El grave riesgo del exhibicionismo virtual

Numerosas películas y libros imaginan el futuro con menos libertades y más control del individuo.
Numerosas películas y libros imaginan el futuro con menos libertades y más control del individuo.
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Numerosas películas y libros imaginan el futuro con menos libertades y más control del individuo.

Imaginemos el encargo de redactar un informe específico sobre un tema dado y buscar respuestas que den acceso a cualquier otra persona a un conocimiento medio pero suficiente sobre el asunto.

Por ejemplo, la cronofobia, el miedo intenso y desproporcionado al paso del tiempo que se manifiesta en la sensación de que los acontecimientos se están moviendo demasiado rápido y sin sentido.

Para elaborar un dosier de una docena de folios, hace 20 años necesitaríamos unas diez horas de consulta de material de referencia en una biblioteca. Hoy sería posible redactarlo, sin moverse de casa y con los mismos resultados, en diez minutos.

Dentro de dos décadas, un gadget electrónico conectado a nuestra mente nos dejará hacerlo sin intermediarios en diez segundos. Vivimos en un periodo histórico de crecimiento exponencial de la maquinaria. El ejemplo lo llevamos en el bolsillo –o en las manos, como paganos trasladando ídolos–.

Son los smartphones que ya están a punto de entrar en la generación 5G –previstos como de uso común para 2020 y capaces de bajar un archivo de 50 gigas en 80 segundos–, mil veces más rápidos que los 4G.

Nunca fue tan fácil la conexión entre personas. Hasta aquí la teoría, porque otra cuestión es la práctica: con datos de enero de 2015, solo el 42% de la población mundial es usuaria activa de internet; el 29%, de redes sociales; el 51%, de telefonía móvil, y el 23%, de smartphones. No somos tan e-personas como puede parecer según el orfeón de fanáticos del silicio, sobre todo porque la red y sus servicios, que han jugado muy bien a la ficción de la gratuidad, siguen siendo cosa de gente con dinero suficiente para pagar los recibos por el uso de las comunicaciones.

Artilugios virtuales

Del otro lado de la trinchera de la sociedad líquida, donde nada permanece, todo caduca al tiempo que nace, los héroes son celebridades y lo virtual ha sustituido a lo vital, acechan, atacando en silencio, las fuerzas oscuras del traqueo y la cookie usada como dron invasivo: agencias gubernamentales o de mercadotecnia recopilando la enciclopedia universal de los seres humanos, sus placeres, vicisitudes, pautas de consumo y selfies.

Si algo hay que otorgarle a Facebook es sinceridad en su vocación de cambiar chismorreo –que le entregamos gratis los usuarios– por valores bursátiles. "¿Qué estás pensando?", la pregunta en la casilla de ‘estado’, es la unidad de cambio del nuevo mundo. Incluso defensores incondicionales de la e-vida advierten el peligro de tanto voyeurismo.

El estadounidense Thomas Frey, que se define como "analista del futuro y visionario", alerta sobre un par de implicaciones perniciosas del exhibicionismo virtual: "Perder la propiedad de tus habilidades y convertirte en un blanco fácil de la delincuencia, el fraude y el chantaje" en un mundo "radicalmente transparente donde es fácil perder el control".

Frey está seguro de que falta poco para algún tipo de "grave incidente o ciberatentado" que obligará a la formación de una "unidad policial supranacional de intervención inmediata" y "cambiará radicalmente las reglas de internet y del comercio electrónico". Una sociedad basada en los "milagros" de los artilugios virtuales y la lógica binaria no es saludable per se, añade Frey.

"Las máquinas vienen con el añadido de que son autosuficientes y cuando crees en esa promesa es cuando el escenario se derrumba.La autosuficiencia lleva al aislamiento y a creer que los demás no hacen falta. Me encanta, como a cualquiera, la idea de no tener que tomar tantas decisiones, pero hasta ahora cada instrumento electrónico ha añadido la necesidad de tomar más decisiones en mi existencia, no menos".

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