Por caminos mozárabes

El mayor reflejo de los 800 largos años de presencia árabe en España es la ruta del califato, que discurre entre las capitales de Córdoba y Granada.
La iglesia Abacial, en Alcalá la Real.
La iglesia Abacial, en Alcalá la Real.
La iglesia Abacial, en Alcalá la Real.
El itinerario entre Córdoba, capital del califato, y Granada, sede del último reinado musulmán de los Nazaríes, discurre por una bella y fértil campiña y numerosos pueblos con un amplio patrimonio monumental y artístico. Todos ellos son parajes que fueron testigos de la relación en paz y en guerra entre los reinos musulmán y cristiano.
Prácticamente a mitad de camino, uniendo las dos vertientes de la ruta, se encuentra Alcalá la Real, ciudad que adquirió su configuración actual durante los 630 años de presencia musulmana. Como muestra de esta presencia, aún perdura ajena al paso del tiempo la fortaleza de la Mota, estructura defensiva de época nazarí (siglo XIV).

La ruta engarza alcazabas, castillos y fortalezas, tanto árabes como cristianos, que asoman desde las cimas de las montañas, presumiendo de una posición privilegiada. Este camino fue uno de los más transitados en la península Ibérica durante la Edad Media, por lo que se convirtió en un sendero que fusionaba saber, ciencia y cultura.

La capital nazarí, Granada, con la Alhambra, la más preciada joya de la arquitectura hispanomusulmana, es el punto final de esta ruta. Observar la ciudad desde el Sacromonte, pasear por las blancas calles del Albaycín o disfrutar de unas sabrosas tapas son algunas de las actividades que se pueden realizar en la ciudad.

La ruta puede ser completada con visitas a Sierra Nevada o a la Alpujarra. El tiempo requerido es de dos a tres días, y la mejor temporada, entre la primavera y principios de verano, o en otoño.

Un alto en  el camino

A treinta minutos de Granada, en el pueblo de Colomera, cuya historia corre pareja a la de la capital granadina, se encuentra la Posada de Colomera, una casa de estilo mudéjar restaurada que ha sido decorada conservando su espíritu de antaño.

Aparte de comodidad, relax y buenas comidas, sus dueños se muestran dispuestos a enseñar el entorno a los viajeros, siguiendo rutas de senderismo o dando un agradable paseo a caballo entre los olivares de la zona. También pueden guiar al visitante por la ciudad, mostrándole los rincones con más encanto y contándole algunas de las mil leyendas que ésta esconde.

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