Elena Poniatowska: "En Twitter tengo cantidad de seguidores, no sé muy bien por qué"

  • La escritora mexicana recogerá este miércoles el Premio Cervantes, el máximo reconocimiento literario en castellano.
  • Amante del periodismo y de la prosa comprometida, Elena Poniatowska recordará en su discurso la difícil realidad mexicana que ha inspirado su obra.
  • Dos días antes de la entrega de premios, la autora habla del feminismo, de Gabriel García Márquez o de Twitter, donde triunfa pese a sus escasa participación.
Elena Poniatowska posa en una de las salas de la Biblioteca Nacional en Madrid. Al fondo, dos de sus nietas.
Elena Poniatowska posa en una de las salas de la Biblioteca Nacional en Madrid. Al fondo, dos de sus nietas.
Jorge París
Elena Poniatowska posa en una de las salas de la Biblioteca Nacional en Madrid. Al fondo, dos de sus nietas.

A punto de cumplir 82 años, Elena Poniatowska es la cuarta mujer que recibirá el Premio Cervantes. Sin embargo, será la primera en subirse al púlpito del Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares para recogerlo, ya que "María Zambrano y Dulce María no pudieron acudir a la ceremonia, y Ana María Matute lo hizo desde su silla", señala la autora, que anuncia que "tocará madera" para estar en buenas condiciones para el día de la entrega, este miércoles.

De corta estatura, vestida de un rosa luminoso, la escritora atiende a las entrevistas dos días antes de la entrega del galardón rodeada por sus nietos, que se ríen cuando su abuela ensaya una pose de "modelo" por indicación del fotógrafo. "Tengo diez nietos pero hubo dos que sacaron malas notas y sus papás no les permitieron venir", aclara Poniatowska, que sonríe cuando explica que el Cervantes es "el broche de oro de una vida de escritura constante: por la mañana, al mediodía, por la tarde y por la noche". Y que supone un honor inmerecido que todavía le marea, porque hay cientos de mujeres en su país, como las fallecidas Rosario Castellanos o Elena Garro, o actualmente Ángeles Mastretta —aunque está, igual, no es "suficientemente viejita", bromea— que lo hubieran merecido tanto o más que ella.

Nacida en París en una familia de origen aristocrático, Poniatowska se trasladó a México con su familia cuando tenía 10 años. Un país, el mexicano, en el que la realidad es a veces tan cruel que "entra en tu casa, te golpea y te ahorca".  Por eso, no concibe una literatura ciega, sin compromiso. Y apuesta por un periodismo indignado y humilde, el mismo que habitúa a colarse en sus novelas y que ejerce desde 1952 en su país de residencia, "el más peligroso del mundo para la prensa", afirma.

Defensora de las causas nobles, admite, sin embargo, la existencia de una nueva tendencia de periodismo ligero y sensacionalista "donde reinan nombres como el de Madonna y Lady Gaga". Algo que, ella cree, "deforma la mente de los lectores". Igual que el afán de las televisiones por emitir telenovelas que "idiotizan" al espectador. En su lugar, le gustaría que hubiera espacios de "saber hacer": "El saber cocinar un buen pastel, coser una camisa, saber hacer cosas... es la salvación de América Latina. No sé aquí, en España...", teoriza.

Las mujeres fuertes y rebeldes ante las convenciones sociales como Frida Kahlo, Leonora Carrington o Tina Modotti han sido, con frecuencia, sus fuentes de inspiración. Y una denuncia necesaria en un país como México donde la mujer "está olvidada" y donde "los premios recaen muchas veces en hombres que son hartos inferiores a ellas". También ella, por no ajustarse a la realidad invisible a la que debía supuestamente someterse por su condición femenina, ha tenido que pagar peajes. Como el aislamiento. Aunque en su caso, fue conveniente, porque el encierro y la soledad es el único escenario en el que sabe escribir "a diferencia de Simone de Beauvoir y Sartre, que se concentraban y escribían en cualquier café".

Además, su soledad ha estado, durante un periodo de su vida, acompañada. Estuvo casada con el astrónomo Guillermo Haro, fallecido en 1988. Compartir la vida con un astrónomo le "encantó" porque a su lado aprendió "una visión distinta de la vida" y una aproximación a una ciencia que trataba de contestar las preguntas universales ("de dónde venimos, a dónde vamos") con más veracidad que la religión.

En cuanto a su vida actual, y pese a sus escasas salidas, Poniatowska demuestra estar al día de lo que ocurre en el mundo y de las nuevas tecnologías.  Cuenta que se maneja en Internet a nivel usuario para recibir y enviar correo, navegar y buscar en Google.  Incluso, tiene un perfil en Twitter con una cantidad enorme de seguidores: "Nunca he entendido por qué, porque escribo bien poco", confiesa con una sonrisa.

De la Red, solo tiene una queja: las abreviaturas e incorrecciones que se han impuesto en la escritura de los correos electrónicos y mensajes: "Son hachazos al lenguaje, es hacer el idioma pedazos. El idioma es bello, incluso, para verlo físicamente", lamenta.

Antes de terminar, dedica un pensamiento a Gabriel García Márquez ("Como su Remedios La Bella, quien se fue volando por una ventana, Gabo dio alas a América Latina para que volara por todo el mundo"). Y, pese a su poca simpatía por las frivolidades, revela qué se pondrá para recoger el Premio Cervantes: "Una pulsera de latón que perteneció a mi padre y que se la dieron en la guerra para que, en el caso de que muriera, pudiera ser identificado. Y un traje que me cosieron unas mujeres de Juchitán (Oaxaca), de color rojo y amarillo chillón, y que les prometí que me pondría cuando recogiera un premio. Es la cuarta vez que me lo pongo".

Tal vez, también,  una pluma roja que encontró ese día en el hotel en el que se hospeda, y que simboliza su "profesión e ideología". Todo es importantepara el premio al que da nombre el autor del Quijote: "La obra de Cervantes nos ha dado desde niños imágenes impresas con las que todos caminamos. Todos hemos querido ser al menos una vez Sancho Panza para poder acompañar a Don Quijote".

Un discurso de papel corriente

El discurso que leerá Elena Poniatowska en la ceremonia del Premio Cervantes será un homenaje al periodismo, ya que estará escrito en "el papel corriente" que les daban antiguamente a los periodistas para trabajar. Además, estará guardado en una carpeta "viejísima". Su primer borrador, un texto sumamente formal y protocolario, fue descartado por la autora gracias al consejo de una buena amiga, que le sugirió que hablara sobre lo que había nutrido su obra durante toda su vida: la realidad mexicana. Por eso, lo dedicará a América Latina y a esos ciudadanos que caminan a pie "porque no tienen vehículo, ni coche, ni nada... Si acaso, burro, aunque ahora ya, burro, tampoco".

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