Maider Unda, una pastora en el tatami y en busca de medalla

Maider Unda, a por el oro en Londres
Maider Unda, a por el oro en Londres
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Maider Unda, a por el oro en Londres

Maider Unda transmite paz. Habla con calma subiendo o bajando el tono en función del asunto a contestar. "Sí, soy una persona tranquila. No lo veo un constraste con mi deporte". Esta vitoriana de 35 años es luchadora y afronta en Londres sus segundos Juegos. Las quinielas la suben al podio el 9 de agosto: "Hay que ir a por el oro. Esa debe ser siempre la máxima ambición", explica rotunda.

Durante las últimas semanas previa a la competición olímpica, Unda se ha centrado en el entrenamiento mental: "La mente manda y te hace ganar o perder un combate". ¿Intimidada por alguna rival en algún momento? "Claro, a veces tratan de asustarte con su chulería, pero para chula yo. En este deporte la veteranía es un grado y te ayuda mucho en este aspecto, para evitar perrerías y este tipo de tretas que no son tan limpias".

Maider no es una deportista al uso. El resumen de su vida lo avala: "Siempre viví en un caserío. Estudié electrónica porque era lo que más me gustaba, pero cuando mis padres se jubilaron me hice cargo del negocio". o

El negocio son unas 300 ovejas que ordeña cada mañana y origen del exquisito queso Idiázabal que hace. "Nos hemos llevado varios premios, es un queso con denominación de origen. Yo ordeño por la mañana y por las tardes me entreno. Soy pastora, pero tampoco estoy todo el rato con ellas".

De momento, no sabe si se dedicará exclusivamente a ello cuando deje el deporte: "No pienso en ese momento porque todavía sigo sintiendo pasión por lo que hago". La pasión compensa tanto sacrificio y tanta lesión (pómulo, luxaciones, rodilla, ligamentos...): "Creo que todavía me queda alguna parte del cuerpo entera. Cuando eres joven no valoras todo lo que sacrificas por el deporte, pero luego creces, maduras y hay momentos en que piensas 'quién me ha metido a mí en esto' pero no puedes evitarlo. Te lleva el corazón".

Su contundencia aumenta cuando la crisis sale a colación y su discurso adquiere tintes indignados: "Me indigna la sociedad. No valoramos lo que tenemos y lo que hemos tenido. Vivimos una crisis de valores, solo sabemos consumir y no sabemos ser autosuficientes. Quizás, vivir en un caserío me enseñó a darme cuenta de lo mucho que cuesta cosnseguir algo, y el deporte también. No soy partidaria de las ayudas sociales: quien venga desde fuera debe saber que viene a trabajar, no a que le ayuden. No vale decir 'yo es que he estudiado...', vale 'yo sé hacer...'. Así conseguiremos salir de esto".

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