Osvaldo Lamborghini escribió mucho, publicó poco, murió demasiado pronto y dejó una estela de simpatía y admiración que perdura pese a tratarse de un personaje automarginado y secundario, uno de esos rebeldes a los que importa menos la fama que la vida. "Quien no se aburre, rebuzna", dijo en alguna ocasión para explicar la felicidad de optar por una reclusión voluntaria de varios años, los últimos de su vida, siguiendo la tradición de los creadores encamados —desde el Marqués de Sade a Juan Carlos Onetti—.

Muerto por un infarto en Barcelona en 1985, a los 45 años —había nacido en Buenos Aires en 1940—, Lamborghini nos explota ahora en las manos gracias a la antología Teatro proletario de cámara, la primera exposición en un museo de trabajos plásticos, sobre todo collages, en los que trabajó desde la cama, comentando los desvaríos del mundo a través de viñetas indómitas y descorazonadas.

La exposición, que se celebra hasta el uno de junio en el Museu d'Art Contemporani de Barcelona (MACBA), "permite comprender la punzante radicalidad de un artista aún no cartografiado por los relatos estéticos de los años ochenta", dicen los organizadores.

Casi desconocido por el gran público pero venerado por escritores posteriores, sobre todo por el prolífico e influyente César Aira, quien ha escrito: "La pregunta primera y última que surge ante sus páginas, ante cualquiera de ellas, es: ¿cómo se puede escribir tan bien? (...) Entre sus papeles no hay un solo borrador, no hay versiones corregidas; de hecho, no hay casi tachaduras. Todo salía bien de entrada. No había parto".

Pese a tratarse de uno de los "grandes mitos de las letras argentinas contemporáneas", Lamborghini sólo publicó en vida tres libros: El fiord (1969, reeditado ahora por Ediciones Sin Fin), Sebregondi retrocede (1973) y Poemas (1980) —postumamente aparecieron Novelas y cuentos (1988) y el incompleto Tadeys (1994)— y alcanzó una categoría de la quizá descreía hasta el punto de que nunca puso demasiado empeño en moverse hacia la categoría de literato.

Convertido en un autor de culto y un referente para varias generaciones de escritores latinoamericanos y europeos, la obra plástica que presenta la exposición tiene algo de novela gráfica, fanzine autoeditado y "literatura expandida, por señalar algunos desbordamientos del libro tradicional", señalan desde el MACBA. El vasto conjunto de collages fotográficos, casi todos elaborados a partir de recortes de revistas pornográficas, nunca se habían mostrado públicamente y permanecían en el archivo del narrador y poeta desde su fallecimiento.

La exposición nace de la reclusión del artista en su piso de Barcelona entre 1981 y su muerte. Trabajaba casi siempre en la cama, rodeado de revistas de segunda mano que le compraba su compañera. Lamborghini tajaba, pegaba, pintaba, repintaba, anotaba con referencias a la actualidad española de aquellos años —el franquismo y el postfranquismo, el triunfo electoral del PSOE en 1982, la entrada en la OTAN...—, creando una especie de diario visual artístico basado en el descreimiento, la libertad, el sinsentido, la ridiculez de los estilos...

La exhibición muestra los originales de Teatro proletario de cámara, un libro-objeto concebido íntegramente por Lamborghini y que no vio la luz hasta 2008 en una reducida edición facsímil. Son más de 500 páginas por las que circulan personajes políticos y culturales para conformar "una crónica corrosiva de la Barcelona preolímpica".

También pueden verse más de una veintena de libretas artesanales, donde alterna fotomontaje, crónica política y diario personal en un "férreo compromiso del autor con la autoedición" —una de las frases más citadas de Lamborghini aconseja "primero publicar, después escribir"—, que le llevó a componer sus propios fanzines, en los que elaboraba montajes fotográficos apuntalados por aforismos, fragmentos de descripciones literarias, poemas breves y frases de doble sentido.

Además de 73 láminas con collages de gran formato con dibujos expresionistas e imágenes recicladas de panfletos pornográficos de la época, la muestra exhibe el tuneado de más de una docena de libros comprados en los mercadillos de saldos. Estos volúmenes "versaban sobre temas absolutamente peregrinos, pero el escritor parece entablar con ellos una especie de diálogo autista que le lleva a ultrajar el texto original mediante proclamas escatológicas, recortes y dibujos pornográficos que tergiversan los mensajes estereotipados".

La antología —que también reúne la biblioteca personal del cultísimo autor argentino— se completa con la edición de catálogo El sexo que habla, que reúne cinco ensayos inéditos de Aira, Alan Pauls, Beatriz Preciado, Antonio Jiménez Morato y Valentín Roma, coordinador de la muestra.