Para la pintora Jessica Hess los restos urbanos que los humanos dejamos atrás son una fuente de inspiración. Edificios abandonados, construcciones pasadas por alto y en decadencia, escenarios sin vida siempre pero iluminados por grafitis posteriores al descuido: esos son los temas de los grandes cuadros —en un sentido textual: todos son de dimensiones notables— que la joven artista estadounidense reproduce con una mirada hiperrealista, como redactando un testamento definitivo para los vestigios.

En More Is More (Más es más), un título que indica la intención de revisar otra vez los lugares y espacios que la civilización considera agotados y, al mismo tiempo, poner en solfa el lema Menos es más de los modernistas del siglo XX, Hess muestra obras recientes en la galería Hashimoto Contemporary de San Francisco (EE UU), el área en la que vive la pintora. La exposición, en cartel hasta el 29 de agosto, es un paseo por las exactas "recreaciones de lugares estancados en el tiempo", según sostiene Hess.

Aunque el estilo básico sigue siendo el mismo —hiperrealismo puro: la representación de la realidad y sus mínimos detalles con más fidelidad que la fotografía— y tampoco el temario ha cambiado —manifestaciones de obras de arte urbano tomadas del natural, sobre todo grafiti y murales—, la artista sostiene que algo ha cambiado en su manera de culminar los cuadros. Ya no le interesa, dice, demostrar que está "técnicamente cualificada" para pintar cuadros que podrían ser confundidos con fotos.

"Mis antiguos cuadros se estaban volviendo redundantes para mí. Me sentía como una fotocopiadora humana", declara en una entrevista en la web de Juxtapoz. "Comencé a esforzarme para explorar la parte más expresiva de los cuadros, preservando algunos de los felices accidentes que surgen en el proceso de pintar. Dejé de esconder las partes emocionales de mi técnica", añade.

El resultado es un hiperrealismo más reflexivo donde a veces hay lugar para que asome con timidez cierto grado de abstracción, como en las capas que añade aThe 101, la vista de una tolva ferroviaria montada a través de varias visiones ensambladas, como si se tratara de un mosaico. "Quiero romper el estilo que el público llama fotorrealista para hacer obras más dinámicas y reflexivas (...) La abstracción me interesa pero creo que las obras abstractas  son el resultado de años de observación y disección de la realidad".

A través de la exploración visual —Hess confiesa que le fascina buscar y explorar lugares abandonados— y la toma de fotografías, a veces "centenares" en un mismo espacio, la pintora imprime las imágenes, las monta en collages de gran tamaño componiendo una sola imagen con las fracciones recortadas de muchas, y comienza el proceso de llevar a lienzo los lugares, siempre vacíos, que le emocionan. Aunque el grafiti es constante —"es un plus, añade dinamismo"—, en los últimos tiempos se está dejando llevar por impulsos menos condicionados por la brillante seducción de las obras pintadas con aerosoles.

Pese a tratarse de restos deshabitados y donde manda la ausencia, los paisajes, como dicen desde la galería, están "llenos de gestos humanos". Es una búsqueda de las "presencias estancadas" que se han quedado a vivir en las estructuras fabricadas por el hombre y descartadas. Hess quiere "reinventar el abandono", concluyen.