Un tribunal ‘sin piedad’ juzga en la selectividad a 7.804 alumnos

«No nos tiembla el pulso», asegura un examinador. Un texto de Pérez–Reverte dio inicio ayer en Euskadi a la temida prueba.
Un examinador vigila a los alumnos de selectividad en la Escuela Universitaria de Elcano en Bilbao. (U. E.).
Un examinador vigila a los alumnos de selectividad en la Escuela Universitaria de Elcano en Bilbao. (U. E.).
Un examinador vigila a los alumnos de selectividad en la Escuela Universitaria de Elcano en Bilbao. (U. E.).
«No me lo sé», afirma azorada Carlota Gómez en la Escuela Universitaria de Elcano, instantes previos al examen de selectividad. Pues ya te puedes aplicar el cuento, chavala, porque «a nosotros no nos tiembla el pulso», aseguraba varias horas antes Julián Aguirre, catedrático de matemáticas y  miembro de la comisión de examinadores de la prueba.
Ayer, a las 16.00 h, empezó la selectividad para 7.804 alumnos vascos. Terminará el  el viernes. Les corregirán 41 tribunales. Y aquí, no hay piedad. «Es como un médico, que no puede estar cada día con crisis existenciales», advierte Aguirre. El catedrático explica que sí, que ya sabe que de este examen depende mucho, pero «al final casi todo el mundo aprueba». En efecto, en 2006 aprobó el 96% de los examinados.

Al contrario del pulso férreo de Aguirre, Leticia Larramendi tiembla cual flan. Minutos antes del primer examen, esta alumna dice que su forma de relajarse es tomar el sol. Poco habrá sido el relax cuando su piel lleva el blanco que confiere el folio a los estudiantes en junio.

Bebidas energéticas en la papelera, bromas adolescentes en la línea: «Necesito un porro», y apuntes ya demasiado releídos dibujaban ayer el telón de fondo en el pasillo.

La sonrisa cruzada de Arturo Pérez-Reverte les esperaba a las 16.00 h. Los preuniversitarios se enfrentaron a un comentario de texto del escritor cartagenero en el primer examen de la selectividad. Después, era el turno de Historia y Filosofía. «A que toca Sócrates», aventuraba un chaval. Como la joven Carlota Gómez, que sólo sabe que no sabe nada.

El miedo de la pegatina

«¡Ay qué miedito!» La selectividad de este año incorpora un sistema para evitar que el examinador conozca el nombre del alumno. Cada chaval tiene un código en una pegatina, que debe poner en el examen. El procedimiento es sencillo, pero requirió 10 minutos de explicación ayer en el aula. A los preuniversitarios les aterraba hacer mal esa parida y suspender el examen. «Y, ¿si cojo otro folio?», preguntaba una chica. Aprueban casi todos, pero hay muchos que se quedan sin la carrera de sus sueños por no llegar a la nota media exigida. «Que estén tranquilos, y por favor, que escriban con letra y expresión buenas», aconseja Julián Aguirre, que ha sido examinador durante años. Él cree que debe seguir habiendo selectividad. «Es una prueba unificadora y garantiza que quien la pasa, está preparado para la Universidad».

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