"Sin amor, sin sexo, sin habla... Robótico". Unas semanas antes de suicidarse saltando frente a un tren en marcha en las afueras de Londres, el fotógrafo Bob Carlos Clarke, que tenía 55 años, trató de balbucear cómo era su estado de ánimo. Desde hacía meses mantenía una conducta errática, caracterizada por una creciente afasia, insomnio, depresión y paranoia. El tratamiento psiquiátrico al que se prestó siguiendo los ruegos de su esposa y la única hija de la pareja no sirvió de nada.

El suicidio, cometido el 25 de marzo de 2006, había sido anunciado por Clarke ("no puedo respirar... un día de estos voy a hacer algo terrible") y presentido por sus amigos y familiares. Competitivo hasta la neurosis, convencido de que era demasiado viejo para el trabajo, el sexo o la vida social, el fotógrafo no soportaba la idea de no mantener la misma intensidad que sus modelos, a las que retrató como mujeres poderosas y dominantes en uno de los cuerpos de fotografía erótica y sensual más personales de las últimas décadas del siglo XX y los primeros años del XXI.

Nacido en Cork (Irlanda) pero establecido en Londres desde 1975, a Clarke se le tildó en vida como "la respuesta británica a Helmut Newton". En la definición hay algo de verdad —al igual que el famoso y millonario retratista alemán estaba obsesionado con el cuerpo femenino y la tensión sexual de las mujeres— y algo de mentira: el irlandés tenía mejor ojo para la composición y estaba más dotado técnicamente. Quizá siguió la estela del voyeurismo que Newton había explotado desde los años setenta, pero buscaba un planteamiento artístico más arriesgado.

La primera antología de Clarke desde su muerte es Living Dolls (Muñecas vivientes). Se celebra, desde el 10 de mayo al 21 de junio, en Londres, en la Little Black Gallery, un espacio especializado en fotografía erótica y está patrocinada por la marca Olympus, una de las favoritas del autor. La muestra marca el décimo aniversario de la última exposición organizada en vida por el fotógrafo, Love Dolls Never Die (Las muñecas del amor nunca mueren), su debut con la fotografía digital, de la que siempre había sido un ferviente enemigo.

Los temas obsesivos de Clarke —el sexo, el látex, el cuerpo desnudo de las mujeres, la ausencia aparente de emociones en los retratos...— reaparecen en las obras reunidas para la antología londinense, entre las que hay piezas de todas las épocas del fotógrafo, que editó en vida seis fotoensayos de gran impacto: The Illustrated Delta of Venus (El delta de Venus ilustrado, 1979), Obsession (Obsesión, 1981), The Dark Summer (Verano Negro, 1985), White Heat (Calor blanco, 1990), Shooting Sex (Retratando el sexo, 2002) y Love Dolls Never Die (2004).

En Living Dolls también se muestran los dípticos a los que Clarke era aficionado uniendo un desnudo femenino a una imágen alegórica o conceptual: una mujer con una antena en la espalda yuxtapuesta a un mando a distancia, otra transmutada en sirena con una cola de látex, una tercera con una aleta de tiburón...

Clarke, de quien los amigos siempre resaltaron la prevalencia de su "lado salvaje", hizo también retratos de personalidades —entre ellos el músico Keith Richards, de los Rolling Stones— y cultivó las fotos de objetos: piedras sobre la arena, cucharas, cuchillos...