Un museo para tocar el arte

  • El Museo Tiflológico de la ONCE ofrece a invidentes y videntes la posibilidad de tocar el arte, mediante maquetas y una exposición permanente de arte.
  • '20minutos.es' vive la experiencia de visitar el Museo Tiflológico y su sala de maquetas desde la perspectiva de un invidente.
Mireia Rodríguez guía al periodista ante la reproducción del Coliseo de Roma.
Mireia Rodríguez guía al periodista ante la reproducción del Coliseo de Roma.
JORGE PARÍS
Mireia Rodríguez guía al periodista ante la reproducción del Coliseo de Roma.

Llegando a la sede del museo, con una fachada más discreta de lo que suelen los grandes espacios dedicados al arte, me encuentro con la primera lección. Un taxi para y de él baja un invidente. No ve la acera, no sabe a qué distancia ha parado el taxi ni la dirección primera que ha de tomar, por lo que el taxista le ayuda. Tardan demasiado para una ciudad y un asfalto que no perdonan y el coche de detrás pita para que se muevan. La paciencia es la primera lección.

La segunda llegará pronto. Estamos en el Museo Tiflológico (calle de La Coruña, 18, en Madrid) un espacio de la ONCE dedicado al arte. Le diferencia de cualquier museo que aquí no hay barreras, ni cordones rojos que nos alejen de las obras, sino que está pensado para que cada creación se pueda tocar, oír e incluso oler. Inaugurado en 1992, es el primer museo de España dedicado a que los usuarios, ya sean ciegos o no, puedan experimentar el arte de una forma nueva.

La ONCE invitó a un grupo de periodistas a vivir cómo es reconocer una obra de arte sólo con las manos y con el oído, ataviados con un antifaz que bloqueara su vista. Éste es el relato de esa experiencia en primera persona.

El Museo Tiflológico es responsabilidad de María José Sánchez, Jefa de Promoción Cultural y Braille de la ONCE, que nos da la segunda lección: "hemos de aprender a tocar". Pienso que ya sé tocar. Después descubriré que efectivamente, la mano de la mayoría de nosotros no está habituada a tocar, porque "hay muchas formas de tocar". En este caso no la usaremos como herramienta, sino como sentido. ¿Recuerdan cuáles son los cinco sentidos? El tacto es ahora el primero de la lista.

Estrella es ciega. En el museo cumple una doble función, pues es la recepcionista y además la mejor guía de la galería. Me sorprende la soltura con que sale del mostrador, se acerca a uno de los periodistas y le lleva por el museo sin una sola duda. Después pienso, ¿por qué no iba a conocer su lugar de trabajo? "Somos tan atrevidos que en este museo te guían los ciegos", bromea María José Sánchez.

Para el recorrido a ciegas me toca como guía Mireia Rodríguez. Tiene 25 años y es licenciada en Historia del Arte. Desde hace un año ejerce como guía del museo gracias a una beca, mientras piensa qué Máster quiere hacer. Sus profundos ojos azules tienen una deficiencia visual que ella "no sufre", matiza, porque no le gustan los adjetivos que dan una idea equivocada.

Me pongo el antifaz. Sensación de vacío, de miedo inmediato a no saber dónde se está. Mireia, con suavidad, me coloca la mano en su brazo, para que pueda guiarme. Me da todo tipo de indicaciones, paramos, un paso a la derecha, hay gente delante... yo no lo veo, pero nos han explicado que ella se coloca para que yo no me golpee con nada. Su tranquilidad debería hacerme confiar, pero aún así no puedo evitar extender mi mano libre a modo de inútil protección contra un hipotético golpe. No ver implica ser valiente, tener seguridad, convicción.

En esta ocasión vamos a visitar uno de los espacios más populares del museo, la sala de maquetas, que contiene reproducciones a escala de los monumentos y edificios más importantes, nacionales e internacionales. "No son meras reproducciones, si no que están construídas desde una perspectiva artística, con materiales muy variados que intentan transmitir sensaciones acordes al monumento", nos explican y sirven "para que las personas ciegas podamos conocer elementos que no podemos percibir con la vista cuando hacemos turismo".

Aunque está orientado a las personas ciegas o con discapacidad visual, el Museo Tiflológico puede visitarlo cualquier persona (si es un grupo hay que pedir cita previa) y cada año pisan sus salas (que incluyen espacios destinados a la historia del cupón, sala de obras de artistas ciegos o deficientes visuales y sala de material tiflológico y de la historia de los ciegos como colectivo) unas 12.000 personas, entre ellas, además de invidentes, muchos escolares, estudiantes de arquitectura y amantes del arte.

Le pido a Mireia que no me diga qué maquetas vamos a tocar, pero la primera es inconfundible. El coliseo de Roma está ante mis manos. Mi guía coge con cuidado (una suavidad que me sorprende) mis manos y las lleva por toda la maqueta, explicándome los elementos que la forman, haciéndome fijarme en los detalles, en ocasiones sólo con un dedo para los elementos más pequeños. Percibir con el tacto es como mirar con la imaginación. Me doy cuenta de que la vista es el sentido fácil y que precisamente por ello a veces es demasiado superficial.

He estado en el coliseo en varias ocasiones, lo he visto en fotos, en reportajes... jamás había profundizado tanto en sus detalles ni nunca habría podido describirlo y recordarlo igual que después de haberlo tocado sin verlo. El tacto es un sentido que obliga a la concentración, a la atención máxima, que requiere mucho más esfuerzo, pero que da muchos más frutos.

Ver con las manos, es sin embargo, agotador y más lento, pero infinitamente más rico. "Los usuarios no suelen venir por todas las maquetas, si no por algunas en concreto", me explica Mireia. Nosotros hemos tardado cerca de una hora en palpar tres monumentos, que están realizados en diferentes materiales para dar idea de espacios y texturas, empleando textil, por ejemplo, para las zonas ajardinadas.

En el museo hay 38 maquetas, entre las que están reproducciones de las cuevas de Altamira, la Dama de Elche, el Acueducto de Segovia, varias maquetas de la Alhambra, la catedral de Santiago de Compostela y la basílica del Pilar, el Palacio Real, la puerta de Alcala... En la sala de internacional también podemos ver o tocar e incluso oler (la maqueta de la ciudad de Jerusalén tiene aroma), la torre de Pisa, el Kremlin, la Torre Eiffel, la estatua de La Libertad, el Mausoleo de Taj Mahal...

Todas las semanas una restauradora acude al museo a reparar o arreglar aquellos desperfectos que se hayan podido producir en las piezas, que están dotadas de cartelería y explicaciones en braille, en texto para deficientes visuales y en audio, con explicaciones tanto prácticas como históricas de todos los monumentos.

Cuando acabo mi experiencia me quito el antifaz y me doy cuenta de que es muy diferente ver con las manos y del enorme valor didáctico que tiene. Mireia, con paciencia infinita, me hace de guía una vez más y me indica la salida. No sé por dónde he entrado. Ver no siempre ayuda.

Otros museos para tocar

El museo de Bellas Artes de Bilbao cuenta con exposición permanente para invidentes, que incluye grandes obras pictóricas. El Museo Reina Sofía tiene piezas que se pueden tocar y ofrece visitas adaptadas a personas invidentes o con deficiencia visual. El mismo servicio ofrecen el Museo del Traje de Madrid y el Museo Arqueológico Nacional, con exposición permanente y visitas. CosmoCaixa Barcelona está adaptado al braille (solo en catalán).

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