De la copla al rap o del landismo a Bayona: la cultura durante el reinado de Juan Carlos

  • La Movida, el destape, la protesta, el hip hop son algunos de los hitos que han marcado la cultura durante las casi cuatro décadas de reinado de Juan Carlos.
  • Desde el gris de la dictadura hasta hoy las artes han pasado por diversos momentos: el último, propiciado por la crisis, no está siendo de los mejores.
  • La literatura ha sido probablemente la que más ha sufrido de todas las artes y menos ha logrado remontar el vuelo desde la dictadura.
Almodóvar, Banderas y Penélope Cruz
Almodóvar, Banderas y Penélope Cruz
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Almodóvar, Banderas y Penélope Cruz

Si a nuestros padres les hubieran contado que un día, en el siglo XXI, una canción de Labordeta volvería a ser el himno de una reivindicación, seguramente les  habría costado creerlo. Pero así ha sido: su Canto a la Libertad cerró las marchas de la Dignidad.

Si el ejercicio se hiciera a la inversa y fuéramos nosotros los que les contáramos a nuestros hijos que cuando éramos niños la televisión sólo tenía dos canales y algunas casas aún no podían permitirse una a color, que el vídeo era inimaginable (no digamos un ordenador), que tras la Carta de Ajuste no había más emisiones, que los rombos marcaban hasta qué edad se podía ver una película, les resultaría una historia de ciencia ficción.

Y es que aquella canción de Presuntos Implicados, Cómo hemos cambiado, viene muy al caso para echar un rápido vistazo a la evolución de la cultura durante las casi cuatro décadas de reinado de don Juan Carlos. Aunque desgraciadamente más válida era hace unos años, antes de que la crisis llevara a nuestra sociedad a un retroceso que acerca en algo a un pasado aún próximo.

Mientras suena Laboderta de nuevo, las casas están llenas de televisiones con innumerables canales. Un cambio radical, el de la televisión, que comenzó con la primera cadena privada, Telecinco, y aquellas 'mamachichos' que mostraban lo provincianos que seguíamos siendo mostrando la sorpresa o el estupor ante aquellas mujeres semidesnudas... ¡en la tele!

Protesta: destape intelectual

Tras la prohibición vino la reacción más lógica, la que la Historia ha mostrado como habitual. Tras Ley Seca: alcohol y más alcohol. Tras la censura, el destape, la experimentación, la protesta y la reivindicación, el retrato de la injusticia y el dolor, y al tiempo la búsqueda de nuevas vías.

Los cantautores fueron los que más voz dieron a la reivindicación de las libertades. Aute, Labordeta, Serrat o Rosa León son algunos de los que pasada la Transición continuaron con sus posiciones. También Ana Belén o Víctor Manuel ocuparon lugares destacados. Y el grupo Jarcha con su en principio censurada Libertad sin ira se convertiría en el símbolo musical del tránsito hacia la democracia.

Una protesta que en la actualidad ha cambiado de registro, ya no son los cantautores (hoy encarnado el género por los más sentimentales e intimistas Quique González o Iván Ferreiro), sino los raperos los que elevan la queja. Los Chikos del maíz, Violadores del Verso o El Chojín son algunos de los que se han llevado el terreno de la canción protesta a la patria propia. Algunos han sido tan 'incorrectos' (Los Chikos del Maíz) que han visto cómo se suspendían sus conciertos.

La reacción en el cine no fue diferente. Se abrió la vía, y se aprovechó. Si bien la respuesta inicial fue el destape y el landismo, también existía otro cine, el que protestaba y reflejaba tanto la guerra como la sociedad.

La experimentación y el simbolismo ya habían tenido sus comienzos antes, con Elías Querejeta, y después fue seguida por él y por Saura, que juntos hicieron películas como Cría cuervos (1974) o Elisa, vida mía (1976), que a nivel internacional tuvo gran repercusión. España abría sus puertas.

Erice (El espíritu de la colmena, 1975), Berlanga (La escopeta nacional, 1978) y Uribe estrenaban sus mejores títulos y subían el listón. En 1982 ganaba nuestro cine su primer Óscar: Volver a empezar, de Garci, era la elegida.

La comedia encontraría en Fernando Colomo (Tigres de papel) uno de sus mejores valedores, así como en Trueba. El intencionadamente casposo Santiago Segura y sus Torrente son el actualidad el ejemplo más obvio de cómo a una parte de españoles les gusta este tipo de cintas.

Álex de la Iglesia (El día de la Bestia, La Comunidad) es otro de nuestros cineastas actuales dentro de la comedia, sólo que la suya es muy diferente, el humor negro y cierto surrealismo marcan diferencias.

