretrada en cada una de las imágenes que hace a otros.

Boxeadores de engañosa valentía y blando poder, prostitutas honorables en los confines andinos y fronterizos de la república sudamericana, locos sentados en las estancias agotadas de los edificios arruinados donde la sociedad esconde a los diferentes, ancianos estigmatizados por haber vivido y después dejados de lado como restos inútiles de un naufragio, alcohólicos durmiendo con naturalidad en el único colchón al que tienen derecho: el pavimento de las aceras, freaks circenses con los ojos entristecidos de tanto hacer reír a los demás... Los personajes que Errázuriz muestra son una búsqueda infinita de sentido en las zonas de sombra de la sociedad.

Antropóloga y autodidacta

La reportera —ella prefiere hablar de "antropóloga" como oficio—, que llegó de rebote y por su propia cuenta a la fotografía —"ser autodidacta, me ha permitido una libertad tremenda y no pasar por ningún filtro"—, acaba de presentar en Madrid la mayor de las antologías nunca organizada sobre su obra de las últimas cuatro décadas de oficio. La exposición estará en cartel en la Sala Bárbara de Braganza de la Fundación Mapfre desde el 16 de diciembre hasta el 28 de febrero.

La muestra, con 170 obras, recorre las series abiertas —no considera que ninguna esté acabada del todo aunque el tema, puede ser la ceguera o los tangos, está fijado desde el comienzo— en las que Errázuriz ha trabajado con paciente insistencia. Todas tienen en común el espacio en que se desarrollan, los "espacios que no son mirados desde el poder", los márgenes sociales donde florece, dice la autora, "una riqueza humana que me maravilla".

'Minorías mayoritarias'

Contraria a que se le asigne la fácil categoría de fotógrafa de minorías o marginados —"para mí son minorías mayoritarias"—, la antología demuestra la pluralidad de los intereses de la documentalista. Contiene piezas de algunas muy aplaudidas colecciones: desde Kaweskar-Los nómadas del mar, sobre los últimos miembros de la tribu indígena austral de los alacalufes; hasta El infarto del alma, con retratos de pacientes del Hospital Psiquiátrico Philippe Pinel de Putaendo.

Dividida en una decena de secciones adaptadas a las querencias personales de la fotógrafa —el amor, la soledad, la desposesión, la dignidad de los perdedores, la invisibilidad social de los outsiders y el estigma que sufren...—, la gran retrospectiva muestra la manera circular y casi obsesiva en que Errázuriz regresa una y otra vez a sus temas. "Yo trabajo en series cerradas, en algunas puedo estar años. No siento que pertenezca a ningún grupo, pero me siento cerca de todos. Son temas donde la sociedad no pone su mirada, y pretendo dar ánimo para que la gente se atreva a mirar", explica.

'Que me conozcan a mí, que sepan lo que quiero'

¿Cómo consigue la intimidad de un estilo basado en la exploración antes que en la descripción? "Hago una especie de investigación antropológica. Necesito saber el dónde y el cómo. Otras veces convivo y veo mucho a las personas antes de hacer las fotos. Quiero que me conozcan a mí también, que sepan lo que yo quiero. Para El infarto del alma estuve trabajando en el hospital hasta que me hicieron parte del espacio y fueron ellos quienes me pidieron que los fotografiara", dijo ayer a preguntas de los periodistas.

Aunque es es una de las fotógrafas chilenas de mayor reconocimiento internacional —representó a su país en la última Bienal de Venecia y ganó el premio PhotoEspaña 2015 por su "honestidad, libertad y valentía"—, Errázuriz iba para maestra, profesión que ejerció hasta 1972. Empezó haciendo fotos infantiles en colegios y, a medida que perfeccionó técnica y mirada, empezó a asomarse hacia el fotoperiodismo durante la cruenta dictadura militar de Pinochet.

'El combate contra el ángel'

Casi sin reflexión, por un impulso sólo instintivo, se acercó entornos marginales y seres humanos que no encajaban con lo considerado tradicional, personas desprotegidas que dormían al raso, hombres y mujeres recluidos en psiquiátricos, artistas de modestos circos ambulantes, travestis perseguidos por la policía y boxeadores. Retratando a estos últimos en la serie El combate contra el ángel ha conseguido una especial hondura, radiografiando en retratos frontales a seres de cuerpos duros y almas frágiles.

Amante del blanco y negro y admirada por la ensayista Susan Sontag, autora de textos capitales sobre la fotografía como "protección contra la ansiedad",  Errázuriz sigue pensando que la cámara es un instrumento de autodisección. "Me interesa el ser humano", dijo en la presentación de la exposición madrileña, "pero esto es una búsqueda muy personal, hago mi autorretrato constantemente, es una búsqueda de identidad".

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