De la mazorca de maíz a la crítica al materialismo: una historia de los bodegones en los EE UU

  • El Louvre de París ilustra cómo la naturaleza muerta no caló en los EE UU hasta el siglo XIX, gestando un lenguaje propio que se despegaba del arte europeo.
  • Los empresarios usaron el bodegón para comunicar su éxito, más tarde creció el interés de los coleccionistas por obras de la Edad de Oro holandesa.
  • Raphaelle Peale (1774-1825) fue el primer artista estadounidense profesional en pintar bodegones. Uno de los más tempranos fue 'Maíz y cantalupo'.
'Calderilla' obra de John Haberle de 1887
'Calderilla' obra de John Haberle de 1887
John Haberle - © Crystal Bridges Museum of American Art. Photo: Amon Carter Museum of American Art
'Calderilla' obra de John Haberle de 1887

La gran mazorca de maíz se apoya en diagonal sobre dos cantalupos. Un pepino y un boniato se suman a la selección de alimentos, en principio humildes —como el recipiente de barro que acompaña al conjunto—, pero en realidad trofeos de una exitosa cosecha veraniega. El autor, Raphaelle Peale (1774-1825), nacido en Annapolis (Maryland, EE UU), es el primer artista estadounidense profesional que pintó naturalezas muertas.

Aunque gozaba de un tradición de siglos en Europa, el bodegón no lograba introducirse en los Estados Unidos. Terminó por ganar popularidad durante el siglo XIX, cuando el país experimentaba importantes cambios sociales, políticos y económicos: los empresarios buscaron entonces una manera de alardear de su riqueza con la representación de objetos simbólicos.

New Frontier IV: Fastes et fragments. Aux origines de la nature morte américaine (Nueva frontera IV: Pompa y fragmentos. Orígenes de la naturaleza muerta americana) se puede visitar hasta el día 27 de abril en el Museo del Louvre de París. La muestra examina el auge del bodegón en los EE UU en el siglo XIX y la creación dentro del género de un lenguaje propio, diferente al europeo.

La prosperidad de las grandes plantaciones

La pinacoteca colabora con la Terra Foundation for American Art —dedicada a la difusión del arte estadounidense— y la muestra representa la cuarta entrega de American Encounters (Encuentros americanos), una serie de exposiciones anuales para descubrir al público francés aspectos poco conocidos del arte de los EE UU.

En el joven país, los autores siempre habían tomado los códigos de estilo europeos como inspiración para el arte y la naturaleza muerta no era una excepción. Conforme la relación con el lujo cambiaba, las obras desarrollaban una riqueza en las composiciones y la variedad de temas.

Con el desarrollo económico llegaron una nueva categoría de compradores, deseosos de usar el arte para comunicar su éxito. En torno a 1813, Raphaelle Peale pintó Corn and Cantaloupe (Maíz y cantalupo), adaptando un formato europeo con pragmatismo y austeridad, exponiendo productos de la tierra. La selección reflejaba la prosperidad de las grandes plantaciones, en particular la del pontentado que encargó el cuadro, el Dr. Benjamin Lee de Maryland.

Trampantojos críticos

El género floreció en las siguientes décadas con un halo de lujo (piezas de joyería, flores, cortinajes...), la alta burguesía industrial se volvía exquisita y había un interés de los coleccionistas por los bodegones de la Edad de Oro holandesa. La obra de 1870 Still Life with Apple Blossoms in a Nautilus Shell (Naturaleza muerta con flores de manzana en una concha de nautilino), de Martin Johnson Heade, muestra el ingenio del pintor para conquistar al público con una reinterpretación virtuosa de los clásicos europeos.

Small Change (Calderilla), un cuadro en el que John Haberle pinta en 1887 monedas y billetes de poco valor, es otra de las piezas destacadas del conjunto. En la segunda mitad del siglo XIX, ya terminada la Guerra Civil estadounidense (1861-1865), los artistas utilizaron el género como crítica a los valores materialistas cada vez más fuertes en la sociedad. Los trampantojos fueron especialmente atractivos y contenían elementos simbólicos y críticos con el poder del dinero y la corrupción política.

Haberle pinta billetes casi reales, graba finas líneas sobre los objetos para que parezcan salir de las dos dimensiones. Reproduciendo los rotos y rincones doblados del papel, el autor hace un guiño a la idea de la vanidad y la brevedad de la vida, presente en tantas obras del siglo XVII holandés y flamenco, recordando al espectador que lo material se deteriora y desaparece.

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