Internet en España: en 2000 empezó el gran cambio

Bill Gates, fundador de Microsoft, se ha convertido en un filántropo de la tecnología para todos.
Bill Gates, fundador de Microsoft, se ha convertido en un filántropo de la tecnología para todos.
GTRES
Bill Gates, fundador de Microsoft, se ha convertido en un filántropo de la tecnología para todos.

El milenio comenzó con el susto en el cuerpo. Los expertos pronosticaban una hecatombe informática tras la última campanada de 1999. Efecto 2000, lo llamaron.

Los programadores habían decidido, por ahorrar memoria, omitir la centuria del año en las fechas, con la alarma de que el software se volviese loco en los años que no empezasen por 19. Esa Noche Vieja medio mundo (el desarrollado) cruzó los dedos para que al 31 de diciembre de 1999 no le siguiese el 1 de enero de 1900.

Quince años más tarde, el efecto 2000 parece una novela de distopía; pero en aquel entonces la informática seguía percibiéndose por la mayoría de la población como un enemigo más que como un aliado. En ese contexto, internet era ciencia ficción apta solo para iniciados y, después del efecto 2000, parecía una tecnología de alto riesgo.

El siglo XX terminó con menos de tres millones de usuarios de internet en España, el 8,2% de la población. Hasta entonces, la implantación había sido lenta. En 1995, según explica Javier de Rivera, sociólogo especialista en nuevas tecnologías (sociologiayredesociales.com), se empieza a comercializar en todo el mundo internet para el gran público, hasta entonces limitado a centros públicos (universidades y centros de investigación).

Las primeras en subirse al carro fueron las empresas, que sirvieron como centro de entrenamiento para que muchos españoles tomasen contacto con una herramienta que prometía. En febrero de 1996 se calculaba que había 240.000 internautas en España; un año más tarde, 765.000; en marzo de 1998 se había superado el millón y al año siguiente los dos millones. Una propensión meteórica que en términos absolutos no llegaba al 6% de la población.

Extender el uso de Internet

El Gobierno, empujado desde Bruselas, estaba empeñado en difundir una tecnología que contribuiría a mejorar la competitividad de la economía. Japón y EE UU tenían una delantera que se percibió como un peligro muy real. Exigía extender el uso de internet, para lo cual era preciso sacarlo de las empresas e introducirlo en los hogares.

A tal fin, el Gobierno desarrolla una reglamentación que implantase la liberalización de los servicios de telecomunicaciones terrestres, hasta entonces en manos de Telefónica.

Aunque ya estaban presentes otros operadores en el mercado nacional, se limitaban a la también incipiente telefonía móvil, dejando los cables para el antiguo monopolio estatal. No obstante, algunas empresas, las cableras, se adentraron en la implantación de una nueva red de fibra más potente para competir con la de cobre.

En 2000 se consolida el proceso legal de liberalización y supone una inflexión en la implantación de internet en España.

Dos fenómenos íntimamente ligados se alían y sirven como catalizador para catapultar internet: tecnología y precio. El 2 de febrero, Telefónica presenta su tecnología ADSL, que permitía obtener mayores velocidades de navegación usando la red tradicional de cobre.

Hoy parece ridículo hablar de 256 Kbps, 512 Kbps y 2 Mbps, pero entonces suponía un salto casi abismal, si se tiene en cuenta que hasta ese momento se navegaba a 56 Kbps. Para aquellos que no lo vivieron o les falle la memoria, bajarse una foto de 3 Mb suponía entre 5 y 7 minutos de espera. Para ello, la operadora realizó una inversión inicial de 40.000 millones de pesetas (240 millones de euros), con la que esperaba captar al menos los 20.000 primeros clientes.

El año terminó con 600.000. Ya había tecnología, pero a qué precio. El Gobierno siguió presionado y pactó con Telefónica el lanzamiento de una tarifa plana. Hasta entonces el minuto de navegación se pagaba como un minuto de conversación. La tarifa plana, a pesar de sus muchos condicionantes, implica una reducción importante para el internauta.

El efecto quedó patente: en febrero los usuarios eran 3,66 millones, y en noviembre alcanzaban los 5,5 millones, cerca del 16% de la población. Se puede afirmar que aquel año se pusieron las bases para la democratización de internet. No obstante, poco se parece el de entonces al de hoy. En lo tecnológico, todo cambia en estos tres lustros con la irrupción del internet móvil, en tabletas y smartphones, y la extensión a otros dispositivos como la televisión o la conquista del coche.

Pero la tecnología poco explica la explosión de un fenómeno que en 15 años ha dado la vuelta a la vida de los españoles como un calcetín. La aparición de todo tipo de contenidos, con las redes sociales a la cabeza, e innumerables negocios ligados a internet (con el e-commerce presente en el día a día) han hecho de internet un imprescindible cotidiano.

Pero ¿qué fue antes, el huevo o la gallina?

Javier de Rivera insiste en que la tecnología por sí sola no explica los grandes cambios sociales. De hecho, la informática e internet no son la primera tecnología que revoluciona la vida.

Desde el fuego, pasando por la rueda, el motor de vapor primero y de explosión después, la electricidad, la electrónica... La lista es larga y contundente. En opinión de De Rivera, deben conjugarse otros elementos para que una tecnología acabe generando una catarsis social, como ha sucedido con internet.

En primer lugar, un interés comercial que permita el desarrollo de la tecnología. El sociólogo lo explica con un ejemplo: "Las redes sociales surgen en 2004, pero no despegan hasta 2008, cuando en un solo año duplican sus asiduos. La diferencia estriba en que un año antes, en 2007, Microsoft y otras empresas deciden invertir en ellas, concretamente en Facebook".

Una vez más, la búsqueda de rentabilidad mueve el mundo. De hecho, los movimientos empresariales, la compra de una pequeña start-up por un gigante, puede hacer despegar alguna tecnología o negocio. O hundirlo. "Tuenti, que tuvo un gran tirón entre los jóvenes españoles, languideció cuando la compró Telefónica", declara.

Pero tanto o más importante que el interés comercial es el interés de la sociedad. Grandes tecnologías han fracasado porque han llegado demasiado pronto. El año 2000 supuso también otro hito en internet. Ese año estalló la burbuja de las punto.com, empresas por las que se pagaron millonadas cuando no tenían capacidad para generar dinero. "Muchas de ellas fracasaron porque se habían adelantado a su tiempo", declara De Rivera.

Otras, sencillamente estaban sobrevaloradas. "Internet es posible gracias a tendencias sociales y culturales que existían antes, pero a su vez, estos movimientos se extienden porque la tecnología las hace posibles", aclara. El viejo dilema del huevo y la gallina. Cambios en todas las parcelas de la vida, incluida la política.

"Podemos o el 15-M son impensables sin internet. Mejor, nada de lo que sucede hoy en día es imaginable sin internet", matiza. Sin embargo, internet trae consigo algunos efectos negativos: las relaciones se han multiplicado, con cientos de amigos virtuales, pero a cambio se han empobrecido. "Esto tendrá que ajustarse en el futuro", dice el sociólogo, experto en nuevas tecnologías.

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