Apenas hay datos sobre cómo aprendió a pintar o quiénes fueron sus maestros. Tampoco existen cartas ni diarios que expliquen por qué llenaba sus cuadros de escenas desapacibles, extravagantes y caóticas con seres híbridos. Su particular visión de lo grotesco combinaba el humor con motivaciones morales y religiosas. Ajeno a escuelas y corrientes, fue un extraño caso de artista individual en una época en que Leonardo da Vinci apelaba a la belleza del cuerpo humano en la Italia renacentista.

El Bosco —Jeroen Anthoniszoon van Aeken (c. 1450-1516)— adoptó el nombre artístico de Hieronymus Bosch en referencia a Bolduque (en neerlandés, conocida como Den Bosch, el bosque), la ciudad en la que nació. Disfrutó de la fama en vida y tras su muerte el código artístico que había inventado comenzó a perpetuarse en el tiempo: desde artistas barrocos de principios del siglo XVII pasando por surrealistas del siglo XX y llegando hasta el arte del presente, hay rastros del maestro holandés esparcidos como migas de pan en el camino.

El museo Residenzschloss de Dresde, uno de los grandes museos estatales de la ciudad alemana, clausura el 15 de junio Hieronymus Boschs Erbe (La herencia de El Bosco), un repaso a la fuerte influencia del arte de El Bosco desde su muerte —con piezas incluso del taller de alumnos del autor— y hasta el siglo XVIII.

Uno de los admiradores más activos e inmediatos fue el pintor y grabador flamenco Hieronymus Cock (c.1510-1570), que había nacido sólo pocos años antes de la muerte del autor. Tenía una galería de arte en Amberes y contribuyó a distribuir por Europa las pinturas del artista. Era además dueño de la imprenta pionera Aux Quatre Vents (A los cuatro vientos) y produjo las primeras impresiones de creadores del momento que pintaban al más puro estilo de El Bosco, entre ellos Bruegel el Viejo, que nunca abandonó del todo la influencia de su ídolo.

Cornelis Cort (1533-1578) era otro de aquellos seguidores tempranos. En torno a 1560 realizó un grabado, un tríptico que tituló Die Endzeit, Himmel und Hölle (El fin de los días, cielo e infierno) y que capturaba los motivos de las pinturas de El Bosco ya avanzada la reforma luterana. La editorial de Cock lo imprimió en dos ediciones diferentes: de la segunda edición, de 1600, sólo se conserva un ejemplar, que adquirió la pinacoteca y que se expone como una de las piezas más exquisitas de la muestra.