El doctor Cacabelos: "Tenemos por delante diez años de trabajo para la vacuna del alzhéimer"

  • El neuropsiquiatra Ramón Cacabelos explica cuál es el estado actual de sus investigaciones sobre la vacuna española del alzhéimer.
  • Está pendiente de un socio con el que iniciar el ensayo con humanos y de que los reguladores cambien el protocolo para las vacunas.
  • El investigador español califica de "gitanadas" y de "injustas" las cautelas que la Sociedad Española de Neurología pide sobre su trabajo.
  • En España hay un millón de pacientes con la enfermedad neurogegenerativa.
El neuropsiquiatra Ramón Cacavelos, en su laboratorio en A Coruña.
El neuropsiquiatra Ramón Cacavelos, en su laboratorio en A Coruña.
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El neuropsiquiatra Ramón Cacavelos, en su laboratorio en A Coruña.

La noticia decía que su vacuna del alzhéimer, en la que trabaja desde 2005 y patentó en EE UU en 2010, no tiene los efectos secundarios que obligaron a paralizar el ensayo en humanos de una vacuna precedente. El eco de la información fue tan grande —con más de 55.000 enlaces solo en la red social Facebook— que obligaba a conocer más en detalle el hallazgo de la vacuna EB-101.

Detrás de la vacuna española EB 101 está un neuropsiquiatra español, Ramón Cacabelos, presidente del laboratorio gallego EuroEspes. Cacabelos es un investigador polémico. Basta 'googlear' su nombre para leer de él que es el científico español de referencia en alzhéimer como que sus dotes para el marketing resaltan sobre las cualidades de investigador. Atiende a 20minutos por teléfono desde su centro de trabajo, en Bergondo (A Coruña), horas antes de partir para Japón. Amable al detallar los pormenores de su hallazgo, se sulfura cuando se le pregunta por los reproches de sus colegas. En medio, el alzhéimer: una enfermedad neurodegenerativa que padecen un millón de españoles.

Doctor Cacabelos, la hemeroteca refleja que ya en 2012 presentó su vacuna, ¿qué novedades trae ahora, exactamente?

Mejor explicar la historia entera, que es como sigue: La FDA (la agencia del medicamento americana) autorizó en 2001 a otra vacuna anterior (la AN1792) un ensayo en humanos que fracasó al provocar varias muertes. La industria se espantó y todo se paró. Sin embargo, la vacuna en términos de eficacia no tenía problemas, era su toxicidad por el método para desarrollarla. En 2005 decidimos diseñar una nueva vacuna con dos finalidades, igualar la eficacia de la anterior y, lo más importante, lograr que no tuviera efectos secundarios. Observamos que en los ratones evitábamos que apareciese la enfermedad y que se detenía y mejoraban, en el 80% de los casos de los que ya la tenían. Descubrimos así una vacuna profiláctica y terapéutica. Eso fue en 2010, cuando la patentamos. En 2012 dimos a conocer los primeros resultados. Desde entonces hemos querido demostrar dos cosas más: que no provoca microhemorragias ni reacciones encefalopáticas y que es mejor que la vacuna anterior. Esto es lo último hecho público.

¿El siguiente paso será ensayar con humanos?

Hay que decir que desde que patentamos nuestra vacuna, en 2010, hasta hoy han aparecido más de veinte vacunas en el mercado. La efervescencia competitiva es enorme. Da la impresión de que la más avanzada quizá sea la nuestra. Pero sí, el siguiente paso es que una vez tú completas el estudio, lo tienes listo para probar con humanos. Hay varias fases de investigación que tienen que superarse siguiendo las indicaciones de las agencias del medicamento. Sea como sea, en los próximos de seis a diez años lo más seguro es que tengamos una vacuna realmente útil para tratar a los pacientes.

He leído que su laboratorio podría estar buscando un socio para financiar dicho ensayo.

Hay varios candidatos queriendo hacerlo, porque lógicamente este tipo de estudios tienen que hacerlos laboratorios multinacionales con mucho nervio, ya que cuestan muchos miles de miles de euros. Técnicamente en cualquier momento se puede empezar, el único tema ahora es seguir la regulación, y para ello tienen que cambiar los protocolos de las agencias de medicamentos. Hasta ahora los medicamentos para el alzhéimer, cuatro, se desarrollaron para ser usados una vez manifestada la enfermedad. Esto es todo lo contrario. Se tendría que administrar a aquellas personas que queremos que no desarrollen la enfermedad. Hay que trabajar en cómo se debe hacer. Nosotros proponemos que se administre solo a aquellas personas en cuyas familias haya historia de varias generaciones de demencia y ellos mismos tengan una genética de demencia. Estamos hablando de aproximadamente un 30-40% de pacientes, es un número importante.

Cuando usted anunció su vacuna, la Sociedad Española de Neurología salió públicamente a pedir cautela. ¿Qué opina de estas críticas de sus colegas?

Lo que hay que hacer es no entrar en gitanadas. Es muy propio de nuestro país el atentar contra nosotros mismos. Lo que no tiene sentido y es absurdo es que si la oficina de patentes americana aprueba una cosa, ésta se cuestione. Ningún tipo de sociedad está moralmente cualificada para cuestionar lo que ya se ha aprobado. Son políticas barriobajeras que suceden aquí. No puede ser que la comunidad científica internacional te felicite y los colegas de tu barrio digan tonterías.

