El fotógrafo Meinrad Schade (Suiza, 1968) está convencido de que nunca podría retratar una guerra desde la primera línea de fuego. Le falta valor y no le interesa colaborar en lo que considera un "mercado sensacionalista" de las imágenes bélicas que "florece sobre todo en Intenet" y que, según piensa, alimenta el belicismo en vez de criticarlo.
Reportero empeñado en mostrar lo que sucede "antes, después y en los márgenes de la guerra" Schade ha empleado los últimos doce años en desfragmentar en fotografías los efectos duraderos, a veces incluso perennes, de los conflictos bélicos. Empezó en 2003, cuando hizo fotos de los refugiados chechenos huidos hacia los territorios limítrofes para escapar de la muerte, y todavía no siente que su trabajo esté ni por asomo cerca del final.
Medio millar de pruebas atómicas
Krieg ohne Krieg (Guerra sin guerra), una exposición en la Fotostiftung Schweiz, el museo de fotografía de la localidad suiza de Winterthur, muestra una selección de la serie de larga duración de Schade. La muestra, desde el 7 de marzo al 17 de mayo, incluye desde fotos de una zona del este de Kazajistán arrasada tras ser escenario de más de medio millar de pruebas atómicas de la URSS durante los años de la Guerra Fría, hasta ferias internacionales dedicadas a la venta de armas bélicas que se celebran con normalidad anual.
Schade no se considera un fotógrafo bélico "en el sentido clásico". Se opone "deliberadamente" a trabajar en los puntos calientes de los conflictos porque, primero, "no tendría el coraje de perseguir fotos de la brutalidad" y, segundo, está en contra de "abastecer a la prensa sensacionalista con imágenes de violencia", un mercado que considera "floreciente hoy en Internet". Le parece que las imágenes de ese tipo pueden tener un efecto perverso y servir para "enaltecer [las guerras] en vez de ser elementos de disuasión".
Gaza y Jerusalén
El proyecto en el que está embarcado propone "buscar pistas en los márgenes de los conflictos". Ha cubierto escenarios donde la violencia es recurrente, como la franja de Gaza, retratando a estudiantes recibiendo entrenamiento militar, con armas de madera, en uno de los escasos periodos de paz de los últimos años, o Jerusalén, donde adolescentes de Israel se atildan con uniformes mientras usan el smartphone y se preparan para celebrar un aniversario de la fundación del estado sionista. Las imágenes, tomadas a escasa distancia unas de las otras, muestran como los bandos enfrentados están "aislados" sobre sí mismos y embarcados en una disputa desigual.
Algunas de las imágenes más chocantes no tienen nada que ver con escenarios bélicos, sino que se celebran en pulcros palacios de congresos atendidos por no menos atildadas azafatas que juegan con tanques teledirigidos. En la última edición de la Defence and Security Exhibition, celebrada en París en junio de 2014, Schade muestra el stand de la empresa rusa Uralvagonzavod, uno de los mayores fabricantes y exportadores de carros de combate del mundo, la misma firma que construía los T-34 que tan buen resultado dieron al ejército de Stalin en la II Guerra Mundial.
Reproducir la II Guerra Mundial
En otra foto de lo que el reportero suizo llama "el teatro de la guerra" —en el sentido escénico pero también en el psicológico— vemos el War & Peace Show que se celebra todos los años en la localidad inglesa de Beltring-Kent, donde actores y figurantes vestidos de época reproducen batallas y escenas de la última guerra mundial en un ambiente que se supone festivo pero que también tiene como objetivo revivir la experiencia bélica para aquellos que no habían nacido cuando se produjo.
Además del dinero que sostiene a las guerras y a veces es su causa primaria, dice el fotógrafo, la cultura occidental muestra una "profunda fascinación" por el belicismo. Para dar cuenta de esta atracción, Schade también se ha desplazado a los numerosos monumentos conmemorativos a los ejércitos y sus actividades que se levantan en toda Europa, sobre todo en zonas especialmente conflictivas, por ejemplo Ucrania.
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