Los años de Warhol como patrón del 'underground' neoyorquino

  • Aburrido de la pintura el 'capo' del arte pop se concentró a partir de 1965 en el mecenazgo y la apropiación de música, cine y espectáculos.
  • 'Warhol Underground', en la sucursal del Pompidou en Metz, permite visualizar el ambiente agitado y loco de la Factory, el local-fusión donde llevó a término su sueño.
  • Paredes de papel de aluminio, muchas drogas y belleza creativa —Lou Reed, John Cale, Nico, Jonas Mekas, las 'superstars'...— son recordadas en la muestra.
El reportero Steve Shapiro es el autor de esta foto de Warhol, en primer plano, con The Velvet Underground en 1966. Lou Reed es el sexto desde la izquierda. A su lado, Nico.
El reportero Steve Shapiro es el autor de esta foto de Warhol, en primer plano, con The Velvet Underground en 1966. Lou Reed es el sexto desde la izquierda. A su lado, Nico.
© Stveve Schapiro © The Andy Warhol Foundation for the Visual Arts, Inc. / ADAGP, Paris 2015
El reportero Steve Shapiro es el autor de esta foto de Warhol, en primer plano, con The Velvet Underground en 1966. Lou Reed es el sexto desde la izquierda. A su lado, Nico.

Dos frases de Andy Warhol (1928-1987), un tipo que hablaba poco pero pensaba bastante. Primera: "nunca quise ser un pintor, deseaba ser bailarín de claqué". Segunda: "ya no pinto, lo dejé hace un año más o menos, ahora hago cine; la pintura fue una fase que ya agoté". Después de ser elevado a los cielos en vida como sumo sacerdote del arte pop, un género que habían inventado un grupo de artistas ingleses de los que el mundo se olvidó bien pronto por influjo del colonialismo cultural de los EE UU, el avezado traficante de banalidad que convirtió en alta cultura la banalidad publicitaria —una lata de sopa, un bote de detergente...—  quiso convertirse en capo de lo audiovisual.

La exposición Warhol Underground, hasta el 23 de noviembre en la sucursal del Centro Pompidou de Metz (Francia), es un retroceso de medio siglo en el tiempo para reconsiderar y reconstruir a qué se dedicó Warhol desde más o menos 1965: ser el patrón del tiempo de excesos, fiestas de escándalo y proyectos alucinados de Nueva York y el anfitrión de la gente guapa, loca o creativa que se acercaba con curiosidad.

Discoteca, taller, plató...

Todo ocurrió en The Factory, el local-fusión que Warhol montó en 1962 y que permanecería abierto, en dos ubicaciones distintas, durante 25 años. Era una mezcla de discoteca sin horario de cierre, taller de arte, plató cinematográfico y lugar de refugio que funcionaba como una línea de montaje de producción artística y un lugar dinámico para la interacción social y cultural entre Warhol y su cohorte de amigos, amantes, artistas, conocidos casuales y espectadores curiosos.

La exposición presenta los rastros documentales de aquel "campo de experimentación y punto de encuentro de las vanguardias", dicen desde el museo. Se exhiben más de 150 fotos de autores que actuaron como testigos de aquella demencia fructífera, entre ellos Billy Name, considerado el fotógrafo oficial de la factoría entre 1963 y 1970; Steve Schapiro, que llegaría a ser un reportero de primera fila, y Stephen Shore, que ha reivindicado como artística la estética de los snapshots (instantáneas).

'Lugar abierto a todos'

The Factory se convirtió, dice la comisaria de la muestra Emma Lavigne, en "un lugar abierto a todos" que puede ser considerado el escenario de gestación y alumbramiento del "arte total" y un espacio pionero de los clubes de performance donde ver y ser visto eran opciones obligatorias para entrar en el quién es quién del underground: paredes forradas de papel de aluminio o pintadas de negro, recónditos espacios donde el arte y la vida se fundían en la misma cosa, un gran sofá rojo y, claro, muchas drogas y belleza.

Vampiro de fino olfato, Warhol se convirtió en un ser multiforme que intervenía en disciplinas de las que nada sabía y que dejaba en manos de otros para poner en el último momento la firma de Rey Midas que garantizaba difusión, agregaba ceros a la derecha a su ya tremenda fortuna y agrandaba su leyenda. Nacieron así las películas, que nunca dirigió personalmente y el disco The Velvet Underground & Nico (1967), donde su nombre aparecía en la portada  y no el del grupo pese a que la única contribución de Warhol fue la mítica banana y lo demás corrió a cargo de los músicos, sobre todo Lou Reed y John Cale, dos de los protegidos del gurú.

Hacer fotos Polaroid

El mecenas y anfitrión, que solía reducir todo su esfuerzo a tomar fotos Polaroid de los visitantes, también produjo, aunque la idea no era suya sino del cineasta Jonas Mekas, Exploding Plastic Inevitable, un montaje de proyecciones, efectos de iluminación y performance pensado para ser usado durante las actuaciones de The Velvet Underground —la exposición del Pompidou recrea el espectáculo—, y eligió, retrató y filmó a sus superstars, las chicas a las que convirtió en heroínas instantáneas, entre ellas la musa Edie Sedgwick, a la que dejó en la estacada cuando ella empezó a tener severos problemas mentales que concluyeron en suicidio, y la transexual Candy Darling.

La muestra de Metz concede especial importancia a la "decisiva" aportación de The Factory en el tintar los años sesenta con una "sensibilidad más oscura". El estudio de Warhol fue un "espejo gigante" que reflejó las corrientes del arte underground y también un "taller práctico" donde los proyectos podían convertirse en reales y las ideas de vida y fiesta eran siempre simultáneas.

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