Las niñas, adolescentes y chicas de clase alta se visten de largo por primera vez para presentarse en sociedad en el "baile de las debutantes". La ceremonia es originaria de la Europa del siglo XVIII, cuando las mujeres jóvenes de las familias de aristócratas (y después las adineradas) debían encontrar así un marido de la misma clases social. Ahora es un acto pomposo y anacrónico, ha perdido su fin original y tiene el carácter añadido de gala benéfica: los padres de las debutantes y los invitados (que pagan una entrada) donan dinero a una buena causa.

Dispuestas en composiciones pictóricas de gran tamaño, las debutantes que ilustra Claire Tabouret (Pertuis-Francia, 1981) miran al espectador de frente, enigmáticas, luciendo vestidos de gala que se funden con la estancia en la que se encuentran. La artista se inspira en los bailes que se siguen celebrando cada año en París, con adolescentes y chicas de la aristocracia francesa y de la alta sociedad que experimentan la transición de la infancia a la edad adulta siendo presentadas a los de su clase.

La exposición Claire Tabouret - Les Débutantes (Claire Tabouret - Las debutantes), en la galería Bugada & Cargnel de París hasta el 7 de febrero, reúne la serie de obras recientes de la autora, que se basa vagamente en fotografías, pero percibe precisamente lo que no aparece en ellas: cansancio, desconcierto, la certeza de que no son dueñas de su destino, una actitud altiva... Hay múltiples interpretaciones al tratar de adivinar qué esconde cada rostro.

Tabouret tenía cuatro años cuando, frente a un cuadro de nenúfares del impresionista Claude Monet, supo que quería ser pintora. Su trabajo contiene transparencias, combina la solidez con la fluidez y tiene la cualidad de transmitir instantes congelados.

El baile de las debutantes es la excusa para explorar temas que ha desarrollado sus obras recientes, como el lugar del individuo en un grupo y la capacidad de escapar de uno mismo y de una situación predeterminada. Unificados por la misma paleta de color, los atuendos de los personajes femeninos tienen esa condición "líquida" y parecen mezclarse en una masa. La autora representa los lazos sociales de una clase privilegiada, pero también la amenaza de que las lujosas telas se conviertan en una maraña de la que es muy complicado salir.

Tendentes a la abstracción, con fondos en los que a veces se adivinan cortinas que también contribuyen a la confusión de los vestidos, los cuadros se distinguen por emanar luz. La artista logra el efecto pintando una capa inicial de acrílico fluorescente que oscurece con posteriores capas oscuras, el resultado es una luminosidad como la de una bombilla tras la pantalla de una lámpara, un tono eléctrico pero atenuado.