El olor que tienen las butacas de terciopelo, el resonar de las tablas al empezar un espectáculo, las carreras de los actores entre bambalinas. Todo ello no ha cambiado mucho en lo que llevamos de siglo, pero sí la manera de representar, de acercarse al espectador.

Además, estas nuevas formas de entender tanto las obras breves como los musicales, a nivel nacional, se han ganado al público y han hecho que vuelva a emocionarse con las artes escénicas.

"El género breve ha existido siempre, casi desde la Edad Media, pero el microteatro en sí es algo que ha nacido en estos últimos seis años", cuenta Verónica Larios, actriz y socia fundadora de Microteatro por Dinero. Este espacio, que nació en 2009 en un antiguo prostíbulo de Madrid, adaptó las habitaciones para poder representar obras breves, de unos 15 minutos, y consiguió atraer a todo tipo de público.

"Nuestro teatro fue el primero en toda España en hacer este tipo de actos y ha logrado juntar a actores que buscan hacer sus pinitos con directores consagrados, como Tristán Ulloa, que quieren experimentar", añade Larios. Y lo cierto es que cada vez más espacios se están adaptando para ofrecer este tipo de obras breves: son baratas para el espectador, atraen a toda clase de personas (independientemente de la edad) y son rentables en tiempos de crisis. Tanto es así que hay compañías en seis ciudades españolas y todas hacen giras por México D. F., Miami, Buenos Aires o Veracruz.

Aparte del microteatro, los espectáculos musicales también han crecido mucho estos últimos años. La producción española de Mecano Hoy no me puedo levantar es quizás una de las más duraderas e importantes tanto en España como en México, y sigue en cartel desde su estreno en 2005. Aunque también se han adaptado innumerables obras de Broadway con gran éxito, como sucede con ¡Mamma Mía!, La Bella y la Bestia o Los Miserables.

Pero entre todas hay una que destaca por encima, no solo por los más de dos millones de espectadores que la han disfrutado, sino por la compleja realización: El Rey León.

Por otro lado, la comedia también ha sido una de las protagonistas desde que empezamos el milenio. El Club de la comedia, que nació justo hace 16 años, es uno de los muchos casos que demuestran, a través de su éxito, lo importante que ha sido la risa para la gente en estos momentos de crisis.

Actores, periodistas, cantantes y hasta cocineros han pisado a lo largo de todo este tiempo las tablas de los teatros Nuevo Apolo, Calderón, Alcázar de Madrid o Victoria de Barcelona.

Del mismo modo, la obra El cavernícola, que va ya por la sexta temporada, es una de los monólogos de mayor permanencia en la historia de nuestro país, con más de 800.000 espectadores.

Sin embargo, y al igual que ha sucedido en el cine, el número de teatros que ha visto cómo su recaudación y la cantidad de sus espectadores bajaba a causa de la crisis y de los impuestos, no ha parado de crecer.

Aunque en este caso hay que destacar que los teatros que han cerrado son menos que los cines, quizás porque en ellos no ha habido que hacer ninguna transformación, mientras que en el cine las pantallas que no están digitalizadas ni en 3D han quedado obsoletas.

De hecho, muchos de los cines que iban a cerrar han preferido reconvertirse en teatros, una tendencia que se ha repetido en muchas ciudades españolas.