Cuando la cámara es un juguete

  • El libro 'Camera Crazy' cataloga todos los tipos de artilugios plásticos o de juguete con los que se pueden hacer fotografías ajenas a las normas convencionales.
  • Creadoras de imágenes inesperadamente personales e inventivas, tienen un público fiel que busca la peculiaridad y el riesgo de jugar con el error y la técnica simple.
  • La antología incluye desde las cámaras asociadas a productos de consumo hasta 'gadgets' sofisticados y recientes creados para el pujante mercado japonés.
Montaje con siete de las cámaras incluidas en el libro 'Camera Crazy'
Montaje con siete de las cámaras incluidas en el libro 'Camera Crazy'
© J.K. Putnam - From 'Camera Crazy' - Prestel
Montaje con siete de las cámaras incluidas en el libro 'Camera Crazy'

La cámara fotográfica, utensilio de uso casi universal en el siglo XXI, sigue siendo un aparato con muchas pieles. Pese al paradigma digital o quizá a consecuencia de la forma casi obligatoria en que intentan imponerlo, las cámaras de fotos no convencionales tienen cada vez más adeptos. No se trata de buscar un aparato esnob, sino de enfrentarse al riesgo de las imágenes inesperadamente personales, perseguir la peculiaridad y saber que también las limitaciones técnicas y sus errores pueden ser creativos.

El libro Camera Crazy cataloga los centenares de locos artilugios plásticos o de juguete con los que se puede practicar la fotografía con desprecio por las normas y muchas ganas de pasarlo bien e ir más allá de los límites. El volumen, que acaba de editar Prestel [240 páginas, 24,95 euros], repasa la historia de unos productos baratos, a menudo pensados para niños y siempre sumamente peculiares, que siguen gozando de enorme popularidad en medio del dominio digital.

Las últimas novedades japonesas

Los autores del libro, los estadounidenses Christopher Salyers y Buzz Poole, ambos especializados en la crítica histórica de la cultura popular, han recopilado desde cámaras asociadas a productos de consumo cultural —Batman, Indiana Jones, Hello Kitty, Pokémon...— hasta gadgets sofisticados y recientes creados para el pujante mercado japonés, entre ellos la Harinezumi digital, cuya carcasa mínima imita a un antiguo rollo de película de 110 milímetros, o la Ultra Wide & Slim, diseñada como un clon de la clásica cámara Vivitar del mismo nombre.

Al otro extremo de estos nuevos productos del cada vez más creciente mercado japonés de las toy cameras o plastic cameras, como son conocidas entre los aficionados, aparecen, por supuesto, la mítica Diana, creada a mediados de los años sesenta por la empresa de Hong Kong Great Wall Plastics Factory. Considerada la madre de las cámaras de juguete, utiliza película de medio formato y está fabricada integramente en plástico, tenía un coste de fabricación mínimo —menos de un dólar por unidad—, y tuvo un éxito explosivo en Occidente, donde fue clonada en decenas de modelos y todavía se sigue vendiendo.

Intuición y buena suerte

La llegada de este aparato tan sencillo fue una revolución en ciertos ambientes artísticos. La cámara, con una sola distancia focal y dos velocidades de disparo, dejaba la bondad de la foto en manos de la intuición de quien la hacía y la buena suerte del disparo. A mediados de los años setenta se empezaron a organizar exposiciones basadas en la particular atmósfera de los objetivos de plástico —brumosa y soñadora— y en nuestros días son cada vez más utilizadas con fines creativos.

Camera Crazy presenta, con fichas técnicas de cada modelo, cámaras promocionales pensadas como juguetes para niños —una máscara de Mickey Mouse que hace fotos, una cámara construida con piezas de Lego...—, y otras que simplemente proceden del inacabable mercado de la quincallería, con rudimentarios mecanismos básicos insertados en cuerpos de animales de plástico, libros, robots...

Polaroid y 'lomografía'

La obra también analiza el fenómeno de las Polaroid, con la empresa original desaparecida pero varias otras intentando recoger el testigo de la fotografía instantánea, entre ellas Impossible Project, que ha vuelto a poner en el mercado película para las cámaras; la lomografía, un movimiento impulsado por una cadena de franquicias, y entrevista a T.M. Lee, el creador de una de las mejores cámaras plásticas de la historia, la Holga.

La "simplicidad de la forma y el encanto de las debilidades" técnicas de las cámaras de juguete, dice Salyers en el prólogo del libro, hace que estos instrumentos fotográficos sean "como un visor conectado al tercer ojo" y permitan "ver lo que el fotógrafo no puede ver". Quizá se trata, añade, de las cámaras que "mantienen de manera más simple el espíritu original de la fotografía de película", porque "más allá de la retórica y las normas" ayudan a "interpretar el mundo de una manera romántica y misteriosa".

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