Mary Waters imagina en sus pinturas gemelos del pasado

  • Utiliza como fuente retratos europeos datados entre el siglo XIV y el XIX y considerados obras de arte únicas e incuestionables.
  • La pintora irlandesa rescata un tema apenas presente en el pasado y lo hace suyo.
  • Con la representación de dos personas idénticas, reflexiona sobre la proliferación de imágenes y reproducciones digitales que proporciona Internet.
'Hermanas holandesas' (2014), una de las obras de la pintora
'Hermanas holandesas' (2014), una de las obras de la pintora
Mary A. Waters
'Hermanas holandesas' (2014), una de las obras de la pintora

En los retratos pinta a personajes inspirados en el arte italiano, español, inglés, holandés... La artista irlandesa Mary Waters (1957) se basa en obras datadas entre el siglo XIV y XIX, consideradas por muchos como "lo mejor que ha hecho el ser humano", "icónicas e incuestionables", de las que toda la sociedad está orgullosa y clasificadas como irrepetibles.

Poniendo en duda esa condición única, la autora pinta gemelos idénticos, hermanos con la misma indumentaria, pero con expresiones ligeramente diferentes que les otorgan la credibilidad, la posibilidad de que existan en el mundo real y no sean una mera travesura pictórica. Dos infantas, dos hermanas con loros también iguales, dos muchachas enfrentadas como si fueran el reflejo en un espejo.

Waters rescata un tema escasamente representado a lo largo de los siglos para hacerlo suyo. Protagonistas de leyendas mitológicas en culturas de todo el mundo, demonizados y glorificados, semidioses, símbolos de la dualidad humana, víctimas de supersticiones... Los gemelos eran un campo abonado tanto para malos como para buenos presagios y en Europa, los primeros testimonios visuales sobre su existencia fueron precisamente cuadros. No eran en absoluto frecuentes en una sociedad que médica y sanitariamente aún tenía un largo camino por recorrer para reducir las complicaciones en el parto y la mortalidad infantil.

Una consecuencia de la eterna copia digital

Afronta cada obra con un ánimo monástico, dejando que la absorba. Aunque utiliza trabajos ya existentes para los suyos, en el proceso de reinterpretarlos crea un vínculo emocional. "Me lleva muchas semanas y meses crear una pintura, dependiendo del tamaño. Durante ese tiempo construyo una fuerte relación con ella y también con la imagen que utilizo como fuente. Sólo produzco entre ocho y diez piezas al año".

La artista está convencida del poder de la "imagen pintada" e insiste en el vínculo único que el pintor crea con su obra. "El cuerpo tiene un papel mayor (...). El artista está físicamente presente en la imagen pintada de un modo en que no lo está en la proyectada o impresa". No creo que una sea superior a la otra, pero hay una diferencia que cada vez se vuelve más interesante conforme progresa el acceso a la tecnología".

Destaca que con Internet vivimos en un constante "tsunami de imágenes" que pone al espectador en un momento histórico con respecto al arte. A pesar del estilo clásico, los cuadros de gemelos de Waters son también una consecuencia de la eterna copia digital, de las infinitas reproducciones, por eso la artista se ve "más influida por Andy Warhol, Diane Arbus y August Sander que por Vermeer o Tiziano": "Aunque mi fuente venga de la historia, mi uso de ella es muy contemporáneo".

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