Sara Morante: "El proceso creativo es el mismo cuando narras y cuando ilustras"

  • La ilustradora Morante, galardona con el Premio Nacional de Ilustración Arte Joven, lanza 'La vida de las paredes' que es un retrato de la soledad compartida.
  • "La historia contaba entonces con 8 páginas escritas en 2007 antes de ser ilustradora, y la editora me dijo que le parecía que tenía muchas posibilidades".
  • "Como ilustradora, en los primeros libros lo pasaba mal, pero después de diez libros ya controlo el proceso creativo". 
Marta Morante
Marta Morante
EFE/ Marta Fernández
Marta Morante

La ilustradora Sara Morante, que acaba de debutar en la novela con La vida de las paredes, ha confesado que "el proceso creativo es el mismo cuando narras y cuando ilustras".

En una entrevista con Efe, Morante, Premio Nacional de Ilustración Arte Joven, confiesa que ya desde pequeña siempre ha escrito, pero desde que trabaja como ilustradora, dejó de escribir. "Encontré otra forma de volcar esa creatividad".

A medio camino entre la novela ilustrada y la novela gráfica, La vida de las paredes Lumen) es un retrato de la soledad compartida a partir de la historia de un caserón de principios de siglo XX y de sus habitantes, una peculiar comunidad de vecinos que comparten sus vidas en torno a una escalera.

A medida que el lector se adentra en ese caserón escucha historias de gárgolas diabólicas que corretean por los tejados o de fotografías que aprovechan la oscuridad de la noche para deslizarse entre los cuadros, y oirá el canto de un jilguero que pronto se quedará sin voz.

La decisión de escribir este libro nació de una propuesta de la asesora editorial Covadonga D'Lom, a quien le entregó tres textos sin terminar y sin ninguna ambición.

"La historia de esta novela contaba entonces con 8 páginas escritas en 2007 antes de ser ilustradora, y me dijo que le parecía que tenía muchas posibilidades y se lo enseñó a la editora Silvia Querini, directora literaria de Lumen, quien me animó a desarrollarlo, por lo que no me quedó más remedio que reservar un año de mi tiempo para dedicarme a escribir", explica.

En esas ocho páginas estaban el dramatis personae, la introducción y una escena que la pasó al final de la narración, pero esas páginas quedaron intactas, porque "consideraba que el embrión de la esencia estaba ahí".

Sitúa la trama en ese caserón de principios del siglo XX, una época que siempre le ha gustado, "tanto como lectora, como ilustradora o como espectadora de cine", porque "es un contexto histórico y una sociedad interesantes, que ya no existen".

Comenta Morante que siempre ha buscado ese período de entreguerras, sólo que en este caso lo ha llevado a una provincia del norte de España indeterminada.

La novela comienza con una introducción e inmediatamente el dramatis personae, una forma de declarar que para ella "los personajes son muy importantes" y en este libro intentó profundizar todo lo que pudiera, ya que no iba a ser una novela extensa; "y, de hecho, como ilustradora siempre comienzo dibujando los personajes, ya que me ayuda a hacer la historia mía", agrega.

Cuando comenzó con el texto, la ilustradora percibió que había personajes que ya estaban definidos, pero otros estaban más desdibujados, "y todo se desencalló al dibujarlos".

"Como ilustradora, en los primeros libros lo pasaba mal, pero después de diez libros ya controlo el proceso creativo, y esa experiencia y oficio me ha servido ahora como escritora cuando he tenido esos días difíciles", señala.

"Proceso creativo asilvestrado"

Morante indica que recurre en la escritura al mismo "proceso creativo asilvestrado" que tiene como ilustradora, pues "aunque son lenguajes muy diferentes, el proceso creativo es exactamente igual", igual de "caótico" en su caso, "con unas ideas que vienen no se sabe de qué dimensión".

Sin referentes literarios claros, quizá Delibes y Sender, pero también Umbral, la Carmen Laforet de Nada y Alice Munro, Morante revela que le gusta mirarse en el espejo del cine negro, con sus encuadres, zoom, travellings, y concibe al mismo tiempo los libros como "un guiñol" en el que mueve a voluntad los personajes.

En las ilustraciones inéditas que acompañan el relato, Sara Morante muestra sus personajes al lector en "una ambientación diferente pero identificable" que bebe de las decoraciones de los años 30 y 40 y de las sedas de las antiguas colonias francesas que contempla en los numerosos brocantes que encuentra en Hendaya, donde vive actualmente.

Asegura que le gustaría seguir escribiendo, pero aún no sabe si ampliar los textos que ya tiene o comenzar de nuevo, y prepara varios libros ilustrados, aunque ha decidido que sólo hará uno o dos al año.

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