Clásicos de Hollywood vistos desde las hojas de contactos

  • Desde 1910, había en los rodajes fotógrafos presentes en todo momento para capturar el proceso de creación de la película.
  • En la era predigital, las reproducciones impresas de negativos fotográficos permitían obtener las primeras imágenes de un largometraje.
  • Un libro recoge hileras de fotos de alto "valor narrativo" de clásicos como 'Psicosis', 'Desayuno con diamantes', 'Taxi Driver', 'El silencio de los corderos'...
Hoja de contactos de la escena del rodeo en la película 'Bus Stop', dirigida por Joshua Logan en 1956
Hoja de contactos de la escena del rodeo en la película 'Bus Stop', dirigida por Joshua Logan en 1956
Archive Photos/Getty Images
Hoja de contactos de la escena del rodeo en la película 'Bus Stop', dirigida por Joshua Logan en 1956

James Stewart y Grace Kelly se besan frente a la ventana desde la que él espía al vecino en La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954). En una de las fotos el semblante de ambos cambia por completo, interrumpen la actuación y miran sonrientes a algún lugar fuera del plano, tal vez atendiendo a instrucciones del director.

Las hojas de contacto eran una herramienta imprescindible en la era predigital. Las reproducciones impresas de varias tiras completas de negativos fotográficos en un solo papel permitían tener una idea general de la película por adelantado, comprobar el poder de las imágenes antes de ver el material filmado. Durante los ensayos y tras las cámaras los fotógrafos disparaban sin parar.

El libro Hollywood Frame by Frame (Hollywood fotograma a fotograma) —publicado por la editorial británica Ilex Press y con textos de la periodista y crítica de cine Karina Longworth— atesora en su interior esas hileras de fotos horizontales y verticales, valiosas por su excepcional "valor narrativo". Con sólo una ojeada podemos reconstruir en nuestra mente la atmósfera del rodaje de la escena de Marilyn Monroe en el rodeo en Bus Stop (Joshua Logan, 1956) o no perder detalle de la expresión de horror de Sissy Spacek en la escena final de Carrie (Brian De Palma, 1976).

De 1951 a 1997

Dividido por periodos —el primero de 1951 a 1966, La edad de oro de la hoja de contactos y el último de 1981 a 1997, titulado Los últimos días del celuloide—, el tomo contiene localizaciones, fotos del rodaje, momentos de conversaciones espontáneas entre los actores y el equipo, instantáneas de escenas del largometraje: imágenes que narran el proceso de rodaje de algunas de las películas más famosas de Hollywood: Psicosis, De aquí a la eternidad, Desayuno con diamantes, Chinatown, Taxi Driver, Annie Hall, El silencio de los corderos...

"Las hojas de contactos enseñaban aspectos del rodaje de una película que alguien —una estrella, un productor, el departamento de publicidad, un fotógrafo, un editor de fotografía— no quería que viéramos", escribe Longworth en su introducción al libro. La autora recalca que la "fachada monumental" de la superproducción adquiría un tono más humano, se demostraba que el actor más fotogénico también podía salir en una foto con cara extraña o con los ojos cerrados, se descubrían los trucos de los efectos especiales.

Desde el nacimiento de esta práctica en 1910, cuando la industria del cine se desarrollaba en Hollywood, cada vez era mayor la demanda de imágenes de las estrellas y las pesadas cámaras sólo permitían tomar fotos recreando escenas del rodaje, se aprecia un desarrollo técnico y formal en las hojas de contactos. El avance se corresponde al de la fotografía y constituye una historia paralela que unió íntimamente las dos artes hasta finales del siglo XX.

La 'extinción' del celuloide

El libro termina con una reflexión sobre lo que sucede desde los años ochenta y noventa: con la llegada primero del escáner de negativos y después de las cámaras digitales, las hileras de pequeños cromos narrativos se han extinguido tal y como se concibieron y son ahora archivos de datos.

"Porque las imágenes digitales se toman (y se borran) de manera tan barata y fácil, a estas versiones modernas (...) les falta el sentido de narrativa y proceso que hacía las pruebas impresas de celuloide tan especiales y emocionantes", escribe la autora. En un sentimental epílogo, también apunta a la sobreabundancia de fotos cotidianas de las estrellas de cine, al consumo rápido y a la condición efímera de cualquier documento visual que pase ante nuestros ojos. La imagen ya no es una obra de arte.

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