La sentencia recoge que el procesado Miguel M. J. procedió, durante el mes de septiembre de 2004, "en al menos tres ocasiones", a mostrar sus órganos genitales a su hija de 12 años cuando ésta se encontraba en el cuarto de baño de la vivienda familiar.

Además, el escrito del tribunal señala que en otras tres ocasiones, durante el mes de septiembre y octubre de ese mismo año, el imputado abusó sexualmente de su hijo de nueve años "pese a las protestas del menor".

No hubo fuerza, violencia ni intimidación.

"En el caso enjuiciado estima este tribunal que el acusado, ni al llevar a cabo sus actos de exhibicionismo ante su hija ni al realizar los abusos sexuales contra su hijo, precisó usar de la intimidación, sino que se aprovechó de su superior posición, por lo que los hechos no pueden ser considerados como realizados con el empleo de fuerza, violencia o intimidación", agrega la sentencia, contra la que cabe interponer recurso de casación ante el Tribunal Supremo.

Así, los jueces consideran que "la realidad de los delitos ha quedado suficientemente acreditada tras las pruebas practicadas en el acto del juicio" en el que quedaron enfrentadas las versiones de los hijos y del padre, que negaba los hechos.

Se ratificaron en el juicio. 

Ante esta situación, la sentencia considera que el testimonio de los menores "fue claro y contundente, ratificándose sustancialmente en todo lo que ya habían manifestado en la fase de instrucción", por lo que condenan al padre a tres años y seis meses de prisión.

Igualmente, Miguel M. J. deberá indemnizar a sus hijos con una suma de 5.000 euros por los daños morales causados y, cuando salga de la cárcel, no podrá comunicarse o aproximarse a ellos por un periodo de tres años y ocho meses.

Debido a estos hechos, los niños recibieron tratamiento psicológico en un centro especializado entre el 3 de julio de 2006 y el 22 de enero de 2007.