Lucas, Andy y un guitarrista con gafas de sol

  • El concierto resultó poco equilibrado, con una presencia preminente de Lucas y la inactividad de Andy.
  • Durante el espectáculo tuvieron algunos gestos poco humildes.
  • El seguimiento fue escaso y el aforo del Cuartel de Conde Duque quedó medio vacío.
Lucas y el guitarrista de las gafas de sol.
Lucas y el guitarrista de las gafas de sol.
VICTOR LERENA / EFE
Lucas y el guitarrista de las gafas de sol.

Crónica

El dúo gaditano Andy y Lucas actuó este domingo en Madrid. Quizá esta afirmación no sea del todo correcta. Y no lo es porque el llamado Andy estaba en el escenario, pero no hacía gasto de voz, de ganas ni de nada. Luego ayer en Madrid actuó Lucas.

Este dúo debería llamarse Lucas y Andy a tenor del reparto de papeles. Durante todo el concierto el único que cantó y al único al que se oyó fue a Lucas, amén de que se ocupó en exclusiva de hablar y animar al público.

Mientras el "gordito" del grupo cantaba, Andy se dedicaba a ir de un lado a otro del escenario, sin gracia ni convicción, y a hacer algún que otro coro, que ni se oía ni hacía falta. En las raras ocasiones en que se arrancó a cantar lo único que pudo oírse fueron algunos gritos inconexos y más bien desafinados. ¿Estaría enfermo? ¿Tendría tocada la voz?

El caso es que además, mientras su compañero Lucas se esforzaba en hacerlo pasar bien al público, soltando gracietas, animando a dar palmas y a corear o bailando, el otro se dedicaba a charlar con el guitarrista acústico ¡En medio de las canciones!. Fue una enorme falta de respeto hacia el público y hacia su compañero demostrar lo mucho que le aburría su propio concierto.

En lo musical, lo cierto es que tampoco se pude alabar la sonorización, ni el resultado general. Por lo pronto, había un guitarrista con gafas de sol (pasadas las diez y media de la noche hace mucho sol en Madrid), al parecer el director musical de la orquesta, que tenía demasiado afán de protagonismo. No hubo tema en que no se pusiera en medio del escenario a hacer un solo de guitarra eléctrica, en plan estrella del rock. Resultaba triste.

Detalles poco afortunados

Lucas, que salvó lo poco que se podía salvar de aquello, tuvo algunos problemas de humildad al considerar que todo lo que tocaba podía convertirse en objeto de coleccionista. Durante una de las canciones se puso un sombrero. Lo llevó puesto unos quince segundos y lo arrojó al público en plan premio de estrella entregada. Lo peor llegó después.

En Madrid, en pleno julio, encima de un escenario lleno de focos y dando saltos se suda mucho. El caso de Lucas no fue una excepción. En medio de un lance cantarín cogió una toalla, se secó el abundante sudor ¡y también la arrojó al público!. Gesto de estrella del pop mundial, pero eso sí, las fans, loquitas.

Más tarde los dos cantantes, en un gesto cutre y salchichero, sacaron algunas camisetas con su estampa y las arrojaron al público cual tómbola bien avenida. Eso sí, recordando a quien no pilló que detrás del graderío estaba la tienda.

Seguimiento escaso.

El auditorio del Cuartel de Conde Duque, en Madrid, pequeño de por sí, quedó medio vacío y apenas unas doscientas jovencitas se apiñaban con holgura frente al escenario. En el graderío, el blanco de los asientos vacíos relucía bajo la luna madrileña. Casi la mitad superior del aforo quedó disponible y sin posadera que acoger.

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