Las momias, clave de la mística relación de los egipcios con la muerte y la otra vida

  • Los procesos de embalsamamiento y momificación dejan clara la importancia de la muerte y la vida futura en toda la cultura egipcia.
  • La sociedad, el arte y la religión estaban muy marcadas por estos conceptos.
  • La exposición Momias egipcias: El secreto de la vida eterna podrá verse en CaixaForum Zaragoza desde el 8 de octubre al 15 de febrero de 2015.
Imagen de la momia de Anjhor (Tebas, Deir el Bahari. c. 625 a. C.) facilitada por CaixaForum Zaragoza.
Imagen de la momia de Anjhor (Tebas, Deir el Bahari. c. 625 a. C.) facilitada por CaixaForum Zaragoza.
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Imagen de la momia de Anjhor (Tebas, Deir el Bahari. c. 625 a. C.) facilitada por CaixaForum Zaragoza.

El Antiguo Egipto ha fascinado al hombre durante siglos. Su impresionante arquitectura, la escritura jeroglífica y sus manifestaciones artísticas y religiosas, como las misteriosas momias en sus sarcófagos, siempre han estado rodeadas de un halo de magia que muchos han querido conectar con lo sobrenatural o incluso con incursiones alienígenas en nuestro planeta.

Su morboso atractivo las ha convertido en parte de la imaginería del terror moderno, tanto en la literatura como en el cine, donde la momia pasó en seguida a formar parte del grupo de monstruos clásicos del que forman parte, entre otros, Drácula, el Hombre Lobo y Mr. Hyde.

La momia.La primera versión reseñable del mito, la que sentó las bases del personaje, fue la producida por Universal en 1932, La momia. El protagonista era Boris Karloff, que repitió con esta criatura el éxito que ya había obtenido con su interpretación del Monstruo de Frankenstein.

Karloff no fue el único rostro célebre que se escondió bajo las vendas de la momia. En 1959, tras varias películas más de Universal, la productora británica Hammer decidió relanzar el personaje y lo hizo con mucho acierto en buena medida gracias al trabajo de Christopher Lee. En España también tuvimos a una momia emblemática Fue en 1973, en un largometraje protagonizado por Paul Naschy, el Boris Karloff español.

En 1999, Hollywood retomó el mito e inició una nueva y exitosa saga de La momia. El monstruo era un desconocido Arnold Vosloo. Aquí, el papel estelar era el del héroe protagonista, interpretado por Brendan Fraser, quien repitió personaje en dos ocasiones más.

Todos estos filmes se inspiraron en la versión egipcia de la momificación, aunque este no es un procedimiento exclusivo del país africano. También existen momias incas en Perú y Argentina, momias mexicanas, momias chinas e incluso momias guanches, de los antiguos habitantes de la isla de Tenerife (una de ellas puede verse en el Museo Nacional de Antropología). Sin embargo, ninguna de ellas ha despertado tanto interés como las descubiertas en Egipto.

La clave de esta hipnótica fascinación quizá se encuentre en el intenso vínculo entre las momias egipcias y el culto a la muerte, eje central de la cultura del Nilo y una de las grandes preocupaciones que han acompañado al hombre desde el principio de los tiempos.

En torno a ella crearon toda una rica mitología que tuvo su reflejo en el arte y la sociedad. Los egipcios construían grandes tumbas, realizaban complejos rituales relacionados con la muerte y la otra vida y embalsamaban y momificaban los cadáveres para preservar la integridad de los individuos de cara a su vida futura.

A la vista de todos

Ahora, las momias protagonizan la exposición Momias egipcias: El secreto de la vida eterna, que podrá verse en CaixaForum Zaragoza desde el 8 de octubre al 15 de febrero de 2015.

Esta muestra analiza los ritos funerarios de esta antigua civilización y revela cómo la idea de "morir para volver a nacer" era el centro de todo. Por otro lado, también se explica cómo arqueólogos y científicos han obtenido información a partir del análisis de los hallazgos arqueológicos y cómo el uso de las nuevas tecnologías ha permitido ampliar los conocimientos sobre esta fascinante civilización.

