El 'camionero de los GAL': "He llevado millones de los fondos reservados de España a Suiza"

  • 20minutos entrevista a Miguel Brescia Guillén, el último preso que quedaba en España relacionado con los GAL.
  • Condenado a 68 años de prisión por matar en Francia a dos personas, ha cumplido 20 años aunque asegura que él no participó en el crimen.
  • El atentado fue reivindicado por los GAL como un error, aunque Brescia afirma que todo se hizo para tapar un asunto de drogas.
  • Durante muchos años "hice entre 15 y 18 viajes de España a Suiza transportando millones y millones de los fondos reservados".
Miguel Brecia Guillén, más conocido como el 'camionero' de los GAL, posa ya libre.
Miguel Brecia Guillén, más conocido como el 'camionero' de los GAL, posa ya libre.
JORGE PARIS
Miguel Brecia Guillén, más conocido como el 'camionero' de los GAL, posa ya libre.

Miguel Brescia Guillén, 61 años, originario de Gavarda (Valencia), camina con cierta dificultad debido a sus problemas de salud mientras habla con voz rota y espesa, debido a los dos años que se pasó en coma en un hospital tras sufrir un accidente de tráfico cuando tenía 28 años en la carretera que unía Málaga y Granada. Camionero de profesión, recorrió media Europa transportando frutas montado en su tráiler. Su ruta y su destino se torcieron el 17 de febrero de 1986 en la localidad vascofrancesa de Bidarray. Esa noche participó en el asesinato de Cristhobal Machicotte, de 60 años, y Catherine Brion, de 16. Fue el penúltimo crimen de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL). La banda llegó a perpetrar 27.

El 31 de mayo, 29 años después del atentado, Miguel Brescia salió de la prisión de Segovia tras pasar los últimos 21 años entre rejas. Hasta ese domingo 31 Brescia era el único miembro de los GAL que continuaba preso en España desde que la banda protagonizara su carta de presentación en 1983 con el secuestro y asesinato de los presuntos etarras José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala. Bautizado como el ‘camionero de los GAL’, Brescia fue condenado el 4 de junio de 1999 a 68 años de prisión.

Según la sentencia, Brescia, junto a otra persona no identificada, tiroteó a las víctimas cuando viajaban en un vehículo al confundirlas con dos miembros de ETA a los que tenían el encargo de matar. Los GAL reivindicaron después el atentado y reconocieron que el crimen había sido un "error". La Audiencia, en cambio, absolvió a Brescia del delito de pertenencia a banda armada, aunque le consideró colaborador de los GAL. "Yo no los maté", reitera. "Nunca participé en ninguna acción armada de los GAL". Dos años después, en mayo de 2001, el Supremo aumentó su pena al considerar que su colaboración era  pertenencia a banda armada "puesto que Brescia realizó viajes por encargo de los GAL al menos durante tres años".

Según la sentencia, en 1986 Miguel Brescia y su amigo francés Yanick Coudrét fueron emplazados por un tal "Óscar" para ir a San Sebastián, donde éste les propuso matar a un refugiado francés conocido como el "poeta" que vivía en un caserío de la localidad francesa de Bidarray, por lo que les pagaría 7 millones de pesetas a cada uno. Ese 17 de febrero de 1986, tras haber alquilado en San Sebastián un coche bajo una identidad falsa, Brescia y otras dos personas viajaron a Bidarray para ejecutar la acción, y una vez allí, "Óscar" les facilitó las armas de fuego. Miguel Brescia y una persona con barba no identificada aparcaron su coche cerca del caserío mencionado y aguardaron la llegada de su víctima. El atentado se cometió sobre las 21 horas pero los tiradores confundieron el vehículo. Efectuaron 21 disparos contra Christobal Machicotte, un agricultor de 60 años, y Catherine Brion, de 16 años, estudiante. El primero recibió 16 impactos de bala y la joven, cinco, lo que les causó la muerte.

¿Cometió usted el crimen?

No, no lo hice. Y lo dije en la Audiencia Nacional. Aunque yo lo vi todo, lo vi todo. Yo no apreté el gatillo. Yo saqué a la chica del coche, pero cuando vi que tenía cinco impactos de bala supe que no viviría. La dejé tumbada en la hierba. Yo estaba allí de observador para informar de que se había producido con éxito.

¿Quién lo cometió?

