El programa atómico iraní: un producto de EE UU que llegó a ser la pesadilla de Occidente

Foto de archivo del 8 de marzo de 2007 y facilitada por la oficina de la Presidencia iraní que muestra al entonces presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad (c), mientras inspeccionan la central nuclear de Natanz, en el centro de Irán.
Foto de archivo del 8 de marzo de 2007 y facilitada por la oficina de la Presidencia iraní que muestra al entonces presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad (c), mientras inspeccionan la central nuclear de Natanz, en el centro de Irán.
EFE
Foto de archivo del 8 de marzo de 2007 y facilitada por la oficina de la Presidencia iraní que muestra al entonces presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad (c), mientras inspeccionan la central nuclear de Natanz, en el centro de Irán.

Las mismas potencias que acaban de cerrar este martes un histórico acuerdo con Irán para limitar su programa nuclear destinado a descartar que se haga con la bomba atómica son las que introdujeron a ese país en esa tecnología cuando, antes de la Revolución Islámica de 1979, era todavía un importante aliado de Occidente.

Fue en 1957 que la entonces 'Persia', gobernada con mano dura por el sha Mohamed Reza Pahlevi, hizo su primera andadura en el campo nuclear, siempre bajo el auspicio de Estados Unidos.

Diez años más tarde el poderoso aliado norteamericano le facilitó el primer reactor y el sha lanzó un programa de inversiones millonarias para formar a técnicos, producir combustible nuclear y desarrollar centrales nucleares propias, con la participaron también de Francia y Alemania.

La llegada de la Revolución Islámica

Estos planes chocaron en 1979 con el triunfo de la Revolución Islámica y con la opinión de su líder, el ayatolá Jomeini, de que la energía nuclear era algo satánico.

La guerra con Irak (1980-1988) acabó por enterrar el programa atómico iraní hasta mediados de la década de 1980, cuando retomó unos esfuerzos cuyas intenciones reales, militares o civiles, siguen hasta hoy sin estar claras. A partir de ese momento, fueron Pakistán, China y, más tarde, Rusia los socios nucleares del Irán de los ayatolás.

Las presiones de Estados Unidos, movidas por sus sospechas de una intención militar oculta, provocaron durante la década de 1990 que China, Argentina y Rusia rompieran o limitaran su colaboración técnica con Teherán.

Información oculta durante años, al descubierto

A finales de 2002, la oposición iraní reveló la existencia de una planta de producción de uranio enriquecido en Natanz y una planta de agua pesada en construcción en Arak, dos instalaciones que Irán había mantenido en secreto durante años.

A partir de ahí, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) comenzó a inspeccionar el programa atómico iraní para descubrir que durante 18 años había ocultado información.

La compra clandestina de material nuclear, el desarrollo de detonadores relacionados con explosiones en cadena y la adaptación de misiles para transportar cabezas nucleares son algunos de los temas en los que Irán estuvo investigando.

La falta de transparencia frente al OIEA se fue alternando con momentos de cooperación, como entre octubre de 2003 y agosto de 2005, cuando Irán aceptó paralizar su programa de enriquecimiento.

Este combustible, de uso tanto civil como militar en función de su grado de pureza, se convirtió rápidamente en la principal causa de fricción entre Irán y la comunidad internacional.

Sanciones a Irán

En 2006, ante los repetidos incumplimientos de Irán y su negativa a dejar de enriquecer uranio, el OIEA remitió el expediente iraní al Consejo de Seguridad de la ONU. Teherán asegura que ese paso significó una politización de un asunto que debía tratarse en el ámbito técnico del OIEA.

La ONU, EE UU y la Unión Europea aprobaron varias tandas de sanciones que congelaron fondos iraníes en el extranjero, bloquearon sus transacciones financieras e interrumpieron el comercio de petróleo, causando enormes daños a la economía iraní.

Lejos de ceder, Irán decidió acelerar sus esfuerzos atómicos y fue mejorando la cantidad y la pureza del uranio enriquecido, hasta llegar a un nivel del 20%. Aumentar la pureza a ese nivel es más difícil que llegar luego al 90%, lo necesario para fabricar una bomba.

Aperturismo tras la llegada de Rohani al poder

Pese a que hubo esfuerzos negociadores, la diplomacia no volvió a imponerse en el conflicto nuclear hasta que llegó a la presidencia iraní el pragmático Hasan Rohani, que había sido negociador nuclear en la época en la que Teherán accedió a congelar su programa.

A partir de ahí, las reuniones se sucedieron, el nivel de los interlocutores fue subiendo y en septiembre de 2013 incluso de produjo un encuentro histórico entre los ministros de Asuntos Exteriores de EE UU e Irán, dos países sin relaciones diplomáticas desde 1979.

Apenas dos meses más tarde ya estaba acordada una primera hoja de ruta para la negociación nuclear entre Irán y el llamado Grupo G5+1 (China, EE UU, Francia, Reino Unido, Rusia y Alemania).

El núcleo de ese acuerdo: Irán acepta detener ciertas partes de su programa atómico y las grandes potencias congelan la aplicación de algunas de sus sanciones.

Las partes se dieron de plazo hasta julio para llegar a un acuerdo definitivo que permita a Irán tener un programa atómico civil pero limitado y vigilado para que no pueda fabricar armas.

Esa fecha llegó sin acuerdo y la negociación se prorrogó hasta noviembre, cuando una vez más, se decidió que merecía la pena seguir adelante con las negociaciones. El nuevo límite se marcó en abril de 2015, cuando se llegó a un acuerdo de principios, cuyos detalles definitivos acaban de cerrarse este 14 de julio en Viena.

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