La ley antibotellón no ha logrado en cinco años erradicar el consumo de alcohol en la calle. Malasaña, Chueca, Moncloa, Justicia o Lavapiés siguen siendo feudos de un fenómeno que, en lugar de destruirse, ha cambiado de patrón.

Los jóvenes que antes llenaban por miles las plazas del centro se han mudado, consumiciones en mano, a las calles adyacentes.

La Policía reconoce la existencia de decenas de botelloncitos. "Ya no son 3.000 jóvenes ocupando la plaza de Barceló hasta las cinco de la madrugada", explica Jesús Mora, coordinador general de seguridad del Ayuntamiento de Madrid, "ahora son grupos más reducidos dispersos por todo el centro".

Más difícil de combatir

Este nuevo modelo de botellón es más difícil de combatir policialmente. "Controlar cuatro o cinco plazas es fácil. Pones agentes antes de que lleguen los chavales y ya está, pero al haber más puntos, se complica", según Mora.

Los vecinos dan fe de que la Policía no puede con los botelloncitos. "Seguimos padeciéndolos, ahora en calles como Barbieri (Justicia) o San Mateo (Malasaña)", explica José Carlos Nicolau, de la asociación de vecinos de Las Letras-Justicia.

Además, los vecinos se quejan de que esta modalidad de botellón resulta más molesta. "Son grupos menos respetuosos con el mobiliario y no se cortan a la hora de entrar a mear a un portal", denuncia Nicolau.

El Ayuntamiento dice que acabar con el botellón es su objetivo prioritario. Alegan que las multas por consumir alcohol en la calle no hacen más que aumentar. De enero a marzo van 12.422, tantas como en todo el año 2004 y a razón de un millar por fin de semana.

Los vecinos denuncian que las tiendas de conveniencia siguen vendiendo alcohol pasadas las diez de la noche a pesar de la prohibición. También alertan contra la proliferación de lateros, vendedores ambulantes de cerveza. Sólo en Malasaña, cada noche de fin de semana suman más de 50.

La asociación madrileña de empresarios por la calidad del ocio, que aglutina a dueños de pubs y discotecas, dice que los lateros están organizados. Según afirman, son mafias que cuentan con pisos francos y se disputan entre ellas, con peleas, los puntos de venta.

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