Psicóloga sostiene que los niños necesitan retar a los padres para avanzar en su desarrollo e independencia

Explica que la desobediencia es normal y destaca la importancia de reforzar la atención positiva

Durante la etapa de la 'terquedad', que tiene lugar entre los 2-3 años, el niño necesita retar a los padres para avanzar en su desarrollo y alcanzar su independencia, lo que, a veces, genera conflictos "que son normales". Esta etapa con cambios cognitivos y madurativos producen alteraciones en el comportamiento Según ha explicado a Europa Press la psicóloga infantil Esther Egea, esta es la etapa del no o "déjame a mi", sin embargo, si estos conflictos son muy frecuentes y se convierten en un patrón de desobediencia diaria, a la que saca partido y en la que los padres pierden el control, "estaríamos hablando de un problema que necesita ser tratado".

"Muchas veces depende del temperamento del niño, también puede deberse al estrés familiar que produce una separación o a un conflicto entre los padres", por lo que "la disciplina errática, la permisividad de los padres o, por el contrario, un estilo autoritario, genera en el niño un punto de defensa y surge la lucha de poder".

La desobediencia "es normal" en el desarrollo de la persona "pero si nos metemos en un patrón, con una intensidad y frecuencia alta, implica que no es un desarrollo normal y sano, y los padres tienen que aprender que si se ceden día tras día a la rabieta de un niño, al día siguiente el problema es más grande".

A juicio de la psicóloga murciana, "es un error atender excesivamente su comportamiento", hay que canalizar esa energía "hacia lo positivo", limitar las órdenes, desarrollar un plan "consensuado y sistemático" con la pareja sobre qué hacer ante una rabieta, establecer unas normas de convivencia en casa. "Es muy difícil que un niño con rutina, reglas y normas de conducta se porte mal si sabe lo que tiene que hacer", ha enfatizado, tras lo que ha querido dejar claro que disciplinar "no es castigar".

Una disciplina que proviene del castigo "puede ser peligrosa", ha proseguido, "no nos podemos acordar de la disciplina cuando estamos agobiados o enfadados porque no somos razonables ni modelos para nuestros hijos sobre cómo resolver situaciones".

El niño tiene mucho poder, "lo que quiere es que le presten atención y si entiende que portándose mal tendrá a los padres encima es lo que hará, por lo que debemos invertir esto trabajando en la atención positiva, pillarlo portándose bien, decirle lo que se espera de él", a fin de que "entienda que también estamos disponibles cuando se porta bien".

"Hay que establecer unas normas, explicarles lo que esperas de ellos y que si incumplen las normas, hay consecuencias, pero sin miedo a castigar, haciéndoles ver que si hacen las cosas, estaremos contentos pero si no lo hacen, son ellos los que pierden, sin gritos. Educar no es gritar", ha manifestado en una entrevista concedida a Europa Press.

La importancia de marcar una rutina

El niño, como los mayores, "necesita saber qué se espera de él, ellos no saben lo que tienen que hacer ni como, en caso contrario, los niños se descontrolan". La rutina y el hábito "genera tranquilidad" y el niño necesita de ella y de unas normas para "poder identificar lo que puede y no puede hacer".

"Todos necesitamos normas y es obligación de los padres enseñar a los pequeños las reglas del juego, que aprendan a comportarse porque, de lo contrario, hay unas consecuencias", ha añadido Esther Egea. Si los padres no son sistemáticos con las reglas, entonces están haciendo trampa en la tarea educativa y los hijos protestan ante la falta de coherencia.

No hay que temer a los conflictos, "pues forman parte de la vida diaria, es normal que pensemos de manera diferente y tengamos objetivos y metas distintas a la de nuestros hijos", lo que hay es que aprender a resolverlos "pero no con gritos y dejación de funciones".

