"En nuestras vidas ocupadas no siempre nos damos cuenta de la hermosura. Nos estamos olvidando de cómo mirar de cerca", dice Wim Pijbes, director del Rijksmuseum de Ámsterdam. La mayor pinacoteca pública de los Países Bajos ha decidido pasar a la acción y plantar cara al distanciamiento y la alienación causadas por la epidemia vírica de ejercer la mirada con la mediación de una pantalla digital, casi siempre de un smartphone enganchado a un monopie para hacerse autorretratos, los molestos instrumentos de egolatría cazurra conocidos como palo-selfies.

Mientras muchos centros artísticos del mundo han tomado la medida tajante de prohibir los artilugios porque molestan a los demás y se convierten en peligrosos para el público y las obras, la pinacoteca holandesa —que atesora en su sede de la Plaza del Museo un millón de piezas artísticas y recibe a casi 2,5 millones de personas cada año (es la 19º en el ranking global)— ha optado por una terapia constructiva y basada en la higiene sensorial. Invitan a los visitantes a reprogramar la mirada y la inteligencia emocional con un par de instrumentos simples: un lápiz y un bloc de dibujo.

La campaña #startdrawing —en holandés, #hierteekenen— , hashtags para las redes sociales (en holandés es de la inicitiva del Rijks aprende a dibujar, lleva en marcha varias semanas y es incluso anunciado mediante un spot en televisión,  quiere devolver la calma, la contemplación y el gozo sensorial de la visita a un lugar de recogimiento, lo cual nunca ha sido sinónimo de aburrimiento.

"En el mundo actual de los teléfonos móviles y los medios electrónicos la visita a un museo es a menudo una experiencia pasiva y superficial. Los visitantes  se distraen con facilidad y no experimentan la belleza, la magia y la maravilla", reflexionan los promotores al argumentar la iniciativa. "Estamos fácilmente distraídos: por otras personas, por nuestros propios pensamientos, por un pequeño dispositivo que vibra en un bolsillo. ¿No sería bueno si pudiéramos mirar un poco más cerca, un poco mejor. Tal vez tenemos que aprender a mirar. La buena noticia es que podemos".

La vacuna contra que inoculan en el museo contra el ruido tribal provocado por los gadgets y la cultura hedonista y muy animal de dejar constancia, marcando el territorio con selfies, gesticulaciones y cacareo, se basa en una prohibición —dejar en cabinas gratuitas las cámaras de fotos, sean de la forma que sean, y los teléfonos que nos venden como inteligentes— y una invitación: entregan a cada visitante que lo desee un bloc de buen papel y un lápiz, también adecuado para el arte del dibujo, e invitan a que miren y hagan arte.

"Queremos ayudar a los visitantes a descubrir y apreciar la belleza de la historia del arte a través del dibujo, porque ves más y mejor cuando dibujas y cuanto más te acercas a los secretos de los artistas", dicen desde el museo. Aclaran que no se trata de buscar excelencia en el resultado, sino el "disfrute y la más profunda participación", recuerdan que "todos sabemos dibujar desde niños" e insisten en buscar "la emoción del viaje, sin que importe el destino".

Se permite copiar o buscar inspiración o formular una respuesta a todas las obras expuestas, desde las colecciones de la Edad Media hasta la del sigloXX, con lo cual el abanico de posibilidades es muy amplio, pero los cuadros de más éxito entre los artistas aficionados son los de las grandes obras maestras de Vermeer y Rembrandt. La pinacoteca organiza talleres gratuitos para que los más apasionados se inicien en el arte de la pintura al natural de bodegones, figuras humanas o arte callejero.