Anna Allen, el pequeño Nicolás y el arte de inventarse una vida para alcanzar el éxito

  • A base de fotomontajes y mentiras en las redes sociales, la actriz española Anna Allen se ha inventado una carrera internacional.
  • A lo largo de la historia ha habido fraudes e impostores tan sonados como el dúo musical Milli Vanilli o el falso futbolista Carlos Henrique Raposo.
  • En torno a los sucesos trágicos también suelen aparecer impostores como Alicia Esteve Head, que durante años dijo ser una de supervivientes del 11-S.
Fotomontaje en el que aparece Anna Allen junto al actor Matt Bomer.
Fotomontaje en el que aparece Anna Allen junto al actor Matt Bomer.
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Fotomontaje en el que aparece Anna Allen junto al actor Matt Bomer.

A base de fotomontajes y mentiras propagadas a través de las redes sociales, la actriz española Anna Allen ha conseguido en las últimas semanas convertirse en el centro de atención de multitud de medios de comunicación, primero por el aparentemente arrollador auge de su carrera en Hollywood y después por el descubrimiento de la estafa.

Allen, quien tuvo un papel secundario en las primeras temporadas de Cuéntame y ha desarrollado desde entonces una aceptable carrera interpretativa en España, decidió aparentar mucho más que lo que era y se inventó una prometedora carrera internacional. El año pasado aseguró haber ido a los Oscar, este lo ha vuelto a decir, asegurando incluso que pudo hablar un rato con Neil Patrick Harris. Contó que conoce a Julia Roberts, que apareció en The Big Bang Theory y que iba a participar en Ladrón de guante blanco, noticia que daba junto a un montaje de ella junto a Matt Bomer, protagonista de la ficción.

Todo era falso, mentiras que contaba en Twitter, en el portal de cine IMDB, en entrevistas para grandes diarios y revistas e incluso en televisión, durante su participación en Pasapalabra.

Este aluvión de datos falsos e ínfulas de grandeza ha hecho que, entre memes y bromas varias, muchos internautas se refieran a Anna Allen como la pequeña Nicolasa, en referencia al otro gran impostor del año, Francisco Nicolás, quien se hacía pasar, entre otras cosas, por un agente del CNI. La diferencia entre una y otro es que el pequeño Nicolás, gracias a sus mentiras y medias verdades, sí ha logrado codearse con figuras de gran influencia y no ha necesitado Photoshop para aparecer posando junto a José María Aznar, Esperanza Aguirre o Arturo Fernández, exvicepresidente de la CEOE.

Otra española que también dijo que acudiría este año a los Oscar fue Sonia Monroy, quien hizo creer a muchos que fue expulsada de la alfombra roja el día de la gala. También era mentira. Monroy sí estuvo allí, ataviadas con un vestido hecho con una bandera de España, pero fue el sábado 21 de febrero, la víspera de la ceremonia, mientras se realizaban todos los preparativos, no el domingo. En este caso, la mentira tan sólo buscaba llamar la atención... y lo consiguió.

En el mundo televisivo no es extraño encontrarse con personas que simulan ser lo que no son o vivir experiencias que poco o nada tienen que ver con la realidad. En 2008, por ejemplo, el novio de Falete simuló su propio secuestro exprés, lo que fue objeto de mofa sobre todo en televisión. Actualmente, Markus, uno de los concursantes del programa Quién quiere casarse con mi hijo, está siendo muy criticado por engañar a la audiencia haciendo creer que busca novia cuando en realidad es gay y grabó el programa teniendo novio estable.

Más grave es el caso de Brian Williams, presentador estrella de la cadena estadounidense NBC que acaba de ser suspendido seis meses de empleo y sueldo después de admitir públicamente que falseó durante 12 años un incidente que sufrió durante la invasión de Irak.

Más allá de la caja tonta y el mundo de la farándula, los impostores son aún más sorprendentes. Uno de los mayores fraudes de la historia se enmarca en la industria discográfica y responde al nombre de Milli Vanilli, un dúo musical que llegó a ganar un Grammy antes de que se descubriese que ni siquiera cantaban, tan sólo se limitaban a hacer playback con las voces de otros artistas.

Su equivalente en el mundo del deporte responde al nombre de Carlos Henrique Raposo, apodado el Káiser, quien logro desarrollar una carrera profesional en la élite del fútbol brasileño sin jugar jamás ni un solo partido. Los pilares de su estrategia eran los buenos contactos, las lesiones constantes y mucho dinero invertido en fiestas y regalos. Muy célebre es el caso de Frank Abagnale, falsificador de cheques e impostor que durante cinco años de la década de los 60 llegó a trabajar con ocho identidades diferentes. su historia inspiró la película Atrápame si puedes, de Steven Spielberg.

Impostores históricos

Aún habrá quien se indigne por estos casos, aunque a estas alturas lo habitual es tomárselo con humor. Mucho más dramáticos son los casos de impostores que inventan historias relacionadas con sucesos trágicos con las que aprovecharse de situaciones dolorosas. Uno de los ejemplos más recordados es el de la barcelonesa Alicia Esteve Head, quien hacía pasarse por Tania Head, supuesta superviviente del 11-S que en teoría se encontraba en el piso 78 de la torre sur.

Aunque nada era verdad, llegó a convertirse en presidenta de la Red de Supervivientes del World Trade Center. Lo único positivo del caso es que sus compañeros aseguran que ejerció muy bien su cargo y que no parecía tener intereses económicos, así que el origen de esta historia parece estar más relacionado con problemas psicológicos que con ambiciones personales.

Más peliagudo es el caso de Nicholas Barclay, un niño tejano de 13 años que desapareció sin dejar rastro. Tres años después, la familia recibe la noticia de que el chico ha sido hallado en España. El joven afirma que ha sido torturado por sus secuestradores. Sin embargo, el muchacho no se parece al niño que había desaparecido. Es otra persona. Esta escalofriante historia fue recogida en el documental El impostor.

En 2005, se descubrió que el sindicalista barcelonés Enric Marco Batlle había falseado datos de su biografía para aparecer como superviviente de los campos de concentración nazis de la Segunda Guerra Mundial. Retrocediendo en el tiempo es posible encontrar algunos otros fraudes históricos, como el de Franzisca Schwanzkowska o Anna Anderson, una obrera polaca que afirmaba ser Anastasia Romanov, la hija pequeña del último zar de Rusia. Un siglo antes, Mary Baker se hizo famosa como la princesa Caraboo, una personaje de una isla remota y un idioma extraño (inventado por ella) que le sirvió para engañar a un pueblo británico durante algunos meses.

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