Aunque lleva quince años alternando cine, teatro y televisión, no fue hasta 2011 cuando su papel en la serie El Barco (Antena 3), donde interpretaba a Burbuja —un joven al que un accidente ha provocado lesiones cerebrales— convirtió su rostro en uno de los más populares de la pequeña pantalla. Desde el pasado mes de diciembre, el actor Iván Massagué regenta el alocado gimnasio de Gym Tony (Cuatro, de lunes a viernes, 21.30), una ficción cómica basada en sketches que este jueves cumple su episodio número cien.

¿Qué es lo más arduo de dirigir un gimnasio que es una jauría?

Trabajamos a toda pastilla. Al ser una emisión diaria, el ritmo de trabajo es muy loco, agotador. Como ventajas, me ha permitido investigar en los tonos enérgicos que pide la comedia. Es un producto muy masticado, muy blanco, que no está destinado a hacer pensar.

¿Esas pueden ser las claves de su éxito?

Sí. Se trata de un humor muy ágil en una comedia con personajes muy dispares que posibilitan que el público pueda identificarse con alguno de ellos. Vale para todo el mundo. Funciona. Y el realismo suele triunfar.

Sobre todo, entre los espectadores de 14 a 30 años.

Sí. Y eso que tampoco es que sea muy educativa. Tal vez les gusta porque los personajes son como caricaturas de carne y hueso, casi como dibujos animados.

¿España cabría en un gimnasio como el Gym Tony?

La serie maneja un humor surrealista y la sociedad actual también lo es. Y este Gobierno que tenemos, aún más.

¿Siempre es más fácil hacer reír que llorar?

Hacer reír es muy difícil. Yo no me considero gracioso en la vida real, no soy de esos tipos que abre la boca y todos se descojonan. Sin embargo, si tengo un guion, domino bastante el tempo de la comedia y la entiendo.

Ha hecho teatro, cine y televisión. ¿Al final es esta última la que da de comer a los actores?

Sí; al menos, a quienes logran vivir de la interpretación, claro. El teatro es maravilloso, una pasada; es el padre y las tablas de todo esto pero está mal pagado. La tele es la que permite pagar facturas y viajar.

¿También encasilla más que los otros?

Tuve ese temor tras el éxito del personaje de Burbuja en El Barco. Era un papel muy tierno y había cuajado mucho. La comedia ha sido la que me ha curado ese miedo. Luego han salido otros proyectos: estoy trabajando en la película Cerca de tu casa, sobre desahucios,  y con Emilio Pérez Caba en el teatro, en la obra La mujer de negro. Eso es muy positivo para que los que contratan sepan que soy capaz de hacer otras cosas.

¿Usted es de los que se machaca en el gimnasio?

Intento ir pero me falta tiempo. Tampoco me lo exige el guion. Frente a EE UU, donde prima el culto al cuerpo y todos los actores se ponen cachas, aquí se reserva a los guapetes de las series, a los galanes de España. A mi personaje de Gym Tony, esas cosas se la sudan: tiene sus armas para ligar que igual no son el físico, porque yo guapo no soy.

¿Entonces no le importó cuando fue uno de los pocos que no tuvo que enseñar abdominales en la serie El Barco?

Algo sí que enseñé aunque no mucho, ¡una vez me tiré al agua! Pero, bueno, ahí estaba Mario Casas que es tan mono y que gusta tanto a las tías, para hacerlo.

Una vez confesó que había temido que su acento catalán le impidiera encontrar trabajo en Madrid. ¿El acento sigue siendo un obstáculo para los actores de fuera?

Fue al principio, cuando llegué a Madrid hace 14 años. Había compañeros de Sevilla, País Vasco, Barcelona... y lo comentábamos. Y, sí, había miedo con esto, me rayé. En las series, por ejemplo, no pillaban a un sevillano con acento de Sevilla, les parecía demasiado personaje. Así que nos esforzamos en tapar el acento. Hoy da más igual: hay acentos latinos, andaluces...

Nació en Barcelona en 1976. Dio sus primeros pasos en el teatro con obras como El médico a palos o El aniversario. En la televisión, ha participado como secundario en numerosas ficciones como 7 vidas, La familia Mata o El barco. Actualmente protagoniza la comedia coral Gym Tony.