Ha subrayado que la actitud de los padres "condiciona mucho la conducta de los hijos", Y es que la educación es cuestión de "paciencia y firmeza", y cuando los padres están mal, el hijo reacciona con un comportamiento más irritado. Muchas veces los padres son responsables de la desobediencia o de falta de autonomía del hijo, ha indicado la psicóloga, sosteniendo, que cuando no lo hacemos bien "es cuando nos hacen la educación difícil.

Refuerzos positivos

Hay tres tipos de premios, el primero de ellos es el refuerzo social (los abrazos, los besos o un guiño), "que es el que debe primar", no es malcriarlos "es reforzar el proceso de su crecimiento", es animarles a que aprendan a hacer cosas por sí solos "como enfatizarles que nos encanta que intenten mantener su habitación ordenada", día tras día, hasta convertirlo en una rutina.

Tras este, está el refuerzo de actividad, que serían ir al parque, comer palomitas, hacer una pizza o ver una película con los hijos, "ya por último, están los materiales, muy eficaces, pero de los que no debemos abusar" porque, de lo contrario, "el aprendizaje paralelo es el qué me das" a cambio. "Podemos usarlos para demorar la gratificación", ha apuntado.

De los castigos "tampoco hay que abusar", ha enfatizado, "puedo explicar al niño que hay una consecuencia y darle a entender que más que lo que yo le quito algo es lo que él pierde", es decir, "explicarle a un niño que si cuando vayamos a salir de casa tiene los juguetes recogidos, se puede bajar la bicicleta, pero si cuando vamos a salir no están recogidos, mamá le tiene que recordar que tienes que recogerlos y como mamá se ha hecho responsable de recordárselo cuando era su obligación, los recoge pero entonces no se puede bajar la bici".

En ningún momento, ha acentuado, "el padre tiene que estar discutiendo las normas he discutido y aunque llore y se queje, que es normal su enfado porque acaba de perder la bicicleta, hay que dejarlo y decirle que hasta que no se calme, mamá no lo va a atender" a fin de que entienda el límite marcado lo que habíamos hablado y el límite, "es dejárselo claro, a la segunda o tercera vez, lo tendrá claro". Si el padre se mantiene firme, el niño no tendrá la necesidad de estar retando al padre, porque ya sabe lo que tiene que hacer.

Si esto no está hablado y consensuado con el niño "no podemos recriminarle a gritos que tengamos nosotros que recogerlos y llamarlo desobediente", así "conseguimos poco". Constantemente, ha acentuado, "van a aparecer obstáculos y dificultades que tendremos que ir resolviendo y no nos tiene que dar miedo".

Por lo que más que castigo es enseñarles a lo que ellos pierden, "un rato, por ejemplo, de televisión o de móvil", no es cuestión de castigarles sin ordenador, sin televisión ni videojuegos "porque nos quedamos sin recursos y es normal que el niño se enfade y no consigamos que nos haga caso".

Es cuestión de quitarles 15 minutos de ordenador o explicarle que ha perdido media hora estando con tus amigos en la calle, "así aprende más que dejarlo sin salir, porque de esa forma lo tienes enfadado", es cuestión de "ser coherente y proporcional con las consecuencias, y haberlo marcado antes, que los niños no se sientan engañados".

"Ser padres es un reto y somos modelos, los hijos están observándonos siempre y muchas veces aprenden sin filtros, son réplicas", ha hecho hincapié esta psicóloga murciana, que acaba de publicar dos libros, 'Educar' y 'Disciplina', los primeros ejemplares de una colección, en los que ofrece a los padres y profesionales pautas educativas, con decálogos de actuación y una explicación breve y sencilla "de la importancia de inculcar valores y evitar errores a la hora de corregir comportamientos o resolver situaciones cotidianas".

"Estamos formando a personas, no a propiedades" y "esa sensación de me siento querido y protegido, y mis padres se han ocupado y dedicado a mi, está y queda dentro". "La vida es un regalo y educar un trabajo, pero muy hermoso", ha resumido.

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