Mención aparte, aunque dentro de la comedia, merece la comedia Ocho apellidos vascos, de Emilio Martínez-Lázaro,  por su brutal éxito de taquilla. Tal vez la crisis explique que haya sido tan bien acogida por el público esta historia sin muchas pretensiones y bastante clásica.

En la actualidad tenemos cineastas que arrasan en Hollywood como Amenábar (con Tesis logró uno de los más sonados aplausos), Balagueró (Los sin nombre) o Bayona (Lo imposible).

Pero volvamos atrás. Hay un nombre internacional, el director más representativo de lo 'propio', Pedro Almodóvar, que dejaría claro desde sus primeros títulos (Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, 1980 o la catalogada como X en EE UU Átame) el poder de lo que hoy algunos pretenden llamar Marca España para referirse a la identidad cultural de un lugar. Y en cuestión de Marca, sin salir de lo cinematográfico, justo es citar a Penélope Cruz, Bardem y Antonio Banderas, conquistadores de Hollywood.

Fue Almodóvar además una de las figuras clave de La Movida, movimiento clave en cuestión de identidad, modernidad y cambio, y al que pertenecen artistas de diversos ámbitos como Alaska (entonces con Los Pegamoides) o Ouka Lele.

Aquel movimiento contracultural del que hoy se sigue bebiendo lo impregnó todo. El cine, con el manchego más internacional (y una de sus actrices estrella, icono de lo moderno: Carmen Maura), al arte de la mano de la citada Ouka Lele pero también con El Hortelano y García-Álix.

Del reflejo de la injusticia y la cerrazón se había pasado a la busca y al encuentro de una identidad y una modernidad que nos sacara del provincianismo al que nos había llevado el franquismo. Era también una manera de protestar. Una protesta que hoy ha cambiado de nombre, pero que vuelve a estar en el mundo de la cultura, fuertemente sacudido por la piratería y ese IVA cultural (21%).

Radio Futura, Tequila, La Unión, Nacha Pop, Los Secretos, Burning, Tino Casal, Sabina, Gabinete Caligari, Mecano pusieron banda sonora a aquellos años. Los raperos la ponen a los nuestros.

España se abría definitivamente. Hasta fundamos en 1987 nuestros propios Óscar: los Goya que en aquella primera edición reconocerían la película de Fernán Gómez El viaje a ninguna parte.

¿Malherida hasta hoy?

La literatura, la más resentida de las artes con la guerra (exilio, censura...), tardaría mucho en recuperarse si es que alguna vez lo ha hecho. El país que había dado a luz a la generación del 98 o a la del 27 se había quedado con pocos creadores y los que había no tenían muchas opciones. La censura era la cuchilla que se cernía sobre sus manos.

Salvando a Cela, la primera novela de Carmen Laforet o Delibes, hasta los 60 poco hay para leer. Al relajarse la dictadura se dan los primeros ejercicios experimentales: Juan Goytisolo con Señas de identidad y Luís Martín Santos con Tiempo de silencio.

Desde 1975 hasta hoy la novela abre sus campos y sus miras, se diversifican los géneros, apenas hay uno que no se toque, pero la elevada literatura anterior a la guerra no se da en manera de grupos, son sólo ejemplos aislados y no necesariamente de altura.

La producción va aumentando hasta llegar a nuestro presente en el que la producción es tan amplia como poco arriesgada. La crisis ha traído ese efecto: nombres seguros, mucha novela negra y poco riesgo.

Difícil, por no decir imposible, hablar de una línea que predomine en narrativa.  La convivencia de géneros es la nota que marca todo.

El género policiaco, hoy rey de la literatura, tuvo uno de sus máximos exponentes en La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, autor cuya producción posterior no se ha movido de otro tono: el del humor. Vázquez-Montalbán (serie de Carvalho), Juan Madrid o Andreu Martín son también autores de novela negra. Giménez-Bartlett, muy querida fuera de nuestro país, es una veterana del género, igual que Lorenzo Silva.

Alguna incursión ha hecho también en lo negro el seguramente más internacional de nuestros escritores, Arturo Pérez-Reverte, aunque es la novela históricala que más fama le ha dado al creador de Alatriste. En este género Julia Navarro y Almudena Grandes (con sus últimas obras) gozan de excelente salud.

Álvaro Pombo, Martínez de Pisón, Muñoz-Molina, Javier Marías, Jesús Ferrero, el más reciente Jesús Carrasco, Zafón, Julia Navarro, Soledad Puértolas, Nativel Preciado son sólo algunos de los nombres que en la actualidad gozan de mayor renombre.

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