Penélope Cruz fue en la noche del domingo una de las grandes triunfadoreas de los Oscars . Y no, no se alzó con la preciada estatuilla dorada, pero su batalla era otra... Una batalla ganada desde el pasado 24 de enero.

Ese fue el día en el que se anunciaron las candidaturas. Almodóvar erró el tiro con Volver, pero Penélope cogió el testigo metiéndose entre las cinco reinas de la ceremonia, las aspirantes a mejor actriz principal.

Ese fue su triunfo, y anoche, aunque Philip Seymour Hoffman pronunció el nombre de

Pé ha aprendido mucho de Pedro Almodóvar. Y no sólo de cine. El manchego, maestro tras la cámara y frente a ella, ha creado un estilo de ser y estar sobre la alfombra roja que Penélope ha heredado.

Mientras el director hace uso de su verbo y su gracia para seducir a las cámaras, Penélope explota sus propias armas: la belleza y la sensibilidad.

Y ayer, por fin, utilizaba sus poderes por derecho propio, entrando al teatro Kodak por la puerta grande. "Estoy muy nerviosa (...) para mí significa mucho esta candidatura", decía ella a las puertas del recinto.

Hasta ahora había ido allí de segundona (de Pedro Almodóvar, de Tom Cruise...), pero anoche ella era centro de atención. Sobre todo tras conocerse que protagonizará el próximo filme de Woody Allen, poco valorado en Estados Unidos, pero silenciosamente respetado en Hollywood.

Penélope supo lidiar con

"Y tan contenta. No voy a estar triste cuando digan otro nombre", adelantó la actriz. Su tranquilidad aparente se tornaba en un mar de lágrimas cuando recibía cualquier gesto de apoyo y cariño.

Nadie mejor que Pedro Almodóvar para explicar el sentido de lo ocurrido anoche en el Kodak Theatre: "No sufriré cuando la noche de los Oscar Penélope no consiga el suyo. Y estoy seguro de que ella tampoco sufrirá. Compartir excelencia con estas cuatro maestras no tiene nombre. Es mucho más que un premio, es una declaración de amor y de respeto de todos sus colegas de más allá del charco".