Las escondidas marismas del Guadalquivir, el escenario que descubrió ‘La isla mínima’

  • 'La isla mínima' ha descubierto al público las marismas del Guadalquivir.
  • Hace apenas medio siglo era una de las zonas más inhóspitas de la Península.
  • Tras décadas de trabajo humano para desecarlas y roturarlas, se han consolidado como el mayor arrozal de Europa.
Javier Gutiérrez y Raúl Arévalo en 'La isla mínima', dirigida por Alberto Rodríguez.
Javier Gutiérrez y Raúl Arévalo en 'La isla mínima', dirigida por Alberto Rodríguez.
Atípica Films
Javier Gutiérrez y Raúl Arévalo en 'La isla mínima', dirigida por Alberto Rodríguez.

Los sedimentos arrastrados por el Guadalquivir hacia el mar durante siglos colmataron el golfo atlántico que llegaba hasta Sevilla creando dos mil kilómetros cuadrados de marisma; son las marismas del Guadalquivir. Sus dos brazos más importantes son el Brazo del Este y el Brazo de la Torre. Entre estos tres cauces se conformaron las denominadas islas Mayor y Menor, y ésta última fue seccionada por la Corta de los Jerónimos creando la ínsula conocida desde entonces como la Isla Mínima, el paisaje argumental de la película del mismo nombre, galardonada con diez Goyas.

El filme de Alberto Rodríguez no se ha rodado sólo en las 2.300 hectáreas de Isla Mínima, sino también en Isla Mayor, principal población de estos arrozales. También han sido escenario la finca Veta la Palma y la intrincada red de caminos y de canales que conforman las 30.000 hectáreas de este arrozal de la margen derecha del estuario del Guadalquivir, que contrasta con la izquierda, poco alterada y sede del Parque Nacional de Doñana.

El paisaje de los arrozales es radicalmente plano, inundado medio año, polvoriento el otro, en el que sólo sobresalen los rectilíneos muros de los canales de agua que delimitan las tablas de arroz y alguna construcción o árbol singulares que sirven de referencia en decenas de kilómetros cuadrados.

Las geométricas tablas de arroz contrastan con la enrevesada red hídrica del estuario del Guadalquivir, como reflejan las fotos aéreas que cada mes realiza, desde hace décadas, el investigador de la Estación Biológica de Doñana del CSIC, Héctor Garrido, algunas de cuyas imágenes de esta “armonía fractal de Doñana” ilustran La isla mínima.

Las bandadas de miles de aves que viven en los arrozales conforman uno de los espectáculos más singulares de estas marismas, inalteradas durante siglos, aisladas por periódicas inundaciones y por la malaria y con un uso ganadero y cinegético marginal.

Misterio y esclavitud

El aislamiento geográfico de estas marismas y el silencio forzado de miles de braceros que transformaron la marisma en condiciones de semi-esclavitud, envolvieron a estas tierras en un halo de misterio desvelado en parte en la película de Alberto Rodríguez.

Medio siglo antes, Alfonso Grosso y Armando López Salinas ya advirtieron la singularidad de esta zona, que recorrieron en agosto de 1960 en un viaje antropológico plasmado en su obra Por el río abajo, editada en París en 1966 y que no pudo ser publicada en España hasta 1977. Atín Aya, fotógrafo prematuramente desaparecido en 2007, captó en blanco y negro el dramatismo de la vida en la marisma, reflejado también en La isla mínima.

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