Regresa a Inglaterra la pintura mágica de Leonora Carrington, la última de los surrealistas

  • La sucursal de la Tate en Liverpool expone por primera vez en veinte años en territorio inglés una antología de la artista y musa de una del movimiento.
  • Fallecida en 2011 a los 93 años, fue internada a la fuerza en un manicomio español por la Embajada del Reino Unido en los primeros años del franquismo.
  • La exposición, con más de cien pinturas, tapices, poemas y acuarelas, forma parte del Año de México —país en el que vivió y murió la artista— en el Reino Unido.
'Los faustos del subsuelo', de Leonora Carrington
'Los faustos del subsuelo', de Leonora Carrington
Robert and Lisa Sainsbury Collection, Sainsbury Centre for Visual Arts University of East Anglia © Estate of Leonora Carrington / ARS, NY and DACS, London 2015
'Los faustos del subsuelo', de Leonora Carrington

"Me gustaría deshacerme de las ilusiones. A mí lo que me fascina es tratar de acercarme a lo real, pero no sabemos nada. Y hoy vivo entre el aburrimiento y la vergüenza de pertenecer a un género animal como el ser humano. Por eso me gustaría ser un elefante, pero salvaje, no pertenecer a nadie". Leonora Carrington (1917-2011) era volcánica y habitaba con facilidad espacios donde la fantasía, la magia, el sueño y la alucinación imponen sus leyes e imaginarios. Fue una de las primeras mujeres en pertenecer, a los 19 años, al núcleo fundacional del surrealismo y la última de aquellos profetas del subconsciente en abandonar el mundo, a los 93.

La Tate Liverpool muestra hasta el 31 de mayo la primera gran exposición de la artista en suelo inglés tras su muerte y la única que se ha organizado en las últimas dos décadas. La antología, titulada simplemente Leonora Carrington, reúne más de un centenar de pinturas, tapices, poemas y acuarelas, y forma parte de la celebración en el Reino Unido del Año de México —país en el que la artista residió buena parte de su vida y murió tras una neumonía—.

'El mundo mágico de los mayas'

La pieza estrella de la exposición es El mundo mágico de los mayas, un complejo y abigarrado cuadro-mural que Carrington pintó en 1964 y que nunca había salido de México —pertenece a la colección del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México—. De 4,5 metros de largo, la obra, encargada por el museo a la artista, puso a esta en contacto con el simbolismo prehispánico, la animó a viajar a antiguos asentamientos y buscar una expresión sincrética en la que aparecen, bajo un cielo carmesí, elementos mayas y otros habituales en el imaginario surrealista de Carrington: arcoiris, animales, el sol, la luna, una iglesia, representaciones del inframundo de los sueños...

Carrington terminó residiendo en México en 1942 tras un amargo periplo escapando del nazismo. Vivía en París con su amante, el también pintor y uno de los padres del surrealismo Max Ernst, cuando él fue internado en un campo de prisioneros. Carrington, desesperada, escapó a España, donde sufrió una crisis nerviosa paranoide y fue internada, por consejo de su conservadora familia, que presionó a la Embajada del Reino Unido en la negra España de los primeros años franquistas, en un sanatorio mental de Santander, en el que fue sometida a electrochoques y tratamiento con drogas que fueron prohibidas años despúes por su alta toxicidad.

Violada por un grupo de requetés en Madrid

Carrington contaría la experiencia en Down Below (Memorias de abajo), uno de los diarios vivenciales más hirientes sobre un colapso mental y la crueldad social y médica posteriores. En el libro la artista cuenta que se sintió incapaz de recorrer España para llegar a Portugal y escapar hacia América porque era capaz de percibir la "densa presencia" de los muertos de la Guerra Civil en el "paisaje lacerado", relata como pidió ayuda y fue secuestrada y violada en grupo por una pandilla de militares requetés en Madrid.

Luego escribe: "Me metieron en un coche en dirección a Santander (...) Durante el trayecto, me administraron tres veces Luminal y una inyección en la espina dorsal: anestesia sistémica. Y me entregaron como un cadáver al doctor Morales". En una clínica de la provincia norteña pasó casi un año, parte de él atada a una cama, hasta que finalmente fue puesta al cuidado de una enfermera enviada por sus padres, que pretendían llevarla a Sudáfrica. Carrington logró escapar, alcanzó Lisboa, embarcó hacia Nueva York —ciudad en la que volvió a coincidir con algunos de los artistas a los que había conocido en París: Chagall, Masson, Leger, Duchamp...— y luego viajó a México, donde se integró en el dinámico grupo de artistas, sobre todo mujeres, que reinterpretaron el surrealismo a la luz de las tradiciones locales.

'Las pesadillas se quedan en la carne'

La experiencia vital, aunque dolorosa, violenta y vejatoria, fue para la artista un renacimiento. Poco antes de morir aseguró en una entrevista que no se arrepentía de nada: "¿Mi vida agitada? Yo me habría quedado en Francia si no hubiera sido por los alemanes. La guerra me provocó una fuerte depresión. No tengo pesadillas, porque éstas se quedan en la carne. Ni Breton ni nadie ha conocido el interior de un manicomio español. Pero no estoy arrepentida de mi vida. Lo que haya hecho, por improvisación o porque no tenía otro remedio, me parece bien. Mi primera exposición en México la tuve que organizar en una tienda de muebles. De manera que tampoco lo tenía tan fácil".

La retrospectiva de la Tate revela el talento temprano de Carrington y las dotes para explorar los símbolos de la mitología, los cuentos de hadas, el ocultismo y la alquimia. En la serie de acuarelas Sisters of the Moon (Hermanas de la luna), que pintó a los 16 años, ya manifestaba interés por personajes y ambientes mágicos, una noción que ella ponía en duda, porque, decía, "todo es totalmente mágico". Tampoco se sentía cómoda buscando interpretaciones a sus obra, porque "dar explicaciones de la pintura es un poco gratuito, se intelectualiza algo que realmente no es del mundo del intelecto".

Personajes que son a la vez aves, humanos y plantas

En la muestra de Liverpool hay algunos cuadros icónicos: La giganta (1947), una imagen fantástica de una mujer cuyo cuerpo es circunvalado por aves, y Los faustos del subsuelo (1947), un complejo y luminoso cuadro con excéntricos personajes que parecen reunir a la vez las condiciones de humanos, aves y plantas.

Desde la Tate señalan que estamos ante una artista cuyas obras "se niegan a ser limitadas o restringidas por las expectativas o limitaciones convencionales". Carrington, añaden citando a su mecenas Edward James, "nunca renunció a su amor por la experimentación". La artista era más directa en su propia interpretación: "El mundo que pinto no sé si lo invento, yo creo que más bien es ese mundo el que me inventó a mi".

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