Los animales del francés Gilles Cenazandotti (Córcega, 1966) tienen en común una sutil expresión de extrañeza, como si se preguntaran qué son y por qué están ahí. Las motas negras del leopardo son trozos de objetos plásticos hechos añicos. En el lomo del cocodrilo es fácil detectar un gran número de tapones de botella, los dientes son topes de sombrillas y la cabeza es parte de la carrocería de una moto. En el cuerpo del babuino saltan a la vista un rulo, un peine roto, el rosa chillón de los envases de detergente...

Future Bestiary (Bestiario futuro) es una colección de esculturas que Cenazandotti crea a partir de desechos plásticos encontrados en la orilla del mar. Elige representar especies en peligro de extinción para "completar el proceso", recreándolas con un material crucial para entender la destrucción del planeta. Cenazandotti imagina con las obras un porvenir apocalíptico de criaturas que nacen a partir de la basura indestructible que termina en los océanos.

Aunque es una muestra de la capacidad creativa y técnica del artista, que nunca modifica ni corta los elementos para que encajen —"el truco es encontrar la pieza correcta para el lugar correcto"—, el proyecto es sobre todo producto del dolor que siente cuando observa el tipo de objetos que la marea arrastra a la costa de la isla de Córcega.

A veces, cuando pasea por la playa tras una tormenta, confiesa que no puede reprimir el llanto. Haber nacido y crecido en la isla mediterránea lo hizo acostumbrarse a la belleza del paisaje, a amar a la naturaleza y entender su equilibrio. "Soy sensible a la evolución y veo los cambios", dice el artista.

El mar siempre arrastró a Córcega residuos de Italia y Francia. "Cuando era niño eran sólo trozos de madera con los que me entretenía construyendo cabañas", recuerda. Desde ese momento, ha sido testigo de la escalada. En los setenta la madera comenzó a llegar manchada del combustible de las embarcaciones, después empezó la invasión de los derivados del petroleo: los plásticos, que además de poblar con impunidad las playas, destruyen los fondos marinos, envenenan los océanos y a las criaturas que los habitan.

Empezó recogiendo residuos de su isla natal, pero extendió pronto la búsqueda a las costas francesas de Vandea y Bretaña: a España, el Reino Unido, Marruecos, Líbano, Grecia, Cabo Verde, el Caribe, Santo Domingo, Venezuela, Brasil... Después de crear las esculturas, Cenazandotti las fotografía en parajes naturales y propone así un contraste entre la fragilidad de la naturaleza y la criatura plástica que representa a un animal que cada vez tiene que luchar más por protegerse de las agresiones del ser humano.

De la colección, elige como su favorito el oso polar. "Tenía la idea de encontrar muchos plásticos de color blanco. Suele verse como el color de la pureza, pero para mí ya ha dejado de tener ese significado". Perdido en un reducido iceberg "unido a la nada", el animal "descubre un nuevo mundo". "Cuando nos acercamos a él, nos damos cuenta de que no se mueve, congelado en esa postura por la basura con la que lo hemos cubierto".