Lo que había ahí era una trama internacional de tráfico de cocaína. Yo sabía que en Bidarray vivían dos etarras y en qué casas. ¿Cómo nos íbamos a equivocar cómo luego dijeron ellos? [Brescia, en la entrevista, repite muchas veces la palabra ellos para referirse a los GAL] Nunca se ha sabido lo que había de por medio, y lo digo porque yo esas muertes las he pagado a cañón, me he tirado 20 años allí dentro. Dijeron que fue un error de los GAL, ¿qué error? Sabíamos donde vivían los etarras.

¿Entonces por qué se tiroteó al hombre y a la chica?

Porque les interesaba. Yo solo sé que se perdieron 700 kilos de coca y 1.000 kilos de 'chocolate'. La mercancía se cargó en Algeciras. La transporté aunque no estaba de acuerdo, pero al final otro viaje más me dio igual. La transporté hasta Francia y la entregué a quien tenía que entregarla. Pero la droga se perdió y alguien tenía que pagar. El dueño del material si no ve la droga, o quiere ver billetes o quiere ver cadáveres. Eso es así.

¿Qué tenían que ver ese agricultor de 60 años y a la chica de 16 con esa entrega de drogas?

Eso ya no lo sé. Lo sabían los otros. Esas muertes estaban relacionadas con el tráfico de drogas. [Brescia asegura que entre la entrega de la droga y el atentado pasó un año].

Pero el hombre era un humilde agricultor y la chica estaba estudiando en París. ¿Cómo estaban relacionados con ese transporte de drogas?

A lo mejor les mataron para justificar que alguien había muerto por la pérdida de la droga. Aquí el GAL no tiene nada que ver. Se clasificó como atentado del GAL pero no tiene nada que ver. Este atentado nunca ha estado claro.

Si no cometió usted los crímenes, ¿por qué se entregó nueve años después en Pamplona? Lo hizo en 1995, antes de conceder una entrevista a la revista Interviú.

Primero, porque se chivaron de mí. [Yannick Coudrét contó en 1988 a la Policía francesa que Brescia fue el autor de los disparos] Segundo, porque los que sí participaron eran amigos. Yo ya estaba seguido y me daba igual. Además, los otros ya habían sido detenidos en Francia y cumplían penas muy altas. No quise que cumplieran más. Y me dije, esta la pago yo, pase lo que pase. Por el juicio pasó mucha gente, y miento si le digo que no los conocía, pero no estaban implicados y por tanto no hay que inventarse tonterías.

¿Le dio igual ‘comerse’ 20 años de prisión?

Me prometieron que en dos o tres años saldría. Pero se convirtieron en 20 años.

Entonces, le engañaron. ¿Quién?

Sí, bastante. [Miguel sonríe. No quiere decir el nombre de quién le engañó]. Alguien importante, un pez muy gordo, créeme. Vive y sigue coleando. Creo que tienen miedo de que me hayan soltado.

¿Por qué decidió entregarse?

Había que tapar el crimen. Llegaron incluso a mandarme a alguien para matarme, en Irún, pero no tuvo lo que hay que tener. No se atrevió. Le dije que le reventaba allí mismo.

Y luego le convencieron para que se entregara con el argumento de que cumpliría pocos años.

Así es, y ya ves, se equivocaron. Fueron 20 años en vez de tres.

Pero le acusan de cobrar 30 millones de pesetas por guardar silencio y no delatar a otras personas que participaron en el atentado. Según el sumario, esta cantidad fue cobrada en un pagaré con fecha 13 de septiembre de 1994 por una tal María Domínguez Quintés en una sede del Banco Popular Español en Madrid.

Yo no quise firmar ese pagaré. Se lo entregué a una abogada de Asturias y ella intentó cobrarla falsificando una firma mía. Ese dinero era el pago por los viajes que hice.

¿En todos esos años de viaje sabía que ayudaba a los GAL?

Yo me he criado en Francia. Mi padre era militar, mis dos hermanas nacieron allí. Vivía cerca de Avignon, donde la Legión Extranjera tenía un cuartel. Mi padre estuvo allí y en la legión española también. Conocía a mucha gente, mercenarios, y allí conocí a cierta gente y empezó todo el tinglado. Eso sí, te lo digo yo, mucho del dinero que transporte no era para los GAL.

¿Para quién entonces?

Eso la saben ellos.

