La apertura de nuevas cafeterías y pubs en el casco antiguo ha supuesto un aluvión de terrazas en las calles próximas a la Catedral. Los vecinos consideran que la situación es insostenible, ya que al ruido de los turistas durante el día se unen los decibelios nocturnos.
Además, la zona vieja ha recuperado el ambiente de movida de décadas pasadas y es un hervidero constante de gente entre las ocho de la tarde y las tres de la mañana. «Los siete días de la semana hay jaleo, no hay quien lo aguante», asegura Mercedes Roura, inquilina de un piso en el Preguntoiro. La oferta de gastronomía y ocio va en aumento por el tirón del turismo.
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