Sí, pero la SEN apuntaba que sus resultados eran parciales y solo en ratones, que no se podía engañar a los pacientes, que los ensayos en humanos habían fracasado.

Eso es también una actitud fundamentalista e incierta. En humanos solo se ha hecho el estudio de 2001. No puedes dejarte confundir por quien opina pero no documenta. El mensaje es que hay una inmunoterapia que desde un punto de vista clínico podrá beneficiar a un 30-40% de los pacientes de alzhéimer y que se trabaja en protocolos para ponerla en marcha.

Otro aspecto que sorprende es que se invierta en buscar una vacuna, cuando no hay tratamientos eficaces para los afectados.

Sabemos que el alzhéimer empieza a actuar a los 25 años, cuando se frena el desarrollo neurológico, y que tenemos treinta años para actuar, hasta que se manifiesta. Esta enfermedad mata neuronas y son tantos los miles de millones de neuronas que han muerto cuando se detecta que, por muchos medicamentos que te den, ya no las resucitas. La única estrategia útil es evitar que mueran en lugar de hacerlas trabajar más a las que quedan, que así lo único que haces es reventarlas. Es una actitud estúpida dar medicación ya con síntomas y no cambiar los protocolos para evitar que la enfermedad aparezca. Ese es el concepto revolucionario, en lo que tiene que trabajar el mundo científico.

¿Es posible una vacuna para una enfermedad genómica? De normal se usan para las infecciosas.

Generalmente una vacuna lo que hace es instruir al sistema inmunológico para evitar que una enfermedad se manifieste. Aunque se han desarrollado para evitar enfermedades infecciosas, se conocen los mecanismos de enfermedades degenerativas lo suficientemente bien como para emprender el desarrollo de vacunas. No solo del alzhéimer, sino también para artritis reumatoide o algunos tipos de cáncer. Es preferible hablar de inmunoterapia preventiva o profiláctica que se aplicará a una inmensidad de procesos patológicos degenerativos, que es además de lo que mueren el 80% de las personas.

¿Por qué decide patentar su vacuna en la agencia americana y no en la española o en la europea?

La FDA tiene una cobertura más amplia. La oficina patentes americana te da cobertura internacional. Si el nivel más alto te lo admite, ¿para qué vas a acudir al de más abajo? Esa es otra, si hubiéramos patentado esto en España y no en EE UU nos lo habrían reprochado. ¿Hasta donde se puede llegar? El tiempo lo dirá. No tenemos porqué matar el proceso, mientras haya evolución científica. Hay que ser prudentes y sensatos. Vamos a poder cubrir a un porcentaje de pacientes importante, pero tenemos por delante una década de trabajo, diez años, por muy bien que funcione.

Entonces, y por concretar,  ¿cuándo prevé empezar a ensayar su vacuna con personas?

El ensayo en fase uno se puede empezar cuando se quiera porque es sencillo. Lo que tardará más es la fase dos, la vacunación preventiva. El mayor problema es que el resultado de la vacunación no se ve en seis meses como se observa el efecto de los fármacos, sino después de muchos años. También eso es revolucionario, pero lo que tenemos que perseguir es eso, evitar las enfermedades que llevamos en el cuerpo desde que nacemos, ser capaces de neutralizarlas.

Si la vacuna aun tardará entonces diez años mínimo, ¿qué consejos da para prevenir la enfermedad?

Hay tres mensajes: uno es que el alzhéimer está sobrediagnosticado. Hay que diagnosticar muy bien la demencia antes de lanzarnos a dar medicamentos. El segundo punto es que el deterioro de la memoria no siempre tiene que estar relacionado con una demencia, sino con factores simples y perfectamente abordables. Como tercer punto, que toda persona con historia familiar busque con fines profilácticos ayuda en términos de genómica predictiva para ver si tiene riesgo o no. Aunque no haya tratamientos curativos, sí hay tratamientos para proteger a las neuronas a lo largo de la vida. La demencia nos cuesta al año en España entre 15.000 y 22.000 euros por paciente y año. Solo retrasando la aparición se logra disminuir la prevalencia.

Ampliando un poco el foco, ¿cómo está afectando la crisis a su laboratorio de investigación?

La crisis obviamente nos afecta a todos. Nosotros la hemos utilizado para aponer en marcha unos planes de farmacogenética y genómica predictiva y para el desarrollo de una nueva gama de bioproductos antidegenerativos.

¿Qué opina de los recortes en las partidas presupuestarias estatales de I+D?

En España lo que invertimos en I+D siempre ha sido insuficiente, aunque con la crisis tengo entendido que ha habido una caída del 10 al 16%. Lógicamente esto va a tener repercusiones en diez o 15 años. España va a perder competitividad con respecto a los países del entorno. Muchos cerebros científicos se han marchado y están haciendo grandes cosas en EE UU, por ejemplo. La humanidad no se ha quedado sin ellos, pero España sí. Un país desarrollado no puede pretender vivir del turismo. El progreso está en la ciencia y la tecnología, renunciar a la ciencia y a la tecnología es renunciar al progreso. Nuestros gobernantes deberían darse cuenta.

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