¿Conoció a Miguel Domínguez y José Amedo?, las caras más visibles de los GAL

Sí, aunque yo con ellos he tenido poco trato. Esto era el GAL español, pero el GAL francés era otra cosa y ambos se relacionaban poco.

¿Por qué le llamaban el camionero de los GAL?

Pues muy sencillo. Porque yo llevaba todo el dinero de los fondos reservados. Lo cargaba en Estepona (Málaga) y de ahí viajaba hasta Suiza, donde lo entregaba. Yo era camionero, he transportado mucha fruta por toda Europa, ganaba mucho dinero. Antes había estado en la Legión. Y me propusieron hacer estos viajes y dije que sí.

¿Cuántos viajes hizo y cuánto le pagaban?

Entre 15 y 18. Entre siete y ocho millones de pesetas por viaje, que en la época era mucho dinero. He llevado mucho, mucho. Empecé, creo, en 1983. En un solo viaje transporté 700 millones de libras esterlinas. Me acuerdo que en uno de esos viajes falleció la hermana del que blanqueaba el dinero, un tal Michele, que tenía un cargo muy alto en Suiza. Fue en su casa de Ginebra. Dijo que se metía al baño y al ver que no salía y no respondía, tiramos la puerta. Estaba muerta. No sé lo que se metía pero los médicos dijeron que fue un infarto.

¿Quién le propuso hacer esos viajes?

A mí me vino a ver un tal Manolo, de Castellón [la sentencia se refiere a Manuel Granell]. Que me preguntó si haría viajes de dinero. Y le dije que sí, vamos.

¿Y no preguntó de dónde salía ese dinero?

A mí me daba igual, pagaban. Era 7 u 8 millones de pesetas por viaje. No sabía al principio que estaba llevando dinero de los fondos reservados. Los traían en un furgón blindado. Los metían en el camión y yo los llevaba a un piso en Ginebra, en Suiza. Y allí los volvían a cargar en un furgón blindado. Ya no sabía dónde iba después.

Entre el atentado de 1986 y su entrega voluntaria a la Policía pasaron ocho años. ¿Qué hizo en ese tiempo?

Mi trabajo de camionero. He llevado fruta a Holanda, Bélgica, Reino Unido, Alemania… me encantaba, podía hacer 24.000 kilómetros al mes. Seguí en contacto con ellos. Seguí haciendo viajes.

¿Ha participado en más atentados?

No, y eso que me lo propusieron. Me negué. Por ejemplo ametrallar a unos etarras en Estella. Pero dije que no, y eso que en esa época éramos como borregos. Y luego los peces gordos se llevaron el dinero.

¿Qué ha hecho en la cárcel estos 20 años?

He estado en varias. La primera en Carabanchel, la mejor de todas. Y la última en Segovia, la peor. No he hecho nada. A mí me han ofrecido trabajar dentro, pero no quise, y menos para la cárcel. Me sentaba a jugar a las cartas, así los 20 años. Solo he tenido en estos 20 años un permiso de tres días, y encima ese permiso se perdió durante tres meses y tardé en disfrutarlo.

¿Ha recibido amenazas en prisión para que guardes silencio?

No. Lo único destacable [sonríe] son varias broncas que tuvimos con etarras en la prisión de Soto del Real. Cómo corrían los adversarios [dice con sorna].

Coincidió con Rafael Vera, condenado por uso irregular de fondos reservados

Estábamos en la misma prisión, pero nunca lo vi. Él fue un privilegiado.

En esos 20 años de reclusión, Miguel ha sufrido tres infartos y su salud es delicada. Asegura que ahora solo quiere vivir tranquilo y retirarse en un pueblecito de Ávila. Para ello quiere tramitar la jubilación por enfermedad. "La mitad de mi corazón no trabaja. Intentaron operarme pero no pudieron. Tomo 23 pastillas todos los días". Ahora vive en una casa de una amiga en el sur de Madrid. Quiero olvidarlo todo.

¿Guarda rencor o venganza?

No. Ni rencor ni venganza, y eso que nadie me ha ayudado en estos 20 años. Ahora quiero vivir tranquilo. A muchos ya les tengo olvidados.

¿Y todo el dinero que ganó siendo el camionero de los GAL?

Me lo quitaron todo. [La sentencia le obligó a indemnizar a las familias de cada una de las víctimas con 30 millones de pesetas]. Luego me lo subieron a 40 ó a 45, no me acuerdo. Ahí me encabroné. Yo trabajé para el Gobierno.

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