¿Vacaciones en Palestina? Los turistas mochileros se hacen sitio en los hostales de Ramala

  • La ciudad de Ramala, antes monopolizada por una decena de hoteles, ofrece ahora hostales para turistas con poco presupuesto.
  • Sis dueños ayudan a los animados viajeros con mochila a adentrarse en el ocio, la gastronomía y la realidad política palestina.
  • Son jóvenes movidos por inquietudes culturales, lingüísticas o políticas.
Un vendedor palestino coloca varias fresas en la víspera del día de San Valentín, en el pueblo cisjordano de Ramala. El día de San Valentín, tradicionalmente celebrado en los países occidentales como "día de los enamorados", se ha vuelto también popular entre los palestinos, a pesar de ser considerado por los sectores más tradicionales como anti-islámico.
Un vendedor palestino coloca varias fresas en la víspera del día de San Valentín, en el pueblo cisjordano de Ramala. El día de San Valentín, tradicionalmente celebrado en los países occidentales como "día de los enamorados", se ha vuelto también popular entre los palestinos, a pesar de ser considerado por los sectores más tradicionales como anti-islámico.
Atef Safadi / EFE
Un vendedor palestino coloca varias fresas en la víspera del día de San Valentín, en el pueblo cisjordano de Ramala. El día de San Valentín, tradicionalmente celebrado en los países occidentales como "día de los enamorados", se ha vuelto también popular entre los palestinos, a pesar de ser considerado por los sectores más tradicionales como anti-islámico.

Cada vez más turistas mochileros apuestan por un destino hasta ahora nada convencional: Ramala, donde hostales locales ayudan a los animados viajeros a adentrarse en el ocio, la gastronomía y la realidad política palestina. "Welcome to Palestine!" resuena en las calles ante la presencia de un aturdido y fascinado "ashnabi” (extranjero, en árabe) que se zambulle en los bramidos del claxon, el vocerío de los vendedores callejeros y el fuerte aroma del café local. Mochila al hombro y curiosidad en ristre, suelen dirigirse a uno de los dos modernos hostales que en dos últimos años han cambiado las posibilidades de alojamiento en Ramala, antes monopolizada por una decena de hoteles prohibitivos para viajeros de bajo presupuesto.

"Cada día, nuevos huéspedes son gratamente sorprendidos por la realidad de Cisjordania y cuán diferente es de sus expectativas. Esperan ver ciudades llenas de escombros con milicianos armados hasta los dientes", revela Mike, copropietario europeo del albergue Área D, nombre que añade una dimensión a las tres (A, B y C) en las que se divide Palestina en virtud de los acuerdos de Oslo. "Y cuando se encuentran con una baja criminalidad, infraestructuras relativamente modernas y gente amigable viviendo bajo una ocupación militar muy visible, tienden a cuestionar sus juicios previos y algunos hasta sus creencias fundamentales", avivados por experiencias como el cruce de controles militares israelíes o el avistamiento de asentamientos.

Víctor Vilchisteria, ingeniero de software mexicano de 28 años, se aloja en el denominado Hostal en Ramala, pionero en ofrecer desde 2013 una alternativa de alojamiento a bajo coste (diez euros la noche) para satisfacer las necesidades de un mochilero que, en general, tiene un presupuesto ajustado, ganas de explorar y está ávido de interacciones "reales". "Quería conocer mejor Cisjordania, hablar con la gente y formarme una opinión por mi mismo de lo que sucede para tener una concepción integral del conflicto. Creo que así se humaniza el problema", cuenta en una de las múltiples zonas comunes del hostal, abarrotado de folletos turísticos y políticos, y dedicatorias de visitantes de todo el mundo.

Según el dueño palestino del albergue, Chris Alami, el perfil de Víctor coincide con el de la gran mayoría de turistas que llegan a Cisjordania: jóvenes movidos por inquietudes culturales, lingüísticas o políticas. Sin embargo, cada vez es más frecuente la figura del viajero que, tras pasar unos días en Israel y a pesar de las advertencias que recibe allí sobre seguridad, decide conocer Palestina.

"Están en Jerusalén, Tel Aviv y ven que les sobran unos días. Es fácil y barato ir a Ramala. Coges un autobús en Jerusalén por 8 shekels (menos de dos euros), cruzas un puesto de control –que te llevará entre media hora y hora y media, dependiendo del tráfico– y aterrizas en una tierra totalmente diferente", explica Alami. Y, después, muchos prolongan su estancia.

"Desde el punto de vista del viajero, Ramala tiene mucho potencial. Es divertido, es barato, seguro, proporcionamos actividades como tours culturales y políticos y todo casi gratis", abunda Alami, satisfecho de abrir camino y "ayudar a crear una comunidad hostelera (que se expande hasta Nablus, Jericó o Belén) que beneficie el futuro del turismo en Palestina".

Laura, de 21 años, participará en las clases de intercambio de idiomas, cocina palestina y salidas nocturnas por los bares de Ramala guiada por el personal del Área D antes de continuar con sus estudios universitarios en Suiza. "Quería ver ambos lados y después no me quise quedar en Israel", afirma, confesando que ella misma se mostró reticente a dar el paso hacia los territorios palestinos ocupados por creer que sería muy complicado desplazarse por la zona. "Pensé: Voy a tener que prestar mucha atención en cada punto de control. Pero no. No es difícil, lo contrario. Viajar aquí no es un problema. Lo recomiendo", anima, impresionada por la predisposición a ayudar percibida entre los residentes locales.

El copropietario de Área D lo tiene claro: "A los viajeros les encantan la gente, la comida, las vistas y la sorpresa de encontrar algo inesperado, que es la parte más divertida del turismo mochilero". "Y diría que, lo que provoca mayor impacto, es la simpatía de los palestinos, los puntos de control y comprobar que nadie, a pesar de lo que escucharon en Israel, quiere hacerles daño", añade.

Los receptores de esta nueva ola turística, reacios en ocasiones a estilismos o comportamientos de extranjeros ajenos a la cultura local –conservadora y tradicional– suelen imponer la hospitalidad sobre todo trato y en general agradecen la presencia de turistas que "gastan dinero y ven la situación con sus propios ojos", afirma Alami.

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