Aunque las inscripciones de los sarcófagos han permitido obtener numerosos datos, para conseguir más información a partir de las momias era necesario desenvolverlas, procedimiento invasivo y destructivo. Hoy en día, las técnicas no invasivas, como las radiografías o distintos tipos de escaneados, permiten examinar las momias sin estropear su cuerpo.

La exposición incluye tomografías computadorizadas (TC) de momias. Este tipo de exploraciones radiológicas ha aportado nuevos datos —que de otro modo habría sido imposible obtener— sobre la momificación del cuerpo y su estado, y, además, ha mostrado los escarabajos escondidos en el envoltorio, insectos que para los egipcios eran símbolo de la reencarnación.

Además de esta completa exposición, que va rotando por toda España, es posible aprender muchísimo sobre las momias y otros aspectos de esta civilización en lugares de referencia como el Museo Egipcio de Barcelona y el Museo Arqueológico Nacional (en Madrid).

El proceso de momificación

Cuando alguien moría, su cadáver se llevaba a la casa de embalsamamiento, donde se realizaba la momificación. El proceso más completo duraba alrededor de setenta días y constaba de varias etapas: evisceración (extracción de los órganos), deshidratación y, por último, aplicación del vendaje.

El primer paso, ya en la casa de embalsamamiento, era lavar el cuerpo para purificarlo ritualmente. A continuación se procedía a la extracción de los pulmones, el estómago, los intestinos y el hígado, por lo general a través de una incisión realizada con un cuchillo de sílex en el lado izquierdo del vientre. Los órganos eran lavados, secados, tratados con natrón (una sal natural que ayudaba a deshidratar el cuerpo eliminando toda la grasa y que actuaba también como agente antibacteriano) y, por último, vendados para colocarlos en unos vasos llamados canopes.

En determinados casos se extraía el cerebro por la nariz con la ayuda de una sonda mediante un gancho, utensilio que servía para deshacer el cerebro en putrefacción. El corazón, donde se consideraba que residían la memoria y la emoción, tenía que ser juzgado antes de que el difunto pudiera pasar a la otra vida, de modo que se dejaba dentro del cuerpo. Un vez extraídos los órganos, el cadáver se cubría con natrón y se dejaba así durante aproximadamente un mes.

Momia.Por último se realizaba el proceso de vendaje del cadáver, que era supervisado por un sacerdote que recitaba oraciones a medida que se añadían capas de vendas. La forma de envolver los cuerpos varió a lo largo del tiempo. Así, por ejemplo, a partir del año 2000 a. C. aproximadamente empezaron a emplearse capas adicionales de vendas para unir las extremidades al cuerpo en la clásica forma de momia. A continuación, la momia se envolvía en un sudario para completar su transformación en una réplica del dios de la muerte, Osiris.

Los sacerdotes colocaban amuletos y en ocasiones joyas sobre el cadáver y entre las capas de vendas para proteger al difunto en su viaje. Según sus creencias, el dios Anubis presidía todas las momificaciones y velaba el reposo de los muertos. También era él el que se encargaba de acompañar al difunto ante Osiris en el Juicio Final.

La complejidad de la momificación fue aumentando con el tiempo. Los procesos concretos dependían también de lo que pudiera permitirse la familia del difunto. Los reyes, miembros de la nobleza y funcionarios de alto rango podían costearse momificaciones más elaboradas, pero los menos adinerados tenían que conformarse con una sencilla aplicación externa de natrón, y los más pobres se quedaban sin nada.

Una vez momificado, el difunto se introducía en el ataúd o sarcófago, denominado con frecuencia arca de la vida. Estos solían ser decorados mediante textos e imágenes que conferían una protección mágica al fallecido. La posición social y económica y la moda dictaban el tipo de ataúd donde era depositada la momia, a veces en parejas o grupos de tres. AL principio fueron rectangulares pero después adoptaron la forma de momia con máscara. En general eran de madera o cartonaje, aunque algunos reyes tuvieron ataúdes de oro o plata. En otras ocasiones eran colocados en el interior de sarcófagos de piedra.

Por último, el difunto era trasladado a su tumba, la denominada casa de la eternidad, con frecuencia orientada hacia el sol poniente. La cámara sepulcral, que quedaba sellada tras una ceremonia, contenía la momia, los sarcófagos y el ajuar funerario.

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