Un sargento de la Guardia Civil niega ante el tribunal haber torturado a dos detenidos en los calabozos

La Fiscalía pide 16 años de prisión para el principal de los procesados y 11 para cada uno de los otros inculpados

Un sargento de la Guardia Civil acusado de torturar en repetidas ocasiones a dos detenidos en los calabozos donde éstos se encontraban arrestados, ha negado los hechos ante el tribunal que le juzga desde este lunes junto a otros tres compañeros -quienes también han asegurado que no sucedió ningún episodio de este tipo-, y por los que la Fiscalía solicita para él hasta 16 años de cárcel y 11 para cada uno de los otros procesados.

"En ningún momento accedí al calabozo", ha asegurado el agente, sobre quien pesan dos delitos de torturas y dos de lesiones. En concreto, los hechos tuvieron lugar el 21 de noviembre de 2009 en la zona de Palmanova, jornada a lo largo de la cual, según el Ministerio Público, los inculpados agredieron de forma continua a sus víctimas e incluso obligaron a una de ellas a desnudarse para golpearle.

Según la acusación, los hechos tuvieron lugar después de que en la madrugada de ese día el sargento, Miguel Ángel A.L., tuviera un incidente con un ciudadano inglés -una de las dos víctimas-, en el transcurso del cual éste le dio un golpe en la cara y provocó que el efectivo del Instituto Armado cayera al suelo y perdiera el conocimiento. Un suceso que se saldó con la detención del inglés y un amigo de éste -el otro de los afectados-.

A preguntas del fiscal Julio Cano, el sargento ha recordado que fue en un bar de Palmanova al que acudió con otros compañeros "a tomar una copa" cuando vio al inglés "totalmente fuera de sí" agarrando del pelo a una joven, gritándole e insultándole. "Soy una persona reconocida en la zona por mis años de servicio, así que me acerqué, cogí del brazo al hombre y le dije que se fuera, pero se me encaró", ha relatado el acusado.

Según ha recordado, en ese instante sacó su identificación y vio cómo el hombre se calmaba, si bien tras ello "me vino por detrás y me dio un golpe que no me esperaba. Caí a plomo al suelo y me quedé inconsciente", ha manifestado el sargento, recordado que cuando despertó habían llamado a una ambulancia para ser atendido. Fue trasladado a la Clínica Juaneda, donde sin embargo firmó el alta voluntaria, según ha dicho, "porque tenía un hijo recién nacido y mi mujer estaba sola en casa".

No obstante, el principal acusado de los hechos ha apuntado que acabó dirigiéndose a las dependencias de la Guardia Civil porque "me encontraba bien" y quería además denunciar los hechos, y fue allí donde empezó a sentirse "mareado". "Me llegué a sentir tan mal que llegué a vomitar en una papelera", ha explicado para justificar el hecho de que permaneciese en el local del Instituto Armado. Según ha asegurado, estuvo en el 'hall' de las dependencias, situado a "metro y medio" del calabozo, pero "en ningún momento" entró en éste.

"¿Para qué quería más con todo lo que hubo esa noche?", ha puesto de manifiesto el reo, señalando en cualquier caso que hizo "un comentario general" al ver que el ciudadano inglés, que se encontraba arrestado en el calabozo, y otro detenido "empezaron a hacer ruidos". "Hacía cosas raras, como de boxeador", ha recordado, manifestando que se limitó a decir "¿qué pasa aquí? A dormir y a callar". Es más, ha aseverado que "no hubiera permitido entrar a nadie por si se iba a armar más lío".

Del mismo modo, ha subrayado que no le consta que los demás acusados entraran en el calabozo. El procesado ha llegado a manifestar que las graves lesiones que presentaban sus presuntas víctimas se debieron al momento en que fueron detenidas, cuando "comenzaron a dar patadas en el suelo, por lo que tuvieron que ser reducidas". "Para poder efectuar detenciones en la zona de Punta Ballena habría que ir hasta con un tanque", ha llegado a afirmar.

En concreto, la Fiscalía que los reos indemnicen de forma conjunta a los afectados con un total de 8.900 euros por las consecuencias de las lesiones sufridas así como en concepto de daños morales.

Los hechos,

Según la fiscalía

Según la acusación, los procesados, de común acuerdo y movidos por la intención de reprender y escarmentar a los dos arrestados por la agresión al sargento, durante la tarde de esa jornada accedieron repetidas veces a los calabozos donde habían sido conducidos los detenidos, a quienes propinaron golpes por todo el cuerpo, amedrentándoles y mofándose de ellos y menoscabando gravemente su integridad física y mental.

En una de las ocasiones, los agentes presuntamente gritaron, abofetearon y propinaron patadas al arrestado que había agredido al sargento, relata la acusación pública, que subraya cómo la víctima recibió además varios puñetazos y golpes por todo el cuerpo con una porra que cogió Miguel Ángel A.L. El procesado le pegó además con unos guantes y después, cogiendo uno de sus zapatos, le agredió repetidamente con el mismo y, a continuación, le restregó por toda la cara el bocadillo que habrían llevado al arrestado.

Del mismo modo, los otros tres acusados hicieron desnudarse a la víctima para pegarle una patada en los genitales, mientras que en otras ocasiones entraban en el calabozo haciendo únicamente ademán de pegarle, lo que, según el Ministerio Fiscal, provocaba un "enorme desasosiego" y un "miedo atroz" en el detenido, que a su vez era amenazado con que le romperían las piernas y brazos si contaba algo de lo sucedido.

La otra de las víctimas, por su parte, fue sacada del calabozo por Miguel Ángel A.L. y conducida a otro cuarto, donde recibió golpes y puñetazos. Según el escrito de acusación, los procesados le dieron en la ceja con una porra, lo que le provocó una herida de la que manaba abundante sangre que le obligaron a limpiar del suelo con una fregona. Como consecuencia de las agresiones, los arrestados sufrieron numerosas contusiones y hematomas además de un trastorno de estrés postraumático.

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