Una colección de textos muy raros del escritor Franz Kafka permanecerán en la biblioteca nacional de Jerusalén, poniendo fin a una larga disputa judicial, según fuentes de la corte israelí.
Estos manuscritos llegaron a manos del escritor de origen judío Max Brod, amigo y testaferro de Kafka, con el deseo de que los quemara a su muerte, que se produjo cuando tenía 40 años.
Pero Brod los conservó y tras la invasión de Checoslovaquia por los nazis en 1939, emigró a Israel llevando consigo los manuscritos de Kafka, que se los legó a su fiel secretaria, Esther Hoffe, tras su muerte en 1968.
Hoffe falleció en 2009 y dejó en herencia parte del archivo, valorado en varios millones de dólares, a "la Universidad Hebraica de Jerusalén o a la biblioteca municipal de Tel Aviv o a otra institución en Israel o en el extranjero".
Otra parte de los documentos quedaron en manos de sus dos hijas, por lo que los documentos pasaron a ser disputados entre varias universidades, los archivos nacionales de Alemania y de Israel, y las herederas.
Los jueces israelíes calificaron como "criminal" la forma en la cual esta colección fue gestionada por la familia Hoffe.
Finalmente un juez ha decretado que la colección Brod deberá ser entregada a la Biblioteca Nacional israelí.
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