Playas, bares, restaurantes y piscinas sólo para mujeres en Egipto

  • Si pagan una playa por siete euros puden disfrutar de tiendas de complementos, cafeterías y música en vivo.
  • En el metro, las egipcias tienen reservados los dos primeros vagones del metro para evitar miradas extrañas.
  • En Riccione (Italia) se ha inaugurado una playa en la que no se aceptan hombres.
Mujeres en la recién inaugurada playa para mujeres de Riccione (Italia). (RTRPIX)
Mujeres en la recién inaugurada playa para mujeres de Riccione (Italia). (RTRPIX)
Mujeres en la recién inaugurada playa para mujeres de Riccione (Italia). (RTRPIX)

Este miércoles se ha podido ver cómo en Italia se ha abierto una playa exclusivamente para mujeres. Los hombres no están bien vistos allí.

Del mismo modo, en El Cairo, una ciudad en la que enseñar una rodilla puede desembocar en un escándalo, es cada vez más frecuente encontrar lugares libres de la presencia masculina en los que se lee el cartel "sólo para mujeres".

Piscinas, playas, vagones de metro, mezquitas, escuelas públicas y hasta cafeterías reservan espacios, días u horas para que la clientela femenina campe a sus anchas, se despoje de los velos que las cubren en la vía pública y hagan vida normal.

En un ambiente social, cultural y religioso que recrimina duramente dejar a la vista la piel de la mujer, disponer de un espacio libre de las miradas masculinas se ha convertido en una necesidad vital.

En las playas públicas egipcias, que una mujer se muestre en bañador es sencillamente impensable.

Playas de pago a 7 euros

Por eso, para lograr un buen bronceado la única posibilidad es desplazarse a una playa de pago para clientela "chic" y moderna, o bien optar por una "playa para mujeres".

En estos lugares, la discriminación no es sólo de sexo, sino también de renta, ya que estas playas están en clubes y balnearios exclusivos y cobran una entrada de 50 libras egipcias (unos 7 euros o 9 dólares).

Eso sí, una vez dentro las mujeres se ponen el bikini y disfrutan de un ambiente elitista con tiendas de complementos, cafeterías y música en vivo.

Los servicios públicos como el metro o las piscinas hace tiempo que se han hecho eco de la demanda de espacios femeninos.

Todos los trenes del metro cairota reservan los dos primeros vagones sólo para las mujeres y la medida no puede tener más éxito porque están siempre abarrotados.

Las egipcias pueden ocupar cualquier vagón, pero si se sienten intimidadas por las miradas escrutadoras o los comentarios capciosos de los hombres pueden refugiarse en el gineceo previsto por el transporte metropolitano.

Piscinas públicas

Por su parte, las piscinas públicas disponen de horario exclusivamente femenino.

Esta solución, que puede parecer desfasada para la mentalidad occidental, se hace imprescindible si una mujer con velo quiere nadar con libertad de movimientos y sin la mirada de los hombres.

En el caso de las piscinas durante las horas "sólo para mujeres" la reconversión del espacio es total, pues el personal subalterno -socorristas, mantenimiento- sólo puede ser femenino.

Las escuelas públicas

Las escuelas públicas son un ejemplo curioso de segregación sexual.

Niños y niñas acuden juntos al colegio durante el ciclo preescolar y la formación primaria, pero al llegar al filo de la adolescencia se impone la segregación.

Así, los menores estudian en colegios separados desde los doce años hasta el ingreso en la universidad, momento en el que volverán a compartir aula con ejemplares del sexo opuesto.

Rezar por separado

Elevar las plegarias a Dios también parece ser más eficaz si se hace por separado.

Las mezquitas de mayor tamaño disponen de puertas distintas y de un espacio propio para que las mujeres, al no ser vistas, no distraigan la atención del creyente.

Pero quien considere que es una cuestión únicamente relacionada con el Islam, se equivoca.

Las iglesias coptas en Egipto respetan la norma no escrita de sentar en bancos separados a hombres y mujeres y, por más que resulte extraño, la regla no se rompe ni en el caso de las familias.

La última aportación ha llegado del sector hostelero, donde alguien ha comprendido que la segregación puede convertirse en negocio.

Café-restaurante

En la capital egipcia hace poco más de seis meses abrió sus puertas un café-restaurante que no permite la entrada a los hombres.

Con una decoración propia de una película de Pedro Almodóvar, llena de telas de colores y sofás estridentes, este café abre sus puertas para que "las mujeres se sientan libres y sean ellas mismas", según dijo a Efe Mona, la camarera del establecimiento.

Libertad es la palabra que más repite esta egipcia de 24 años cuando se refiere al local en el que trabaja.

"Las mujeres vienen, se quitan el niqab (velo que sólo deja al descubierto los ojos), comen, charlan, fuman y bailan con sus amigas en un ambiente de tranquilidad", asegura.

"La mayoría de la clientela es del barrio, pero algunas mujeres vienen desde otros puntos de El Cairo para tomar algo con nosotras", añade.

Ellas dicen que se sienten cómodas en los espacios reservados, pero no deja de ser una gran paradoja que, para ser libre, sea necesario esconderse.

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