"Nada ni nadie es indispensable", reza un dicho popular. Tampoco, al parecer, los protagonistas de las grandes series televisivas, aún habiendo acaparado la mayor parte de las tramas y minutos de rodaje.
El despido de Charlie Sheen de Dos hombres y medio, cuando la producción cumplía ocho temporadas de éxito, fue resuelto con su muerte en la ficción (Charlie era atropellado por un tren) y el fichaje del popular Ashton Kutcher. Sin embargo, Sheen tuvo su revancha: tras su salida, la serie sufrió un progresivo descenso de audiencia que la llevó, el pasado mes de mayo, a anunciar su final definitivo para 2015.
Hay otras series que también han logrado sobrevivir más allá de sus actores principales. Algunas, incluso, con buena fortuna. Desde Aída hasta la británica The Office, todas comparten el haber disfrutado de altos índices de audiencia en algún momento de su emisión.
El éxito del personaje de Aída en 7 Vidas inspiró este spin off. Sin embargo, Machi lo abandonó en la sexta temporada porque aquel papel le pesaba como una "losa" (en la ficción se despidió tras ingresar en la cárcel por matar a su yerno). Después de su marcha, la serie se mantuvo cinco años más en la parrilla con el respaldo de los televidentes.
Parecía imposible que la ficción de investigación policial pudiera proseguir sin el carisma de Gil Grissom, un criminalista racional e introvertido. Sin embargo, tras su desaparición en la novena temporada (Petersen decidió dedicarse a la producción) CSI: Las Vegas ha seguido emitiéndo entregas.
Carell dejó en 2011 la ficción estadounidense con la que cobraba 140.500 euros por episodio y que le había reportado un Globo de Oro para dedicarse a su familia, según declaró entonces. Sustituido por Ed Helms, The Office grabó todavía dos temporadas con respetables datos de audiencia (la última obtuvo una media de 4,1 millones) pero lejos de los 8 millones que llegó a alcanzar cuando Carell gobernaba la oficina.
Durante cuatro años (entre 2003 y 2007) Rueda interpretó a Lucía, la matriarca de una familia divertida e imperfecta. Su salida para dedicarse al teatro coincidió, estretégicamente, con su muerte en la ficción. Detrás dejó cuotas de pantalla por encima del 23% (e, incluso, del 30% en sus inicios). La serie emitió todavía dos temporadas más (20,6% de media).
El estadounidense aguantó cinco temporadas en la ficción que le dio la fama internacional (de 1994 a 1999). Eran tiempos en los que la serie médica registró en torno al 30% de share. Desde entonces, las audiencias han acusado el desgaste de una de las ficciones más longevas de la televisión (ha seguido emitiéndose hasta 2009).
La dulce camarera del bar donde transcurría la serie (Diane, en realidad, Shelley Long) renunció a su papel en 1987, dejando cabizbajos a la audiencia y a Sam, dueño del local ficticio y platónicamente enamorado de ella. La ficción pudo sobrellevar su ausencia y terminó seis años después con datos apoteósicos.
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